Un nuevo fin de semana que llama a la puerta. Justo hoy se dan por terminadas las celebraciones del Nuevo Año Chino, ya que se iniciaba el pasado día 3 y han pasado los 15 días correspondientes. Hoy por la mañana cuando venía de camino a la oficina, he visto como empezaban a quitar algunos de los adornos presentes durante todos estos días.
Finalmente uno puede decir que se acabaron las grandes comilonas y/o compromisos. Es que a veces cuando se juntan celebraciones de este tipo y algún que otro cumpleaños, no puede ser. Tiempo de darle duro al Dragon Boat, que la temporada ha empezado. Pero antes que nada, este finde será un poco más largo de lo normal, ya que, he cogido el lunes como día libre para poder hacer esta escapadita de 3 días.
¿El destino?
Menos de 4 horitas de avión en algún sitio de sudeste asiático. A ver qué tal la experiencia. A la vuelta con relatos y espero que buenas fotos 🙂
Dentro de toda visita que se precie, los rincones turísticos es algo que no puede faltar. En este caso al ir con un tour organizado pues uno ya iba a tiro hecho, cosa que facilita las cosas aunque a veces a uno le gustaría disponer de algo más de tiempo para campar a sus anchas y sin limitaciones de horario.
Al estar en plenas celebraciones del Nuevo Año Chino, se podrán imaginar lo animado que estaba todo. Bastantes adornos entre farolillos y figuritas. La gente paseando de un lado a otro aprovechando el buen tiempo reinante, aunque a pesar de existir un poco de bruma el sol estaba pegando de lo lindo. Yo pensando que iba a hacer más frío al estar un poco más al norte de Hong Kong, pero la chaqueta que llevé, bajo el brazo o en la guagua en la que realizábamos nuestros desplazamientos. Se agradecía el solito.
Igual han visto en alguna ocasión un árbol cargadito como este, lleno de lazitos rojos. La gente escribe un deseo y luego tiene que conseguir que se quede enganchado en una de las ramas.
Parece fácil, pero este buen hombre se tiró su rato hasta que consiguió enganchar el lazito en una de las ramas.
Tampoco puede faltar la comida. Los puestitos abundaban a todo lo largo del camino, desde salchichas o piñas de millo, huevos hervidos o incluso, si se fijan bien en esta foto, cotufas. Luego no me digan que no hay donde elegir, tanto para los pequeños como para los adultos. Dar un paseo de domingo mientras picamos algo.
Ya se sabe lo habitual que es ver a la gente, paraguas en mano, para protegerse de los rayos del sol cuando estos van ganando en intensidad. Estas señoras desde luego si que iban bien preparadas, hasta con sus respectivos gorritos. Vayan por la sombrita 🙂
Bueno, pero estarán pensando: «¿no nos ibas a hablar de las atracciones turísticas?», en efecto. En esa mañana de domingo nos encontrabamos recorriendo los alrededores del Lago Oeste de Huizhou, uno de los puntos de interés de la ciudad. Según nos contaba el guía, guarda un cierto parecido con el lago que se encuentra en Hangzhou (cerca de Shanghai) pero la diferencia de tamaño es más que considerable, ya que, el de Huizhou es tres veces más pequeño. Su extensión total es de 3,2 km2 de los cuales 1,4 corresponden a agua. En su conjunto hay cinco lagos, seis puentes y ochos lugares de interés.
Yo aún no he tenido la suerte de visitar el lago de Hangzhou pero gracias a la experiencia de mi amigo Alberto puedo decir que el de Huizhou se queda un tanto empequeñecido, y no sólo por la diferencia en su extensión sino por la belleza del paisaje. Igual es cuestión de volver en otra ocasión con más calma y descubrir los rincones de este lago.
De entre los sitios a visitar, destacar la Pagoda de Si Zhou o también conocida como Pagoda de Jade. Una estructura de base octogonal y casi 38 metros de alto (7 plantas). El nombre de esta pagoda budista le viene originalmente cuando durante la dinastía Tang, el emperador Li Xian decidió mandar a construir una pagoda en memoria del monje indio Sen Jia. Ésta se encontraba en Si Zhou, en la provincia de An Hui. Más tarde se construyeron diversas pagodas que adoptaron este nombre, siendo ésta una de ellas.
