Larga noche

 

Hora de poner rumbo al sur de Tailandia con destino final en la pequeña isla de Koh Tao, pero antes nos esperaba un trayecto interesante. Para comprar los billetes de tren, confiamos en internet y en la buena fe de la agencia Thailand Train ticket, que una vez realizada la compra nos entregaría los billetes en el hostal donde teníamos pensado alojarnos durante nuestra estancia ese fin de semana en Bangkok. Y la cosa salió bien, pero lo mejor estaba por venir.

Después de haber pasado el fin de semana recorriendo las calles de la ciudad, entre turisteo y un poco de vida nocturna, el domingo a la noche emprendíamos la marcha. El punto de partida era la estación de trenes de Hua Lamphong.
 

Nuestro tren salía a las 19.30 horas pero llegamos a la estación como con casi 1 hora y media de antelación. Tiempo suficiente para ubicarnos, enterarnos desde qué andén salía el tren y buscar un sitio para comer algo. La actividad de un domingo tarde era bastante animada, gente tanto en los bancos como en el suelo y pendiente de los paneles o los avisos que se escuchaban por megafonía, aunque la verdad no muy claros.
 

El tiempo avanzaba lentamente, las seis y media marcaba el reloj mientras disfrutábamos de un pad thai y un arroz frito con algo de agua y jugo de sandía. Reposar la comida mientras llegaba la hora.
 

Nos habían avisado que debíamos estar unos 20 minutos antes de salir. Ya teníamos ubicado nuestro tren y ahora ibamos en dirección hacia nuestro vagón. Más gente nos acompañaba y se iba subiendo a su vagón correspondiente. Ya sólo ver el tren por fuera, hacía presagiar que sería aún más interesante por dentro.
 

Alberto con los billetes en mano iba inspeccionando los números de las literas en busca de las que nos habían asignado. El interior del tren hablaba por sí solo. Me pregunto de qué año sería el tren en cuestión. Con lo básico, pero suficiente para estar medianamente cómodos durante las horas que pasaríamos allí.
 

 

Último vistazo a la estación desde el interior del vagón, dentro de poco comenzaría nuestro viaje rumbo a Chumphon. Por delante, unas ocho horas de viaje que al final sería dos horas más de las esperadas, gracias al revisor que nos recordó cuando llegaríamos a la estación, aunque llegó a ser un poco inquietante eso de habernos quedado parados en medio de la nada, Alberto en su relato no se dejó ningún detalle por contar, les recomiendo que lo lean si es que no lo han hecho ya.
 

Con el traqueteo del tren después de iniciar la marcha, cervecita en mano mientras se siente la brisa que entra por la ventana. Un poco de palique con nuestros vecinos de litera, unos chinos que iban de camino a Koh Samui a pasar unos días de relax. Poco a poco la gente iba pidiendo que les montaran la litera, dicho y hecho uno de los trabajadores del tren con un arte tremendo, iba montando litera tras otra. Sábanas y almohada incluída, un fenómeno.

Sobre las 9 y poco de la noche cuando se iba notando algo de cansancio, tiempo perfecto para irnos a dormir. Una hora no del todo habitual pero había que darle descanso al cuerpo para el resto de viaje que nos quedaba. El aire del ventilador nos permitiría dormir algo más frescos, una opción mejor que la del aire acondicionado que a veces puede llegar a ser de un frío algo extremo. Eso sí, me extrañó que no apagaran en ningún momento durante el trayecto las luces del pasillo, pero se pudo conciliar el sueño sin problemas.
 

Próxima parada Chumphon y… barquito hasta Koh Tao. Ya queda menos 🙂