Caía la noche

 

Después de las buenas sensaciones del primer día habiendo disfrutado con las inmersiones y nuestra estancia en el hostal, nos quedaba la incógnita de dónde pasaríamos la noche. Con nuestras cosas abordo de nuestra fiel «Karimata 5«, así es como se llamaba nuestra embarcación, poníamos rumbo un poquito más al norte y aprovechando los rayos de sol del atardecer. Como siempre, nuestro amigo no perdía de vista el frente por si hubiera algo más adelante y tener que reducir la velocidad del motor. Frecuente que en mitad de la nada, el nivel del mar fuera algo inferior con algún banco de arena y había que tener cuidado, especialmente cuando hay menos visibilidad.
 

Los reflejos del agua y los tonos de la luz con las nubes haría que ese atardecer fuese mágico. Formas caprichosas, el salpicar del agua y el run run de nuestro bote, de resto nada más. Paz absoluta.
 

Una caseta flotante que hace de estación de vigilancia. Una buena forma de controlar el paso de barcos por la zona y también para mantener señalizada durante la noche como referencia. Cuando es noche cerrada cualquier guía es buena y en medio del mar, aún más.
 

 

El agua en total calma y sólo perturbada por nuestro paso. Estaba cual plato y por momentos parecía hasta como si una especie de nube nos llevase sobre el agua, una sensación de lo más extraña pero curiosa a la vez.
 

Dani y yo posamos sonrientes mientras el sol nos alumbra. Habíamos cogido ya algo de colorcito, y es que nunca hay que descuidar el ponerse crema solar porque a nada que uno esté fuera y aunque esté nublado, el sol pega cosa fina. Por suerte no tuvimos que lamentar que ninguno de nosotros nos quemásemos, sólo un ligero tono sonrosadito, jeje..
 

Alberto tampoco quería perderse el espectáculo y se ponía lo más adelante posible y tener una buena panorámica del sol mientras se iba escondiendo poco a poco.
 

La transición de colores en el cielo, algo increíble. Nosotros en medio de la nada y con la vista perdida. El sol quería decir adiós por hoy y se iba oscureciendo. Los tonos amarillos-anaranjados dieron paso a otros rosados, dentro de nada se haría la noche por completo y luego, las primera estrellas.
 

 

 

A todo esto, aún nos quedaría un ratito hasta dar con nuestro lugar de refugio para esa noche. ¿Dónde atracaríamos? Por lo pronto, lo que no iba a faltar era comida, que ibamos con buenas provisiones. Nuestro chef Dani se puso manos a la obra con el pequeño fogón y en pocos minutos tendríamos nuestra cena.
 

El asunto de dormir vendría más tarde, ya nos apañaríamos, aunque tuvimos una buena hospitalidad inesperada. Nunca se sabe cuando va a ser útil un idioma y en esta situación, fue de lo más curiosa la anécdota 🙂

 

Al fresco

 

En la escapadita que hicimos a finales del mes de febrero a Kota Kinabalu, el último día al tener el vuelo por la tardecita a eso de las 4 y teniendo el aeropuerto a poca distancia, decidimos que aún podíamos aprovechar el día por la mañana. Nos preparamos, un desayunito, dejar las cosas listas y hacer el check-out del hotel para luego más tarde recoger las cosas. Y casi de manera improvisada, aunque mi novia ya le había echado un ojo, dijimos de ir al hotel Shangri-La Tanjung Aru y tras mirar ràpidamente los restaurantes que tenían, decidimos ir a uno de ellos «Coco Joe´s Bar & Grill». Lástima que no estuviese abierto el italiano pero sólo abría para la hora de la cena.

