Como si se tratase de un triángulo, la punta de Teno vendría a ser uno de los vértices más alejados desde la capital y que tiene un atractivo especial. Llegar hasta el final de la isla, hasta su faro y sentir la brisa del mar; la fuerza del oleaje y sentir ese spray de gotitas que las lleva el viento.
Para nosotros los isleños que a veces las distancias nos parecen grandes, ir hasta la punta de Teno es como quien va a pasar el día y ya que estamos, uno aprovecha para darse una vueltita por la isla como quien no quiere la cosa. Es una excusa para poder disfrutar del paisaje, de la carretera y algunas paraditas a lo largo del camino para almorzar o echarse un cafecito.
Los Gigantes fácilmente visibles y el terreno donde se mezcla roca con algo de vegetación. Un sitio que hasta hace poco estaba cerrado debido a las obras de mejora de la carretera, en parte para prevenir los desprendimientos porque lo que se dice respecto al asfalto había unos cuantos buenos agujeros y había que ir con cuidado.
Una pequeña calita en la que los bañistas disfrutan o bien echarse un rato al si encontramos un hueco entre los callados de la playa. Un poco de viento si que hacía ese día pero un bañito en el mes de Diciembre es todo un lujo.
Caminando en dirección al faro, el sol está pegando con intensidad pero ya la iba quedando poco gas porque en cuestión de una hora y poco el atardecer estaría por llegar. Como quien no quiere la cosa, nos pegamos casi una horita entre las fotos y el paseo. Nada mejor después de haber almorzado y evitar la clásica modorra, sobre todo para un servidor que se tenía que poner al volante.
Con las pilas cargadas, emprendemos el camino de vuelta por la carretera y en dirección a las cumbres de Masca para terminar volviendo por la autopista del sur. Lástima no habernos quedado para ver el atardecer que seguro fue todo un espectáculo, aunque desde las alturas si que disfrutamos de un cielo con unas tonalidades increíbles.
El viaje si que mereció mucho la pena, en parte porque hacía muchísimos años que no había podido estar y porque también fue especial el poder enseñarles a la familia de mi mujer ese rinconcito de la isla.