Rural

 

La esencia de la isla en sí nos encantó pero algo que disfrutamos más aún fue el poder adentrarnos en pueblecitos de montaña muy bien conservados y con un encanto especial. Empezamos la ruta desde la zona sur-oeste de la isla y subimos en dirección a Soler situado más al norte. La carretera nos iba guiando a medida que ascendíamos, monte por todos lados y con pocos coches en el ascenso y de vez en cuando algunos que venían de vuelta, puede que de camino al centro de la ciudad u otros núcleos de población cercanos. Me imagino aquellos que vivan en medio del monte, un sitio ideal para estar aislado de todo pero una pequeña odisea cuando se trate de ir a comprar cosas, algo que me recuerda a algunos sitios del sur de Tenerife. Lo que empezó como un día algo gris, más tarde se convertiría en un día de cielo azul y sol radiante.
 

El paisaje en sí merecía que a cada poco tuviéramos que parar y sacar algunas fotos. La vista de la costa con el verde de la vegetación y de repente el vacío, rocas afiladas y más abajo el mar rompiendo con fuerza. Se notaba el soplo de la brisa y de vez en cuando algo de bruma pasaba de largo, se notaba que habíamos cogido altura.
 

 

Creo que apenas habíamos hecho una hora de camino y aún nos quedaba por recorrer. La carretera sinuosa, de esas que uno se tiene que tomar con calma. Algún tramo de bajada y al poco ascendíamos de nuevo, con alguna paradita más de por medio para estirar las piernas.
 

Al paso por una zona menos elevada en la que poco a poco se va divisando un pueblecito entre la vegetación, apenas unas pocas casas lo conforman mientras la bruma de las montañas observa desde lo alto. Ahora toca del pedal del freno, casi sin tener que acelerar nos vamos dejando llevar por la inercia mientras atravesamos zonas de vegetación con arbustos y también olivos.
 

La zona gris del día terminaría más adelante, el cielo más despejado y otro verde ante nuestros ojos. La disposición escalonada del terreno y a modo de terrazas descendiendo por los laterales del terreno. Puede que sea para el cultivo de la uva. Desde la distancia en la que estábamos no se podía apreciar del todo bien.
 

Y las fachadas de las casas de los alrededores, todo en piedra como antaño y con portalones de madera, súper bien cuidado todo. Anda que vivir en una de estas, seguro que son de lo más acogedoras por dentro. Nada como las casas de antes 🙂 Un pueblo de paso que en apenas un momento, que tan pronto entrabas, ya estabas saliendo, pero con un entorno muy acogedor.
 

Con unos cuantos kilóemtros ya recorridos y la hora de comer acercándose, lo mejor era hacer una paradita más seria. El nombre del pueblo Deià, un lugar excelente. Rodeando de pinos, con casas preciosas y donde comimos de maravilla.
 

La carretera estrechita que pasaba por mitad del pueblo y con muy poco sitio para aparcar, con un guardia vigilando que todo el mundo respetase las zonas de aparcamiento. Nos tuvimos que ir un poco más hacia el final del pueblo y regresar caminando, pero al menos con garantías de no encontrarnos multa a nuestro regreso. El pequeño paseíto desde el coche hasta el núcleo urbano, una buena excusa para poder ver los negocios locales como restaurantes o tiendas con productos de la zona.
 

 

Cada pocos metros algún cartel en la pared con los platos del menú del día. Ya iba apeteciendo comer algo y tomarse algo fresquito a la sombra. Después de ver un par de sitios, encontramos el nuestro ¿podrán esperar a la siguiente entrega? …
 

 

9 comentarios en «Rural»

  1. Pingback: Bitacoras.com
    1. Parece que llevo desde diciembre deseando que llegue el verano, no? bueno, no tanto, pero es que la cantidad de cositas que vimos en Mallorca no tienen desperdicio y eso que estuvimos en Julio…aisss

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