Dicho y hecho, desde la recepción del hotel nos llamaron un taxi y nos dirigimos al Tanjung Aru. Y lo que son las distancias en la ciudad, se agradece que todo esté a tan sólo 15-20 minutos de taxi. Llegamos más rápido de lo que pensábamos, pero al menos así podríamos disfrutar de un almuerzo más tranquilo y luego ya de rumbo al aeropuerto ya que nos trajimos el equipaje con nosotros. Una vez llegados, dejamos las maletas en la recepción y después de seguir las indicaciones, llegamos al restaurante. Elegimos sentarnos en una de las mesas bajo las palmeras, y es que el sol del mediodía se notaba, al menos con la brisa del mar se estaba bien 🙂
 

Para empezar y antes de que venga la comida, un cocktail fresquito para combatir el calor, y como es una caipirinha, nada mejor. Mi novia creo que pidió una copa de vino blanco.
 

La comida no tardó en llegar. pedimos una pizza tropical y unas alitas de pollos barbacao. Un almuerzo bastante ligero aparentemente pero que nos dejó con el punto perfecto. Prácticamente no había mucha gente en el restaurante, salvo alguna mesa que llegó justo cuando nosotros nos íbamos a ir, así que, de lo más tranquilo.
 

Aprovechamos para dar una vuelta por los alrededores de la piscina y también cerca de la playita privada del hotel. La verdad que unas instalaciones muy buenas, pero claro, el precio por noche está muy bien también, jeje… para quedarse un par de noches como mucho.
 

 

Y para resguardarnos un poco y estar al fresquito, volvimos a la zona de la recepción y nos sentamos en uno de los bares que tenía vista al jardín. Con el aire de los ventiladores y la brisa que corría, se estaba de maravilla, hundidos en los sillones y momento copita. Creo que el vuelo iba a ser de lo más relajado.
 

 

 

¡Qué mejor forma de darle la despedida a KK antes de irnos al aeropuerto! Ahora si estábamos listo para coger las maletas y facturar. Para nuestra sorpresa, el trayecto del taxi de apenas 5 minutos. No nos imaginábamos lo al ladito que quedaba. Todo un acierto haber venido.

 

Corte rápido

 

Aún recuerdo las primeras veces que me corté el pelo y recuerdo con simpatía alguna de esas experiencias. Llegar a una ciudad nueva y uno que está acostumbrado a su peluquero de toda la vida en casa, y es entonces cuando tenemos que buscar otro sitio que nos inspire algo de confianza para dejar nuestros pelos en buenas manos, esperemos. Con el paso del tiempo descubrí algunos sitios aunque desde que di con estas peluquerías de corte rápido, es mi lugar preferido para quitarme un peso de encima.

Por lo general están situadas en los centros comerciales o cercanías de las paradas de metro. La primera de ellas a la que fui, era cuando vivíamos en Olympic hace cosa de unos 2 años y pico. Me pillaba de camino a casa y siempre que pasaba. Una peluquería bastante popular y siempre que pasaba las colas eran habituales y en especial en vísperas del Nuevo Año Chino. Yo creo que iría dos o tres veces en el tiempo que viví por la zona, pero luego al mudarnos a Tung Chung, si que solía ir de vez en cuando si me pillaba de camino a Mongkok. Sin embargo, se agradece que tengas uno un poco más cerca y aunque no es en Tung Chung, en la estación de Tsing Yi (que he estado cantidad de veces) descubrí en una de las esquinas otra de las cadenas de corte exprés «QB«. Corte en 10 minutos y por tan sólo 50 HK$ (sobre 5 euros)
 

Un modelo muy rápido en el que para realizar el pago tan sólo tenemos que usar nuestra tarjeta Octopus o introducir un billete de 50 HK$, con lo que nos dará nuestro recibo y sólo tendremos que esperar nuestro turno. Y son tan rápìdos como dicen, hasta he visto hacerle un corte de pelo a una chica en ese espacio de tiempo. Pero tranquilos que si se pasa del tiempo, no nos van a cobrar ningún extra aunque para algunos un tanto peludos, si que debieran, jeje.

