Camino de vuelta (y II)

 

Después de dejar atrás Pef y su resort, no habiendo conseguido el objetivo del almorzar, qué mejor cosa que coger rumbo. En unas horitas más estaríamos de vuelta en Pulau Kri, que si recuerdan, había sido nuestro primer punto de parada al inicio de la travesía. El camino que tomaríamos cambiaba un poco respecto al trayecto de ida y decidimos hacer la variante a través de un estrecho que conecta por el interior.
 

Un pequeño canal de unos pocos metros de ancho por el que pueden pasar barquitos como el nuestro y que luego poco a poco se va ensanchando. Salpicado con algunos islotes y muy poco transitado. En nuestro paso por el estrecho tan sólo nos toparíamos con un botecito en el lateral que estaba afanado con algunas labores de pesca.
 

Bueno, miento, nos encontraríamos con un curioso poblado a las faldas de esta montaña. Casitas de madera de aspecto muy frágil y algunas con parte en el mar. También algunos botes de pesca que reposaban, pero sin rastro de personas.
 

Me pregunto cuándo y cómo habrían llegado los primeros pobladores de esas casitas. Si acaso dos o tres familias vivirían. Desde luego que la pesca sería uno de los medios de vida principales y otros productos tendrían que ir a buscarlos por las cercanías o hasta Sorong que queda unas horitas alejado.
 

La esencia de las cosas sencillas. Seguro que a sus habitantes de nada les falta y tan felices como la gente de Mutus. Cosas así dan mucho que pensar. Uno que viene de un sitio acostumbrado a tantas cosas y de forma inmediata, a veces nos olvidamos de gente como esta que vive a la antigüa usanza y es como si el tiempo no hubiera pasado.
 

Con tanto tiempo dentro del barco, tampoco faltaba la diversión. Aquí Alberto se estaba columpiando un rato, mientras que Dani aprovechaba para coger algo más de solito, aunque parece que el solito que nos acompañaba desde la mañana se había escondido un poco con algunas nubecitas grises pero sin amenza de lluvia, eso sí, con calor todo el rato.
 

Todo quedaría atrás cuando viéramos aparecer el muellito en Kri de nuestro hostal, en el cual nos habían acogido tan amablemente. Sin problema alguno para coger cabaña para dos noches más, seríamos los únicos residentes. Veníamos con unas ganitas de comer que ni se imaginan, sólo quedaba hacer tiempo para la cena y no veas cómo de bien recibiríamos ese arrocito con verduras. Creo que hasta tuvimos pescadito, no chicos?

Mientras recibíamos la llamada de la cena, poco más podíamos hacer que contemplar cómo iba terminando un nuevo día. Era jueves por la tarde y nuestro avión desde Sorong salía el domingo por la mañana. El día del viernes nos podríamos permitir el no hacer nada y levantarnos un poquito más tarde, disfrutar de la playa con algunos bañitos y tomando el sol.
 

Mientras tanto, el cielo nos dejaba una bonita estampa para recordar siempre: la de sus atardeceres. Era la segunda vez que veíamos cómo se escondía el sol desde Kri y a cada cual más bonito. Precioso contemplar las tonalidades del cielo, un espectáculo.
 

 

 

Tanto relax tuvimos que ese día no toqué la cámara de fotos prácticamente. Nos dimos un paseo hasta un resort un poco más allá de nuestro hostal. Prácticamente vacío pero nos encontramos con algunos de los empleados que nos ofrecieron un poquito de agua mientras descansamos en una de las cabañas. Poco más que hacer por los alrededores y tan sólo retornar para tumbarnos en la arena, y esperar a la hora del almuerzo. Qué vida tan perra verdad? jeje, y la amiga hamaca una de las mejores cosas 🙂
 

Nuestra fiel Karimata que había aguantado el trayecto como una campeona, también se merecía un descanso y así de paso, el bueno de Agus no pondría peros respecto a la gasolina. De todas formas, esa misma tarde de viernes que se nos ocurrió a hacer un poco de snorkel no muy lejos, montón una escenita de gañaneo típica pero al final optó por comprar un extra de gasolina pagado de su bolsillo, porque según él estaríamos justos de gasolina para llegar a Sorong. Todo se vería..
 

Anochecía y sabiendo que mañana partiríamos hacia Sorong y siendo nuestra última noche en Kri. Echaríamos de menos nuestro hostal y su gente, igual la comida un poquito también. Se habían portado muy bien con nosotros y gracias a Dani que les batalló el precio para dejarnos la habitación por tan sólo 350.000 rupias en total, en vez de por cabeza que era lo que decía la guía. Un precio más que razonable por el alojamiento y con las comidas incluídas.
 