A lo largo de la historia, ésta pagoda ha sufrido diversas reconstrucciones. Sería en 1564 cuando se quedó en ruinas. Posteriormente durante la dinastía Ming (1618) se ordenó su reconstrucción que tardaría 5 años en completarse. Hasta un total de cuatro veces más tuvo que ser reconstruída hasta su aspecto final en nuestro días.
Nada más verla, hizo que mi mente viajase atrás en el tiempo para situarme en Vietnam y más en concreto en los alrededores de la ciudad de Hué, con una bonita pagoda. Cómo ha pasado el tiempo, ¿verdad?
Casi sin darnos cuenta, era momento en el que teníamos que regresar al lugar de encuentro. La guagua nos esperaba para llevarnos de vuelta, hora de la comida y luego rumbo a Shenzhen, nuestro punto de partida el día anterior. La pagoda a lo lejos, vigilante y testigo del paso de los años. Eesperemos que se mantenga con pie firme, nos vemos en la próxima.
Sin duda, lo mejor de la escapadita con el tour a Huizhou: el hotel. Cuando uno viaja solo el panorama es totalmente distinto a cuado uno va en pareja, y quedarse en un hotel de más categoría gusta, no me digan que no es genial 🙂
El precio del tour era por debajo de los 90 euros por persona e incluía todos los desplazamientos, las comidas junto con la noche de hotel y al día siguiente su correspondiente desayuno. Después de pasar unas cuantas horas en la guagua, primero desde Shenzhen a Huizhou, al restaurante, luego de visita, que si la cena y por último, nuestro destino final en la noche del sábado era el Hotel Crowne Plaza. Todo un señor 5 estrellas y bastante nuevecito.
En lo que nuestro guía hacía las gestiones para conseguir las tarjetas de nuestras habitaciones, tiempo para poder golifiar por la recepción y sacar algunas fotos. Bastante amplio y el ambiente muy tranquilo, aunque también como eran casi las 10 de la noche, se entiende.
Al par de minutos ya disponíamos de nuestra tarjeta y era momento de irnos hasta la planta 10. Qué ganas de llegar a la habitación y dejarnos caer sobre la cama. En nuestras mentes imaginando cómo sería el interior… ya queda poco para saberlo, unos poco metros más por el pasillo y habremos llegado.
¡¡Y tachán!! aquí estamos en la habitación 1004. Las camas tienen una pinta tremenda. Al poco confirmaríamos los cómodas que eran y lo a gustito que se estaba tirado en ellas viendo la tele un rato.
Tampoco nos podemos olvidar del señor baño que además de su buena ducha, no podía faltar una buena bañera. Unos acabados bastante elegantes como pueden ver, todo colocadito y listo para ser usado. Una duchita caería en breve…
Me quedo con algunos detalles de la habitación como son estas conexiones del televisor justo a la altura de la mesa escritorio, ideales para conectar nuestro portátil y disfrutarlo a pantalla gigante. Súper útil si tenemos algún vídeo almacenado en nuestro disco duro, o bien, si disponemos de una memoria usb. El entretenimiento mientras descansamos, lo tenemos asegurado en caso de que no encontremos nada interesante en los «pocos» canales existentes en la televisión.
Ya sólo me queda analizar el aspecto de la comida. Al día siguiente después de un buen descanso, pudimos disfrutar de un buffet-desayuno en el que no faltaban platos de todo tipo. Desde dim sum hasta los clásicos huevos revueltos con salchichas, algo de dulcitos y que tampoco falte frutita variada.
He aquí mi elección. Empezar con un juguito de naranja y luego vendría un cafecito. La tentación me pudo, fue ver unos gofres y plasss: «estos para mi», con un toque de chocolate y también de mermelada de grosellas (oculto por el otro lado)
Para cerrar, nada mejor que un mix de frutas, y a cada cual mejor, pero sin duda la fruta de dragón y la naranja estaban en su punto
Muy buenas sensaciones las que nos causó el hotel, lástima que sólo nos quedásemos durante una noche pero suficiente para recargar las pilas y desconectar en un ambiente muy agradable. Más que recomendable.