Esta cadena es originaria de Japón y la franquicia tienen varias implantadas a lo largo de la ciudad. Seguro que si cuando estuvieron en el país nipón les llamaría la atención una peluquería de este tipo verdad? imagino que el precio será el mismo, digamos unos 500 yenes. Igual hay alguien que me lo pueda aclarar o si han ido qué tal les pareció la experiencia 🙂

 

Buenos días Kri

 

Nuestra primera noche en el hostal había sido bastante buena dentro de lo que cabe si quitamos algunos ruidos extraños en mitad de la noche, pero nada preocupante, sólo que nos impidió conciliar el sueño durante un rato. Al menos la pasamos resguardados en una de las cabañas, sin olvidarnos el spray para los mosquitos y dejar el ventilador puesto para dormir algo más fresquitos.

La jornada del día anterior con los dos vuelos más el trayecto inicial en el barco, nos había pasado factura y nos fuimos a dormir bastante temprano. Creo que apenas eran las 10 de la noche, y es que al día siguiente, Alberto y yo debíamos madrugar porque íbamos a hacer un par de inmersiones en uno de los resort cercanos. Los primeros rayos de claridad hacía poco que había asomado, todo estaba tranquilo y tan sólo el murmullo de algunos pájaros con el leve sonido del mar con la marea un tanto baja. Agus nos esperaba en su bote para llevarnos al Raja Ampat Dive Lodge situado a unos 15 minutos en dirección este.
 

Las nubes grises cubrían la mayor parte del cielo pero a lo lejos se podían apreciar algunas franjas de tonos anaranjados haciendo presagiar que el sol se dejaría ver un poco más tarde. Nos habían indicado que la lancha para hacer las inmersiones salía a las 8 de la mañana, con lo que debíamos llegar un rato antes. A las siete ya estábamos en marcha, llegar con calma y hacer algunos trámites.
 

 

Un pequeño muellito nos daba la bienvenida al resort. Momento de atracar y despedirnos de nuestro patrón hasta dentro de unas horas. Cogimos nuestras cosas y cruzamos la pasarela que se adentraba entre los árboles en busca de la recepción y gestionar antes que nada, el pago de las inmersiones junto con el alquiler del material.
 

 

Paso siguiente, ir al cuarto de material y seleccionar: neopreno, chaleco y aletas. Tampoco nos podemos olvidar del cinturón de plomos. Una pizarra ocupaba una de las paredes con un mapa de la zona y algunas anotaciones. Imagino que en temporada alta y con mayor ocupación, los grupos de buceadores serán más numerosos y tendrán que tenerlo todo bien planificado. En cambio, ese día que fuimos nosotros, todo estaba muy tranquilo. Junto a Alberto y yo, se nos uniría un grupo de tres alemanes que eran buceadores un poco más experimentados; un poco de compañía tampoco viene mal 🙂
 

Equipo listo y a la lancha. Primera inmersión del día en marcha. Kris, nuestro divemaster, nos indicó que iríamos a un punto donde podríamos ver mantas. Confiamos en que tuviésemos suerte y ver unas cuantas. Mientras la lancha se aproximaba al punto donde nos dejaría, Kris se encargaba de hacernos algunas indicaciones de la ruta a seguir y el tiempo estimado de la inmersión. ¡Qué emoción el poder volver a bucear!
 

Mientras esperábamos para meternos en el agua, vimos como llegaba otra lancha con algunos buceadores más y no tardaría en llegar otra más, eso no era buena señal. Cuanto más gente en el agua, peor sería para intentar ver alguna manta. Los alemanes se hundieron muy rápido apenas se metieron en el agua, en cambio nosotros, con algo más al tener algo menos de experiencia. La suerte no estaría de mi lado cuando en el instante que la lancha decidió moverse al haber un grupo de mantas más abajo en el fondo, el impulso del agua con una de mis aletas (que no estaría del todo fijada) haciendo que la perdiese 🙁 y por más que nuestro instructor y su ayudante intentaron recuperarla, tuvieron que desistir. Lástima, y tener que esperar a la siguiente inmersión.

Mientras los alemanes aprovechaban su inmersión, nosotros nos quedamos en el barco haciendo tiempo y más tarde hacer una pausita y tomar algo de desayuno: cafecito y unos fritos de plátano. Nada de malas caras y con ilusión por hacer la siguiente inmersión.
 

