Rica ensaimada

 

Toda aquella persona que haya oído habla de la isla, sabrá que cuenta con ciertos productos comestibles que son muy apetecibles. No es de extrañar que cuando alguien vaya de visita reciba algún encarguito a modo de souvenir. Nosotros no teníamos ninguno pero no desaprovechamos para traernos algo con nosotros. Se trata de la famosa: ensaimada mallorquina.

Aunque la original sigue siendo la mejor de todas, podemos encontrarnos con algunas variantes con cabello de ángel o crema pastelera. Mientras íbamos de recorrido por las calles del centro, encontramos en un rinconcito un pequeño horno de pan-dulcería. Fue ver las cajas por fuera del establecimiento y tuve la llamada de la ensaimada 🙂 andes de que decidiéramos entrar, había también otra pareja que curioseaba desde el exterior pero finalmente no se animaron.
 

Mala suerte que cuando pedí una tradicional, éstas ya estaban agotadas, por lo que decidí probar algo nuevo y me decanté por una de crema. Como aperitivo seguro que entraría la mar de bien. Le dije a mi novia que posase un poco con ella en lo que yo colocaba el dinero de vuelta en la cartera y aprovechar para sacarle una foto. Sólo compramos una porque ella no se animó a pedirse una para ella sola, así que, me robó un mordisquito.
 

 

Ahora era mi turno, sii! y qué cara de satisfacción la mía. Por lo menos para saciar las ganas de comer hasta que fuese la hora del almuerzo. Juraría que en aquel momento aún no habías comido, aunque la verdad que perdía la noción del tiempo. Así fue que las 4 horas que había puesto para el parking, no fueron suficientes con lo que más tarde tuve que volver para ponerle algunas monedas más, no vaya a ser que luego al ir de vuelta al coche nos encontrásemos una sorpresa.
 

Durante el resto de nuestra estancia, alguna ensaimada más cayó, en uno de los desayunos de nuestro siguiente hotel y como no, antes de partir de vuelta a Barcelona, no pude resistirme a la tentación de comprar una más y con rumbo a Hong Kong. La intención era luego poder compartirla con los compañeros de la oficina, y prueba superada 😀

Seguro no hace falta que les diga que la próxima vez que vayan a Mallorca, no dejen de comer una o sino traerse un par de ellas de vuelta para compartir con la familia.

 

Las calles de Palma

 

Después de haber tenido nuestra ración de calitas, no podíamos olvidarnos de visitar el corazón de la isla, su capital Palma de Mallorca. A pesar de que el hotel estaba situado a no mucha distancia del centro, serían unos 20-30 minutos a pie, preferimos desplazarnos en coche para estar un poco más cerquita y ya que luego por la tarde-noche nos cambiaríamos a un hotel un poco más hacia las afueras, pues ya nos íbamos directamente desde allí. Encontrar aparcamiento por las callecitas del centro de Palma, no fue empresa fácil. Dando una y otra vuelta, yendo y viniendo, hasta que al rato dimos con un espacio de zona azul. Más que sea, pagar para unas cuantas horas y despreocuparnos.

Desde allí nos fuimos adentrando entre callecitas sumamente tranquilas. Construcciones de piedra y tonos ocres, era como sentirse en otra época. Avanzamos pero aún no dábamos con más turistas, imagino que desperdigados por el resto de la red de callecitas que haría que nos fuéramos adentrando más y más.
 

 

Al rato escuchamos que viene alguien y se trata de un grupo de turistas que van motorizados en sus Segway. Si que es una forma práctica de recorrer las calles, más relajada desde luego, pero yo prefiero el método tradicional del pateo, aunque la verdad no me importaría probar un cacharrito de esos. Sé de buena tinta que Pau y Jexweber los han podido probar y hablan muy bien de ellos.
 

El centro se iba acercando, veíamos algo más de negocios: algunos bares, tiendas de souvenir… pero al ser verano yo creo que el ritmo de la gente se frena. Mucha gente de vacaciones en pleno mes de julio, es normal. Son los turistas los que dan más vidilla al lugar.
 