Última jornada del viaje. ¿Qué nos quedaba por hacer? no podíamos irnos sin ir a dar una vuelta en bici por los alrededores de Yangshuo e ir a visitar algunos de los puntos principales de interés. Después de un desayuno con fundamento, era el momento de ir a por las bicis que alquilamos en el propio hostal.
Salimos como a eso de las 9 y media de la mañana, por delante un par de horas de pedaleo por la zona. Una ruta sencilla y prácticamente llana, sin dificultad, aunque como a lo largo de todo el viaje, el calor nos quiso acompañar también en este último día. No obstante, la tormenta de la noche anterior hizo bien en limpiar un poco el ambiente.
Callejeando un poco por el centro y poco a poco nos íbamos alejando. Menos casas y más campo ante nuestros ojos. Nuestro primer punto en la ruta de ese día era: el Big Banyan Tree, una de las principales atracciones de la zona. Plantado hace bastantes años durante la dinastía Jin se mantiene firme desde hace más de 1000 años. En sí el árbol es bastante bonito y frondoso, y estando bajo su copa podemos ver como varios troncos se entrelazan como si fueran varios pero en realidad se trata del mismo árbol.
Increíble ver el gentío en las balsas de bambú para pasar al otro lado, hasta algunos haciendos sus particulares batallas de agua. Por suerte parece que nadie terminó en el agua 🙂
Nosotros por si acaso vamos a pie bordeando y así nos alejamos un poco hacia una zona más tranquila del parque. Después de caminar un ratito, decidimos que no había mucho más que ver y mejor nos dirigíamos al siguiente sitio recomendado. Venga, a las bicis se ha dicho.
Lo bueno de las distancias entre uno y otro, es que son bastante cortas aunque como siempre, en el mapa nos pueda parecer lo contrario. Bastante curiosa la forma de esta montaña (Moon Hill) con un agujero perfecto con forma de media-luna. Lo caprichosa que puede llegar a ser la naturaleza y el hombre aprovechar la ocasión para tener un reclamo turístico.
Íbamos bastante bien de tiempo con lo que hasta nos podíamos permitir perdernos un poco por un camino que iba paralelo al río. El bambú también era protagonista con un pequeño embarque para dar un paseo. Una versión del río Li pero algo más reducida, menos mal.
Aunque hay otros que prefieren echarse una siesta a la espera de la hora de comer, eso sí que es vida, no? 😀
Campos de arroz y montañas, el sello de la casa en la zona. Con ese verde característico de la época de verano. Una tranquila mañana de domingo en la que no es descanso para muchos, hay que cuidar el campo para que el arroz crezca sano y tengan buena cosecha.
Disfrutando de la brisa y las curvas en la bici, parando de vez en cuando para disfrutar del paisaje y casi siempre yo el más rezagado (lo reconozco) teniendo que apretar para engancharme de nuevo al grupo, un buen ejercicio. Hora de meternos por un caminito entre los arrozales que nos haría volver a Yangshuo, haciendo una ruta circular, pero llega el momento de la incertidumbre: ¿izquierda o derecha? me pongo a mirar los caracteres dibujados en una piedra al lado del camino, pero ninguno se me parecía con los de Yangshuo (阳朔). Le preguntamos a la bueña señora que se ve al fondo de la foto, a ver…
Y parece ser que el camino a seguir es el de la derecha. Esperemos que sea el bueno…
No había que dejar pasar la ocasión de sacarnos una foto de grupo en un marco como este. Vamos a preparar nuestro «trípode» improvisado. Bicicleta en posición y ahora colocar la cámara con el temporizador que ya se encarga de eso Alberto
Y parece que está todo en equilibrio. Preparados, listos…
yaa!
Sólo nos queda echar la vista atrás y pensar: ¿será un adiós o un hasta luego? nos tenemos que ir alejando de los campos de arroz y las montañas. Tenemos el tiempo justo de refrescarnos un poco y almorzar para luego coger el taxi rumbo al aeropuerto.
El viaje se acaba pero los recuerdos y las experiencias quedan en nuestra mente. Haber disfrutado de la buena compañía de Miguel, Inés, Nuño y Alberto, compañeros de aventura durante esos días, vale más que el cansancio de esos días con largas caminatas y no las suficientes horas de sueño, eso es lo de menos.
Sin duda un viaje para recordar y repetir. Háganlo si pueden y luego me comentan sus experiencias.