Al día siguiente saldríamos a eso de las 10-11 de la mañana y en cuestión de unas 3 horitas vendríamos llegando a Sorong. Parece mentira que había pasado una semana desde que saliéramos desde ese puerto y nos encontrásemos por primera vez con Agus y compañía. Sólo nos quedaba sacarnos una foto de familia para recordar ese momento.
 

Igual muchos se preguntan: ¿qué tal es la ciudad de Sorong? sinceramente poco que añadir, no tiene mucho de especial sino que es un lugar de paso para viajeros y con bastante actividad con sus tiendas, puestos callejeros y restaurantes. Un poquito sucia en algunas zonas pero con gente cordial. Decidimos dar una vuelta después de haber encontrado nuestro hotelito. Primero subido en una de esas pequeñas furgonetitas que hacen la vez en transporte colectivo y a la vuelta decidimos andar para hacer la digestión de nuetro menú de KFC y luego la cena en un restaurante local.

Entre medias hasta tuvimos tiempo de conocer a unos chavalitos que jugaban al fútbol y nos propusieron unirnos a ellos. Dani y Alberto no se lo pensaron dos veces y dieron algunos toques con ellos, aunque con la humedad del ambiente y por falta de calzado adecuado (Dani iba en cholas), decidieron dar por terminado el partido. Ni qué decir lo mucho que disfrutaron los chicos con esos minutitos.
 

Seguimos nuestro camino hacia el hotel a medida que anochecía, esperando coger algunas horas de sueño antes de ir al aeropuerto al día siguiente. Eso si el karaoke que teníamos en el hotel nos dejaba, en fin. Aguantaríamos como buenamente podíamos, pero por quejarnos un poquito y así Dani darle palique a los de recepción metiendo un poco de presión, jaja.

Echando la vista atrás, habían sido días muy cargaditos de experiencias y conociendo gente nueva. Paisajes increíbles, buceo y desconexión. Unas vacaciones con compañeros excelentes y que siempre recordaremos. De vez en cuando entra un poco de morriña viendo las fotos. Y lo bien que sabe decir: «Yo estuve ahí».

¡Hasta la próxima aventura!

 

8 comentarios en «Camino de vuelta (y II)»

  1. Pues para apenas haber sacado la camara, tienes unas buenas fotacas, la verdad 😀

    Y hay que ver que «señoritos» tus colegas, que por falta de calzado adecuado dejan de jugar al futbol… pero si los niños estan descalzos tambien!!! jejejejeje

    1. El jueves en la primera etapa si que saqué y sobre todo no podía perderme ese atardecer. Ya el viernes fue relax total 🙂

      Doy fe que jugaron un ratito, pero para los chavales que están acostumbrados, y uno de nosotros en cholas con ese cesped alto, no era fácil. No obstante, sudaron lo suyo en apenas unos minutos. Y al final hasta se sacaron una foto con su móvil 🙂

  2. La puesta de sol desde Kri era increible, qué colores. Ais, como echo de menos el homestay, mira que estábamos bien a gusto allí sin hacer nada tirados al sol comiendo pescadito y arroz con verduras. Luego al llegar a Sorong nos tocó dormir en el agujero más infernal del sudeste asiático. Qué contraste, y no deja de ser curioso que para llegar al paraíso antes haya que pasar por el infierno.

    En esos últimos momentos recuerdo que nos daba ya todo igual porque el viaje nos había dejado un buen sabor de boca que todavía perdura, viendo las fotos, recordando anécdotas.

    Me parece, amigo, que vamos a recordar este viaje durante mucho tiempo en nuestras vidas. 🙂

    1. Lo del hotel de Sorong fue todo un contraste, pero al menos era tan sólo para una noche. Un cutrerío total, pero ya puestos, nos daba igual todo. Poder descansar un poquito para coger el avión al día siguiente y de vuelta en Jakarta.

      Parece mentira que hayan pasado ya tres meses. Poquito a poco hemos ido desgranando la aventura de esa semana de viaje. Su recuerdo permanece aún muy vivo.

  3. Vaya fotazas te has marcado en esta entrada. Las del atardecer anaranjado me han parecido sublimes… no quiero ni pensar cómo sería verlo en vivo.

    1. Son de esos momentos en los que uno no se cansa de darle al disparador y luego a la hora de seleccionar a uno le cuesta elegir. El feeling de verlo en persona y tenerlo grabado en tu retina, no tiene precio e intentar transmitir eso a través de las fotos no suele ser tarea fácil, seguro lo sabes bien. Gracias por el cumplido.

      Un abrazo

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