Calmadito

 

Pasan unos minutos del mediodía, nuestra última mañana en Bangkok antes de partir rumbo a nuestro siguiente destino. El equipaje listo y hacer tiempo hasta por la tarde-noche que cogemos nuestro tren. Después de haber salido un poco la noche anterior y sin desayuno en el cuerpo, vamos en busca de nuestro almuerzo. Saliendo del hotel y recorriendo los alrededores, parece que todo está desierto y ni rastro de un sitio donde comer algo, hasta que de repente nos encontramos un cartel de un café-restaurante. Habrá que seguir la pista de las indicaciones y ver dónde nos llevan, al menos parece que tienen cerveza aunque de momento no apetece, demasiado temprano.
 

El exterior del sitio es más que tranquilo. Nos acercamos tímidamente hasta la puerta y parece que el lugar está abierto, al poco de abrir la puerta hay un chico que nos recibe y nos invita a entrar. Buscamos un rinconcito del restaurante. El silencio reina en el sitio, estamos solos pero para qué más.
 

El menú listo para ser hojeado y decidir cuanto antes, y es que las ganitas de comer están apretando. ¿Cuál será la elección de esta vez? bien sea un arrocito o unos noodles salteados, pollo o unas verduritas… todo es bienvenido. Las fotos indican que los platos tienen bastante buena pinta, son tentadoras.
 

Nada mejor que un poco de agua fresquita para saciar la sed y mientras esperamos a que la comida llegue. El día amaneció más caluroso y el líquido elemento es algo imprescindible mientras uno recorre las calles de la ciudad, e intentar buscar la sombrita si es que nos hemos olvidado de llevar una gorra. En el café estamos a salvo del sol y bien fresquitos, pero sin excesos de aire acondicionado.
 

La presentación del plato: impecable. Un arrocito salteado y envelto en una finita tortilla, hasta pena da tener que romperlo, ¿no les parece? Muy currado, y de sabor mejor aún. Recomendación personal, darle un ligero toque con el zumo de la lima 🙂 La elección de Alberto fue un pollo ligeramente frito y acompañado de arroz blanco, que tenía muy buena pinta y a juzgar por lo que dejó, estaba muy bueno también.
 

Y no podíamos pasar nuestro almuerzo sin unas verduritas salteadas, los típicos morning glory que siempre triunfan, con ligero toque picantito pero agradable.
 

Un trato amable, comida buena y genial de precio; no se puede pedir más. Con las pilas cargadas después de nuestro almuerzo, decidimos que es la hora de continuar la marcha y buscar la siguiente parada del día, aún quedaban horas por delante, pero con calmita, disfrutando del paseo con el estómago lleno.

 

La pegatina

 

Lo que es una simple pegatina que nos encontramos en un vagón de metro, puede esconder una historia interesante detrás de la misma. A la vista, un fondo blanco y caracteres chinos de trazo negro, lo único reconocible para la mayoría es el número 47. Podía reconocer algunos caracteres pero ni de lejos llegar a su significado completo (tengo que aprender más) y quedándome con la intriga por conocer el significado.
 

Hoy en día con el poder de las redes sociales, uno puede hacerse una pregunta y tenerla resuelta en cuestión de segundos. La curiosidad me llevó a lanzar un pensamiento al aire en twitter sobre esta foto y con la ayuda de @siutung obtener el significado de la pegatina misteriosa.
 

A todas estas no he comentado cómo sucedió la acción cuando una persona ponía la pegatina de forma digamos, discreta, pero que no pasó desapercibido ante los ojos de unos cuantos viajeros entre ellos yo y que luego intercambiamos miradas de sorpresa al presenciar dicha acción. Dos mujeres sentadas tranquilamente y de repente una de ellas se levanta y la deja ahí tal cual; se sienta y como si no hubiera pasado nada. Digamos una forma de protesta silenciosa y que es visible antes los ojos de miles de pasajeros que hacen uso del metro cada día.

La cosa no quedo ahí, y ante la sorpresa de los presentes hubo un chico occidental (diría que británico por su acento) que se acercó a las dos mujeres antes de que estas se bajasen en su parada. Les comentó que si querían hacer alguna protesta que mejor lo hicieran en público y no aprovechando las paredes del metro para ir dejando mensajes. Razón no le falta y es que, por mucha libertad de expresión, hay que respetar el transporte público. Seguro no les gustaría que alguien les pegase algo en la puerta de su casa, por ejemplo, no?

Entiendo que la gente esté disgustada por la situación de Japón y muchos piensan que se ocultan cosas, pero creo que tampoco es forma, bastante han tenido con tremendo suceso y no es momento de culpar a unos u otros, ¿no creen? apoyarse y salir adelante. Destacar como siempre la solidaridad de la gente de Hong Kong con todas las familias afectadas, siempre se portan del diez.

Y para dar una nota algo más alegre para finalizar esta entrada, tampoco quería pasar por alto la otra pegatina, algo más «legal», aunque no relacionada directamente con el tema de hoy. Interesante exposición de PIXAR de sus 25 años en el mundo de la animación, habrá que pasarse no?

 

Pateando

 

Una de las visitas imprescindibles en Bangkok es la del complejo del Gran Palacio donde se encuentra el templo de Wat Phra Kaew (templo del Buda de Esmeralda). Los edificios reconocibles fácilmente en la distancia, su estructura peculiar puntiaguda y los bordes de los tejados, particular del estilo tailandés en los templos.

