Hora de la siesta

 

Si después de haber pasado por el Palacio de Bangkok, podemos acercarnos hasta el templo de Wat Pho. A la hora que fuimos nosotros parecía no haber demasiada gente, nada de colas y pagar los 20 baht de la entrada. Caminar a nuestras anchas recorriendo los edificios del templo.
 

Reflejos brillantes del sol de la tarde, creo que las horas de luz empiezan a escasear.
 

¿Y quién dijo que los budas no podían descansar? ellos también tienen derecho. Un claro ejemplo es el enorme buda reclinado que nos encontramos en el interior de este este templo, sin duda, este buda es el atractivo principal del lugar. Con poco más de 200 años, este buda fue terminado antes de que la capital fuese trasladada a Bangkok. En este lugar fue también donde se originó el conocido masaje tailandés.

A nuestra entrada en el recinto donde se encuentra, nos recibe con cara sonriente, parece como si nos estuviera observando. Un color dorado intenso llena todo el interior de la sala, los turistas van recorriendo el lugar bordeando la estatua en círculo, apreciando los detalles.
 

 

Nada más y nada menos que 46 metros de largo y 15 metros de alto. Aquí se puede ver la estatua en toda su extensión, una obra impresionante que ilustra el paso de Buda al nirvana. Como detalle curioso, decir que los ojos y los pies están decorados con perlas.
 

 

No pueden faltar en los laterales, pequeños altares con ofrendas. Por si acaso nos advierten que no nos sentemos, nunca se sabe cuando llegará algún despistado.Siempre hay que estar atentos para no romper las tradiciones o hacer algo que pueda incomodar a los locales, a nosotros tampoco nos gustaría con lo nuestro.
 

Integrarnos en la cultura y tradiciones del país, aprovechar para echar moneditas en cada una de estas vasijas a medida que vamos recorriendo el buda por la parte posterior. Sonido constante. clin clin clin… una persona tras otra. Me pregunto cuáles serán sus deseos y si se llegarán a cumplir…
 

Por lo pronto creo que vamos a hacer una pausa, igual hasta nos reclinamos un rato, sino ver a buda y seguir su ejemplo que seguro alcanzamos el nirvana echando una cabezadita 🙂
 

Calmadito

 

Pasan unos minutos del mediodía, nuestra última mañana en Bangkok antes de partir rumbo a nuestro siguiente destino. El equipaje listo y hacer tiempo hasta por la tarde-noche que cogemos nuestro tren. Después de haber salido un poco la noche anterior y sin desayuno en el cuerpo, vamos en busca de nuestro almuerzo. Saliendo del hotel y recorriendo los alrededores, parece que todo está desierto y ni rastro de un sitio donde comer algo, hasta que de repente nos encontramos un cartel de un café-restaurante. Habrá que seguir la pista de las indicaciones y ver dónde nos llevan, al menos parece que tienen cerveza aunque de momento no apetece, demasiado temprano.
 

El exterior del sitio es más que tranquilo. Nos acercamos tímidamente hasta la puerta y parece que el lugar está abierto, al poco de abrir la puerta hay un chico que nos recibe y nos invita a entrar. Buscamos un rinconcito del restaurante. El silencio reina en el sitio, estamos solos pero para qué más.
 

El menú listo para ser hojeado y decidir cuanto antes, y es que las ganitas de comer están apretando. ¿Cuál será la elección de esta vez? bien sea un arrocito o unos noodles salteados, pollo o unas verduritas… todo es bienvenido. Las fotos indican que los platos tienen bastante buena pinta, son tentadoras.
 

Nada mejor que un poco de agua fresquita para saciar la sed y mientras esperamos a que la comida llegue. El día amaneció más caluroso y el líquido elemento es algo imprescindible mientras uno recorre las calles de la ciudad, e intentar buscar la sombrita si es que nos hemos olvidado de llevar una gorra. En el café estamos a salvo del sol y bien fresquitos, pero sin excesos de aire acondicionado.
 

La presentación del plato: impecable. Un arrocito salteado y envelto en una finita tortilla, hasta pena da tener que romperlo, ¿no les parece? Muy currado, y de sabor mejor aún. Recomendación personal, darle un ligero toque con el zumo de la lima 🙂 La elección de Alberto fue un pollo ligeramente frito y acompañado de arroz blanco, que tenía muy buena pinta y a juzgar por lo que dejó, estaba muy bueno también.
 

Y no podíamos pasar nuestro almuerzo sin unas verduritas salteadas, los típicos morning glory que siempre triunfan, con ligero toque picantito pero agradable.
 

Un trato amable, comida buena y genial de precio; no se puede pedir más. Con las pilas cargadas después de nuestro almuerzo, decidimos que es la hora de continuar la marcha y buscar la siguiente parada del día, aún quedaban horas por delante, pero con calmita, disfrutando del paseo con el estómago lleno.

 

Pateando

 

Una de las visitas imprescindibles en Bangkok es la del complejo del Gran Palacio donde se encuentra el templo de Wat Phra Kaew (templo del Buda de Esmeralda). Los edificios reconocibles fácilmente en la distancia, su estructura peculiar puntiaguda y los bordes de los tejados, particular del estilo tailandés en los templos.