El siguiente punto estaba cerca de la isla de Arborek y a tan sólo unos minutos de donde estábamos. Nada más llegar el agua cristalina y el fondo turquesa dejaba ver el fondo con cantidad de pececitos pasando de un lado a otro. Estábamos listos y esta vez fue todo como la seda, casi media hora de inmersión disfrutando del fondo marino. Fue una gozada poder disfrutar de ese rato a casi 12 metros de profundidad máxima y a nuestro propio ritmo, a la vez que descubríamos los secretos del mar. Nuestros compañeros alemanes fueron buenos anfitriones y uno de ellos me dio una conchita de recuerdo 🙂
 

 

Alberto y yo con cara de satisfacción después de la inmersión. No obstante, aún nos quedaba otra más que después de hablar con el resort pudimos organizar para unirnos a la salida de la tarde y así aprovecharlo, porque a la vuelta nos hubiera sido imposible.
 

Era momento de volver al resort y con un par de horas por delante, con tiempo justo de volver a nuestro alojamiento para almorzar.
 

Y si que estuvimos sincronizados porque nada más llegar, la comida recién servida 🙂 El bueno de Dani que se había quedado por la isla, nos confesó que hacía nada se había levantado. Menuda jartada a dormir que se pegó, pero hizo bien, que para eso eran vacaciones. Ahora lo dicho, a comer!!
 

 

Anda que si este buen señor nos hubiera traido un pescadito de los que llevaba, porque bueno ejemplares si que tenía. Se lo hubiéramos agradecido pero dentro de lo que cabe nos conformamos con arroz, verduritas salteadas y unas tortillitas. El pescadito seguro que caería para cenar, confiamos.
 

Mientras terminábamos de comer, el chavalín que nos acompañaba y uno de los miembros del hostal aprovechabana para pegarse una buena siesta. Seguro que hace tiempo almorzaron, aunque nosotros a esa hora, sobre la 1 y media, tampoco era demasiado tarde. El calor de esas latitudes aunque no con demasiada humedad, invitaba a quedarse en la sombrita y dejarse balancear en una de esas hamacas; es una idea tentadora.
 

En cambio, nos quedaba la inmersión de por la tarde. Poco tiempo para descansar entre el trayecto de Kri al resort (en Pulau Mansuar, isla cercana). Fuimos igual de puntuales que por la mañana pero en cambio nuestros compañeros alemanes parece que iban algo más rezadagos y nos tocó esperar un poquito. Para esta inmersión seríamos sólo un total de cuatro personas, uno de ellos se había descolgado.

Nos dirigimos al sur de la isla Kri. Si la de Arborek había sido sencillita, ésta sería un desafío para nosotros. Kris nos advirtió que la corriente sería un poco fuerte, y no mentía. Una vez en el agua, sentíamos como nos empujaba, teníamos que controlar el ritmo de las aletas y no gastar nuestra fuerzas y el oxígeno demasiado rápido. Una gran pared a nuestra izquierda que descendía hasta perderse en el fondo. Íbamos en paralelo observando el coral e intentando guardar las distancias, fue toda una experiencia aunque como dice Alberto, con algunos momentos de apuro por falta de un poco más de experiencia. No obstante fue satisfactorio, conseguimos ver una tortuga a escasos centímetros y sólo por eso ya mereció la pena el habernos sumergido.
 

Sabiendo que más tarde y a la vuelta de nuestro buceo partiríamos nuestro viaje más al norte, dejamos las cosas preparadas y no demorarnos. Teníamos que aprovechar las horas de luz, aunque no llegaríamos demasiado lejos y terminaríamos improvisando en una de las islas que nos encontramos.
 

El cielo nos quería regalar un bonito atardecer y vaya que si lo conseguiría. Este era sólo el comienzo…
 

¿Qué habrá pasado cuando la noche empezó a caer? no dejen de descubrirlo en el siguiente post. Les dejo con la intriga.