El final del viaje estaba cada vez más cerca, y es que después del trayecto en tren, sólo nos quedaba por coger un barco que nos dejaría en la isla de Koh Tao, nuestro destino final.
En estos viajes, lo mejor es tomarse las cosas con paciencia ya que las prisas no conducen a nada. Bájate del tren, esperar un rato en la estación hasta que nos indiquen hacia donde debemos ir. Al menos, estaba todo bastante organizado, aunque fuera en plan ganado con la correspondiente etiquetita para no extraviarnos. La guagua que nos llevaría hasta el ferry, casi otra media hora pero cuando uno llega a la costa y ve el mar, momento en el que el sol empieza a despertar: no tiene precio.
Un puentecito de madera de apariencia frágil nos llevaría hasta el ferry que espera a sus ocupantes para poner rumbo. Un nuevo día ha despertado, con algo de cansacio en el cuerpo pero sabiendo que queda menos, vaaamos!
Colocar las maletas, buscar asientos libres mientras el barco se va llenando y se prepara para salir, parece que ya no queda nadie más. El aire acondicionado a tope y yo con mi suéter en la maleta sin haberlo podido sacar antes. En cambio Alberto sí que había sido más previsor y se encontraba más confortable con un suéter que sacó a tiempo. Al menos, la travesía no va a durar mucho y pronto podremos disfrutar de la cálida temperatura exterior. Mientras tanto no viene mal echar una cabezadita.
Al cabo de 1 hora y media, si no recuerdo mal, llegábamos a la isla de Koh Tao con una primera parada en el resort ubicado en Koh Nang Yuan, unos pocos viajeros se bajan y continúamos en dirección a la siguiente parada, la nuestra. Allí nos esperaba una furgoneta que nos llevaría hasta nuestro alojamiento Ban´s Diving Resort. Qué ganas de dejar las cosas y poder estirar las piernas un rato, ¿hace ir a la playita? Dicho y hecho… ¿Y lo siguiente? un jugo fresquito de mango y otro de sandía. ¡Perfecto!
Habíamos llegado a Koh Tao, yo creo que no eramos conscientes, no? Curso de buceo, allá vamos. Pero eso ya sería a la tarde cuando empezaríamos las primeras lecciones. Eva, Sebastián y Gerardo nos acompañarían durante los siguientes días durante las clases y las prácticas. Un placer que los tres se portaran tan bien con nosotros. Si están con el gusanillo de aprender a bucear y empezar con el curso de Open Water, no dejen de visitar la Viajar y Buceo. Si van a Koh Tao, no dejen de visitarles.
Ahora empezaba lo bueno 🙂
Esa última foto es bestial Javier 😛
Unos juguitos bien refrescantes, aunque ahora que miro la foto de nuevo, creo que eran batidos jeje
Adoro Asia jejeje un paraíso y a bucera, eso es vida 😉
A pesar de que el tiempo no era el ideal durante los días que estuvimos, pudimos disfrutar de algo de solecito cuando no estábamos en clase o bajo el agua. Disfrutar de esos ratitos.
Muy buena entrada… pero lo más bestia son esos 2 jugos, que buena pinta que tienen!
Tú al igual que Quicoto, jeje. Con uno solo no es suficiente, otra rondita 😀
Jajaja.. cierto, me llevó un rato ser consciente de que estábamos en Ko Tao. Vaya empanada llevaba. La travesía había sido tan largo que nos había dejado física y mentalmente agotados, ni el zumo de frutas ayudó a despejarme. Quizás fue la primera zambullida en la piscina.
Lo mejor de la travesía fue cuando llegamos al muelle de Chumphon y caminamos por esa pasarela de madera hasta el barco con los primeros rayos de sol. Fue un momento mágico.
A pesar de lo largo del viaje, no me importaría hacerlo de nuevo o quizá probar otra vía alternativa. Desde luego que la opción avión hasta Koh Samui y luego barquito, era mejor, pero salía demasiado caro. Así que, teniendo más tiempo por Tailandia uno se puede tomar las cosas con calma y buscar rutas económicas como estas.
Ver la pasarela de madera hasta el ferry fue como sacado de alguna película, y las fotos me hacen recordar ese momento. El sol dejándose ver y como iban cambiando todo de color. Una odisea con un buen amigo y compañero de viaje 🙂