Punta de Teno

Como si se tratase de un triángulo, la punta de Teno vendría a ser uno de los vértices más alejados desde la capital y que tiene un atractivo especial. Llegar hasta el final de la isla, hasta su faro y sentir la brisa del mar; la fuerza del oleaje y sentir ese spray de gotitas que las lleva el viento.

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Para nosotros los isleños que a veces las distancias nos parecen grandes, ir hasta la punta de Teno es como quien va a pasar el día y ya que estamos, uno aprovecha para darse una vueltita por la isla como quien no quiere la cosa. Es una excusa para poder disfrutar del paisaje, de la carretera y algunas paraditas a lo largo del camino para almorzar o echarse un cafecito.

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Los Gigantes fácilmente visibles y el terreno donde se mezcla roca con algo de vegetación. Un sitio que hasta hace poco estaba cerrado debido a las obras de mejora de la carretera, en parte para prevenir los desprendimientos porque lo que se dice respecto al asfalto había unos cuantos buenos agujeros y había que ir con cuidado.

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Una pequeña calita en la que los bañistas disfrutan o bien echarse un rato al si encontramos un hueco entre los callados de la playa. Un poco de viento si que hacía ese día pero un bañito en el mes de Diciembre es todo un lujo.

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Caminando en dirección al faro, el sol está pegando con intensidad pero ya la iba quedando poco gas porque en cuestión de una hora y poco el atardecer estaría por llegar. Como quien no quiere la cosa, nos pegamos casi una horita entre las fotos y el paseo. Nada mejor después de haber almorzado y evitar la clásica modorra, sobre todo para un servidor que se tenía que poner al volante.

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Con las pilas cargadas, emprendemos el camino de vuelta por la carretera y en dirección a las cumbres de Masca para terminar volviendo por la autopista del sur. Lástima no habernos quedado para ver el atardecer que seguro fue todo un espectáculo, aunque desde las alturas si que disfrutamos de un cielo con unas tonalidades increíbles.

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El viaje si que mereció mucho la pena, en parte porque hacía muchísimos años que no había podido estar y porque también fue especial el poder enseñarles a la familia de mi mujer ese rinconcito de la isla.

En el azul

Ahora que el verano queda un poquito atrás pero que los días de otoño aún nos brindan cielos azules, es bueno recordar nuestro reciente viaje de vuelta en Tenerife y en el que pudimos descubrir cosas nuevas.

Así que nos fuimos hasta la zona de Los Gigantes puesto que desde allí partía la excursión en barco que había reservado justo después de nuestra estancia en por Buenavista. La combinación no pudo ser mejor. Salimos con tiempo puesto que la carretera es bastante movidita pero el paisaje bien merece la pena una vez se va ganando altura.

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Una vez llegados al puerto deportivo, dejamos el coche dentro del parking interior y como teníamos tiempo nos dimos una vuelta por los alrededores para hacer una paradita para unos barraquitos 🙂

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Llegada la hora, rumbo al barco y a echarnos a la mar. ¡Estábamos expectantes ante la excursión!

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Y en verdad uno se siente diminuto a medida que nos vamos acercando a los acantilados son imponentes, unos gigantes como bien dice su nombre. No en vano se alzan hasta 500 metros de altura.

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costa
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«Ahí, ahí…!» decía uno de los miembros de la tripulación. Justo hacia la derecha fue por donde aparecieron los primeros. Estuvieron muy simpáticos y nos deleitaron con unas cuantas vueltas por los alrededores del barco en lo que girábamos lentamente con el movimiento del agua.

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Pudimos verlos fugazmente pero luego volverían a asomarse un poquito más sobre la superficie.

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Uno tenía que ser bastante rápido sacando las fotos si quería capturarlos en lo que salían del agua. Por suerte una lente zoom siempre ayuda y estar con el punto de mira preparado. Creo que hubo algún delfín que incluso llego a saltar pero todo sucedió demasiado rápido.

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Después del avistamiento de los delfines nos dirigimos hacia una calita cercana que justamente es a donde va a dar la bajada desde Masca. Mucha gente opta por hacer este pateo y luego coger un barquito en el muellito para llevarles de vuelta al puerto deportivo de donde habíamos partido nosotro.

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Casualmente un buen amigo ese día estaba con su novia haciendo la ruta pero por poco no coincidimos en la zona, pero sí más tarde cuando íbamos con rumbo a Santa Cruz e hicimos una paradita en la caleta de Adeje.

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Las 2 horas de paseo en barco se pasaron volando y nos teníamos que regresar a tierra firme después de la paradita y habiéndonos dado un baño refrescante. Estuvo genial el que fuese un grupo tan reducido y así poder estar sin agobios en el barco; una experiencia que nos supo a mucho.

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Puede que les parezca mentira pero hasta aquel entonces nunca había hecho una excursión para avistar delfines o cetáceos en el mar. Era algo que a mi novia le llamaba la atención y a mi no se me había presentado la ocasión anteriormente, así que fue un buen momento para disfrutar de un tiempo genial ante la mirada de los Gigantes.

Para los que se pregunten con quién contratamos la excursión fue con la gente de El Cardón Experience. Hay una gran variedad de ofertas y empresas, además podemos ir directamente por el puerto y contratarlo si quedan plazas libres aunque a veces es mejor una reserva a tiempo.

Hasta Buenavista

Uno de los puntos más alejados desde la capital y situado en la zona noroeste de la isla y una región marcada por la gran cantidad de fincas plataneras, rodeado de un bello paisaje de montañas y mar. Así es el municipio de Buenavista del Norte que les presento en el post de hoy.