La construcción de este templo se iniciaría en el año 1785 durante el reinado de Rama I, el cual decidió trasladar la capital desde Thonburi hasta Bangkok. Uno de los pasillos nos lleva hasta uno de los laterales del complejo, eso sí, antes de entrar debemos asegurarnos de haber adquirido nuestros pantalones largos ya que es una costumbre de respeto al entrar en las instalaciones. Basta con pagar un depósito de 200 bahts que nos será devuelto a la salida.
 

El paso de los turistas de un lado a otro mientras los locales hacen sus ofrendas. El silencio es una constante, a veces sólo interrumpido por el sonido de algunos rezos de los monjes. El calor aprieta y a veces es necesario buscar la sombrita que ofrecen los rinconcitos de los edificios, tomar un poco de agua y seguir recorriendo el complejo.
 

 

 

Nos encontramos con una réplica del templo de Angkor Wat de Camboya, ya que, la cultura tailandesa y la camboyana comparten orígenes.
 

 

El lugar está repleto de detalles que vale la pena observar. Trabajo minucioso, pieza a pieza y todas en armonía. Los colores verde, rojo o azul y sin dejarnos el dorado; se reflejan con los rayos del sol, figuras resplandecientes día tras día. Es todo un trabajo de filigrana.
 

 

En su edificio principal se encuentra el pequeño buda de esmeralda que originalmente fue creado en la India, pasando por Laos y acabando finalmente en la capital tailandesa. Es todo un símbolo para el pueblo. Ahí lo podemos ver al fondo sobre su trono y con uno de los mantos que acostumbra a llevar. La foto no es todo lo buena que me gustaría, y es que en el interior no está permitido sacar fotos y uno debe aprovechar antes de entrar al interior del recinto. Ahh! y otro dato, cuando nos sentemos, nuestros pies no pueden apuntar hacia el buda, tienen que estar recogidos hacia un lado o mirando hacia atrás en señal de respeto.
 

No pueden faltar los grabados en las paredes de los pasillos interiores, de gran riqueza. Se pueden ver representadas escenas de batallas en medio del campo, de fondo templos junto con montañas y árboles. A veces parece como si quisieran salirse de la pared..
 

Lugar fresquito para sentarse y descansar, que hace falta ya que aún quedan más cosas por ver. El templo con el buda era sólo una parte, pero ya va quedando menos.
 

La otra joya que nos quedaba por visitar es el Chakri Mahaprasad Hall, edificio de estilo renacentista italiano. Una mezcla entre lo local y lo europeo, edificio que sigue siendo usado activamente para oficiar algunas ceremonias y es custodiado en su exterior por unos guardas de aspecto impecable.
 

 

Y esto sólo era el comienzo de nuestro día de pateo. Aún quedaba cosas por ver, sigan atentos.

 

Mi favorito

 

De entre tantos edificios que pueblan la ciudad, repartidos entre la isla de Hong Kong y la península de Kowloon, hay bastante donde elegir en cuanto a estilos arquitectónicos. Desde los más modernos como el ICC hasta otros que a pesar de su aspecto ya llevan más de 20 años en pie y lucen igual que desde el primer día.

¿Se imaginan cómo sería la ciudad 50 años atrás? desde luego que el panorama era bien distinto del actual. La falta de espacio y el ingenio han hecho de la ciudad una tierra de rascacielos. Cientos de metros que se pierden en el cielo, edificios que dan cabida a: oficinas, negocios y viviendas. Casi a la par con Nueva York, otro de los lugares del planeta conocido por su elevado número de edificios altos.

No sabría decirles cuantas veces habré nombrado este edificio pero seguro que les es más que familiar. Su nombre: International Finance Centre 2 o IFC 2 que se engloba dentro del conjunto formados por el IFC 1, el centro comercial IFC y el hotel Four Seasons. En un día de cielo azul, se alza majestuoso hasta la altura de 415 metros de altura (88 plantas), el segundo edificio más alto de la ciudad.
 

Obra del arquitecto César Pelli y abierto al público en el año 2003. En su interior algunas compañías y bancos de prestigio tienen sus oficinas, tales como: BBVA, Bank of America, BNP Paribas, Ernst & Young… el sitio ideal que está a mano de todo, el corazón financiero de la ciudad. Con buena transporte por parte de la estación de HK (línea de Tung Chung y Airport Express), además de tiendas y otros servicios del centro comercial.

No nos podemos olvidar de su hermano pequeño, el IFC 1, que suele permanecer un poco en la sombra.
 

Desde una de las terrazas que hay a los pies del IFC 2, podemos contemplar el mar de edificios que se extienden hacia el interior de la isla. Yendo desde el distrito de Central y adentrándose hacia Wan Chai y Causeway Bay.
 

Como no, la gente aprovecha los días de buen tiempo como este para disfrutar del solecito mientras toma algo y charla con los amigos, y de paso podemos coger un poco de colorcito. Un sitio ideal para llevarnos nuestro almuerzo y sentarnos en alguna esquinita o bien haciendo uso de las mesas del RED bar que son para uso público, todo un acierto.
 

Ni que decir que las vistas hacia el lado de Kowloon es otro de su punto fuerte. Al fondo, solitario el ICC, el único que la hace sombra. Diseños bien distintos que los hacen únicos en su especie.
 

¿Cuál de los dos elegirían? yo ya lo tengo claro 😀