La construcción de este templo se iniciaría en el año 1785 durante el reinado de Rama I, el cual decidió trasladar la capital desde Thonburi hasta Bangkok. Uno de los pasillos nos lleva hasta uno de los laterales del complejo, eso sí, antes de entrar debemos asegurarnos de haber adquirido nuestros pantalones largos ya que es una costumbre de respeto al entrar en las instalaciones. Basta con pagar un depósito de 200 bahts que nos será devuelto a la salida.
 

El paso de los turistas de un lado a otro mientras los locales hacen sus ofrendas. El silencio es una constante, a veces sólo interrumpido por el sonido de algunos rezos de los monjes. El calor aprieta y a veces es necesario buscar la sombrita que ofrecen los rinconcitos de los edificios, tomar un poco de agua y seguir recorriendo el complejo.
 

 

 

Nos encontramos con una réplica del templo de Angkor Wat de Camboya, ya que, la cultura tailandesa y la camboyana comparten orígenes.
 

 

El lugar está repleto de detalles que vale la pena observar. Trabajo minucioso, pieza a pieza y todas en armonía. Los colores verde, rojo o azul y sin dejarnos el dorado; se reflejan con los rayos del sol, figuras resplandecientes día tras día. Es todo un trabajo de filigrana.
 

 

En su edificio principal se encuentra el pequeño buda de esmeralda que originalmente fue creado en la India, pasando por Laos y acabando finalmente en la capital tailandesa. Es todo un símbolo para el pueblo. Ahí lo podemos ver al fondo sobre su trono y con uno de los mantos que acostumbra a llevar. La foto no es todo lo buena que me gustaría, y es que en el interior no está permitido sacar fotos y uno debe aprovechar antes de entrar al interior del recinto. Ahh! y otro dato, cuando nos sentemos, nuestros pies no pueden apuntar hacia el buda, tienen que estar recogidos hacia un lado o mirando hacia atrás en señal de respeto.
 

No pueden faltar los grabados en las paredes de los pasillos interiores, de gran riqueza. Se pueden ver representadas escenas de batallas en medio del campo, de fondo templos junto con montañas y árboles. A veces parece como si quisieran salirse de la pared..
 

Lugar fresquito para sentarse y descansar, que hace falta ya que aún quedan más cosas por ver. El templo con el buda era sólo una parte, pero ya va quedando menos.
 

La otra joya que nos quedaba por visitar es el Chakri Mahaprasad Hall, edificio de estilo renacentista italiano. Una mezcla entre lo local y lo europeo, edificio que sigue siendo usado activamente para oficiar algunas ceremonias y es custodiado en su exterior por unos guardas de aspecto impecable.
 

 

Y esto sólo era el comienzo de nuestro día de pateo. Aún quedaba cosas por ver, sigan atentos.

 

Georgetown

 

Así como quien no quiere la cosa, se han venido a juntar entradas algo parecidas. Si bien ayer eran las calles de Kowloon, hoy cambiamos de escenario y nos vamos a trasladar hasta Malasia y más concretamente a Penang.

La ciudad de Georgetown es el núcleo principal de esta isla, que a lo largo de los años ha sabido conservar sus edificios históricos y conseguir una identidad propia. Por ello es considerada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde el año 2008. Destacan sus edificios de estilo colonial y de vivos colores. Ciudad en la que conviven varias culturas como la china, malaya e india por nombrar algunas, con sus barrios diferenciados que hacen la hacen más peculiar si cabe.

Remontándonos un poco en la historia, en sus orígenes a Penang se la conocía como «Pulau Pinang» o «Isla de la Nuez de Betel». Sería en el año 1786 cuando el capitán Francis Light pisara la isla por primera vez, pero no sería hasta años más tarde y por la insistencia del mismo que conseguiría un trozo de tierra que formaría la ciudad de Georgetown tal y como se conoce hoy en dia, estatus que conseguiría en el año 1957 otorgado por la reina Isabel II. Su puerto gozaba de bastante actividad debido al comercio de té, especias, porcelana y textil.
 

Como muestra tenemos el ayuntamiento que aparece en la siguiente foto.
 

 

En cambio otros, de aspecto algo más descuidados pero que le dan su cierto glamour ¿No les parece? aunque una manita de pintura lo haría lucir con más esplendor. Es bonito que haya un equilibrio entre los viejo y lo nuevo, lo cuidado y lo descuidado, ambos se complementan; más motivos para poder disfrutar de los encantos de esta ciudad con tanta historia y tradición a pesar de sus pocos siglos de vida.
 

La zona de Little India con sus tiendas de telas, compra/venta de oro, los últimos cds musicales o también puestos de comida. Son olores que se mezclan en el aire, el del curry junto con las varillas de incienso y el de algunas flores, música a gran volumen y gente activa.
 

 

Las calles del barrio de China Town desiertas en una tarde de sábado. Fue algo un poco inesperado, porque siendo fin de semana, pensábamos que habría más actividad y nos equivocamos. Eso igual es porque ibamos con el chip de Hong Kong y sus calles y/o tiendas non-stop, o casi.
 

Se empieza a hacer de noche por los alrededores de la la mezquita Kapitan Keling, y eso que apenas son las 6 y media de la tarde.
 

Ahí es cuando llegó el momento de improvisar la cena de aquella noche, pero que resultó más que satisfactorio. Les dejo por hoy que se hace de noche y el fin de semana ya da comienzo, nos leemos el lunes 🙂