Hasta allí nos escapamos unos días para cambiar de aires y poder visitar con calma los alrededores. El trayecto hasta allí es algo de más de una hora pero con buena autopista hasta la zona de Los Realejos y luego carretera de un sólo carril por sentido, algo sinuosa pero agradable de conducir y sobre todo poder disfrutar de la costa.

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A mediada que cogemos altura podemos ver la forma de valle en el fondo, bastante verde pero a medida que subimos el aspecto va cambiando un poco. Sin duda merece la pena pararse en algunos de los miradores que hay por el camino para no perderse detalle de la geografía del terreno.

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Como decía, la vegetación en esta zona está llena de contrastes; algo más seca en las zonas altas y más propia de la zona sur de la isla.

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Es el sitio ideal para desconectar durante el fin de semana, y también desde el hotel pudimos disfrutar de unas buenas vistas. Empezando el atardecer…

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y hasta que se va haciendo de noche. Lo mejor es poder acercarse a una playa cercana para disfrutar de los últimos rayos con el sonido del mar de fondo.

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Uno de esos rincones que quizás sea poco frecuentado, lugar de paso si vamos haciendo un recorrido por el norte o bien viniendo del Sur, cerca del final de la isla con el faro de Teno como punto más extremo. Si buscan un sitio para descansar donde respirar silencio, restaurantes con buen pescadito y el encanto de un pueblo chiquito donde hay poco más que un bar en la plaza y se lleva una vida muy tranquila, éste es el lugar adecuado.

El vino de mi tierra

Por si muchos no estaban al corriente, en la Islas Canarias se produce también vino y además de una excelente calidad. Concretamente en Tenerife tenemos un total de 5 Denominaciones de Origen:

  • Tacoronte-Acentejo.
  • Ycoden-Daute-Isora
  • Valle de La Orotava
  • Valle de Guimar
  • Abona

Aprovechando nuestra estancia en la isla, decidimos acercarnos a conocer una de las bodegas de la región norte situada en el municipio de El Sauzal. Bodegas Monje es una de las que cuenta con mayor tradición en la zona y también han sabido adaptarse a los tiempos sacando otras líneas de productos y apostando por el uso de las redes sociales para potenciar su presencia. Sólo por disfrutar la vista que tenemos desde sus viñedos merece la pena ir, pero eso nada más es el comienzo.

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Lo mejor que podemos hacer es tener una visita guiada por las instalaciones para conocer un poquito más a fondo la historia de la bodega. El primer punto obligado durante la visita es la antigua bodega que es donde se empezó a crear la historia de los primeros vinos- Toneles con muchos años en los que reposan los vinos más añejos.

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Una vez la hayamos atravesado, llegamos a una zona más moderna donde encontraremos los tanques en los que se deposita el vino para su fermentación y en función de si es tinto, blanco o rosado. Y sin olvidarme que podremos ver una pequeña presentación sobre cómo se desarrolla la actividad durante un años desde que se preparan las viñas, pasando por la vendimia y el posterior tratamiento; muy interesante, y sobre todo el escuchar los sonidos de la tierra como el goteo de la lluvia, el sonido de la azada removiendo la tierra o cuando se pisan las uvas.

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Aún nos toca seguir bajando un poco más desde este nivel, y el acceso mediante esta escalera que está muy bien pensado para aquellas personas con movilidad reducida y que no se pierdan ningún detalle de la bodega. Accediendo a una zona bastante amplia en la que se pueden celebrar eventos tales como catas o cenas de empresa. No es el único espacio con el que cuentan sino que en el nivel superior tienen también un restaurante desde el que poder las vistas que les mostraba un poquito más arriba.

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salon

En este espacio tampoco faltan los toneles, estos con menos solera que los primeros pero en los que reposan algunos de los caldos que posteriormente se embotellarán para ser puestos a la venta.

toneles

En unos 20-30 minutos damos por finalizada la visita a las instalaciones pero aún nos queda lo mejor del día: la cata de vinos. Aprovechando antes que nada para dar un vistazo al restaurante que casualmente estaba cerrado el día que pasamos pero por lo menos fijarnos en los detalles como esta colección con todos los tamaños disponibles para embotellar el vino.

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1) Empezando por dos variedades de tinto, siendo el que más nos gustó el de la variedad Tradicional. Venía acompañado de una tostadita con almogrote que le daba su puntito a la combinación con el vino.

tinto
 
tapa

2) Pasando al turno del blanco y el rosado, bien fresquitos.

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vinos

3) Por último un vino de postre acompañado con un chocolate elaborado con vinagre, muy curiosa la mezcla de sabores junto con el moscatel que probamos.

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Con la cata de los vinos y una posterior ojeada en la tienda, de la cual nos llevamos un bote de almogrote, dimos por finalizada la visita a la bodega. Un trato muy amable por parte del personal que nos atendió y muy informativos en todos momento. Ya sólo nos quedaba por acercarnos un poquito a las viñas, y justamente éstas nos indicó el chico que nos explicó durante la visita que eran ya centenarias, imagínense!

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Para los que sean tanto amantes del vino como los que no, el poder visitar una bodega algo más cerca es algo que no debiéramos de dejar pasar la ocasión. Digamos que es algo que puedo tachar de mi lista de cosas por hacer pero sin duda me gustaría repetir si se prensetase de nuevo la ocasión en el futuro, no sólo en Tenerife en otra de las islas o algún otro destino del globo.

Si alguna vez fueron a Tenerife y se fueron sin visitar unas bodegas, ya saben que para la próxima tienen una visita pendiente y como no disfrutar de unas copitas con buena comida, eso que no falte.