Cada mañana cuando voy de camino a la estación de metro, me fijo en algunos árboles de mi calle. Justo al otro lado de la acera por la que voy, se alzan unos cuantos metros y el colorido de sus hojas me llama bastante la atención. Quizás a pie de calle pasen un poco desapercibidos, pero desde el paso elevado que cruza la calle hay mejor vista.
Aunque ya la primavera sea la estación actual, no me dirán que los colores parecen como si fuese otoño. A pesar de que no protejan con mucha sombra al no ser muy frondosos, su colorido es sin duda el punto fuerte.
La calle suele estar bastante transitada, por donde pasan varias líneas de guaguas y hay varios colegios cercanos. Justamente al otro lado de la calle es donde viven los padres de mi mujer. Eso seguro que les resuelve muchas dudas a los que se preguntaban por qué vivo tan al norte (pero no está tan lejos en realidad).
Por zonas verdes no nos podemos quejar, puesto que tenemos el parquecito al que solemos ir bastante a menudo. Un buen espacio para pasear, para los niños jugar e incluso con una cancha de fútbol. Rodeados de árboles de lo más variado.
Puede que parezca algo tonto, pero es de esas cosas que le dan un toque especial a cada día. Ver el paso de las estaciones en los árboles de mi calle. Haga frío o calor, llueva o no, con más o menos hojas. Por cierto, que no sé qué tipo de árbol es; todo será cuestión que me fije a ver si tiene una plaquita. Porque aquí está todo muy bien etiquetado y/o catalogado, incluso las pendientes (ya hablaré de esto otro día).