Alguna pareja disfrutando de un paseo en coche de caballos. Otra buena forma de recorrer la ciudad mientras se toma el sol y se sacan fotos. Hacía un día estupendo.
 

Y en lo que respecta a la arquitectura, el centro es una pasada. Cantidad de iglesias y edificios antiguos muy bien conservados.
 

Fachadas con muchos balconcitos y grandes ventanas, seguro que tiene que ser una gozada desde el interior además de luminosos. El placer de tener un balconcito es algo inigualable, lástima que en Hong Kong es algo que no se ve tanto como debiera. Lo echo de menos en mi casa.
 

El gentío ha ido aumentando, nos encontramos próximos a la Plaza Mayor. Aritstas callejeros, gente tomando algo en alguno de los bares, de compras, tomando un helado; todo así de repente.
 

 

 

Además en la plaza habían un mercadillo, otro punto más para los curiosos. Lugar de paso por el centro de la plaza para luego volver a perderse por la siguiente callecita, o bajo los soportales para resguardarse del solecito que se dejaba ver entre las nubes.
 

 

 

Seguimos nuestro camino dejando atrás el ajetreo, será cuestión de ir en busca de un sitio para comer/picar algo. Algo seguro que encontramos, pero mejor alejado de la plaza mayor que ya se sabe como se las suelen gastar en los sitios más turísticos. Y finalmente dimos con un bar donde pedimos unos platos combinados y unos refrescos, que nos dejaron más que satisfechos. Anda que no hubiera estado bien sentarse un rato a la sombra en un banquito para echar una pequeña siestecita 🙂
 

Creo que de haber tenido un par de días más, no nos hubiera importado perdernos más tiempo deambulando de una calle a otra. Especialmente mi novia se quedó prendada de la cantidad de boutiques, tiendas de accesorios, sitios para comer… creo que esto reafirma más que un día tendremos que volver 🙂

Si les gustó el relato, no se pierdan otro aún mejor. Nuestro amigo Ignacio relata su paso por estas mismas calles y con las fotos que nos tiene acostumbrados.

 

Cenita mallorquina

 

Justo la noche antes de que fuéramos a dejar la isla, aún teníamos tiempo para hacer un último reencuentro con cenita incluida. Después de haber tenido un día bastante intenso con unos cuantos kilómetros de carretera, visitando la zona del noreste de la isla disfrutando de paisaje de montaña y con algunos sitios realmente sorprendentes, nos esperaba Álvaro al que ya habíamos tenido ocasión de conocer cuando estuvo visitando Hong Kong a principios de 2011. Nos reencontrábamos justo 6 meses después, curioso 🙂

Nos dejamos recomendar y eligió un restaurante situado en la zona de Génova muy cerquita de Palma. A base de Google Maps en el móvil y acierto, dimos con el lugar sin demasiada dificultad. Con amplio aparcamiento y dentro del mismo con bastante ambiente, hasta la bandera de gente. Antes que me olvide, el lugar se llama Can Pedro y conviene reservar por si las moscas, en especial para el fin de semana.
 

En lo que nos pensábamos los platos que íbamos a pedir, nos trajeron una cestita de pan con salsita alioli y unas aceitunitas. Vaya vicio con el pan y la salsita, que de esas cosas poco se ve en Hong Kong y en viajes como éste, uno aprovecha y más. Finalmente dijimos de pedir un par de entrantitos (calamares y un frito mallorquín), y ya luego un primer plato para cada uno. Avisados de que las raciones eran generosas, no nos pasamos con los entrantes, que tan sólo eramos tres.
 

Para abrir boca el frito con los calamares de fondo. Todo un descubrimiento el frito, que parece un plato sencillo pero seguro que tiene su arte. Curiosamente la noche anterior en un sitio por el centro nos llamó la atención el plato en cuestión y lo probamos, pero este sin duda, estaba insuperable.
 

Y ya como plato principal, mi novia se decantó por un platito de bacalao a la vizcaína. Ya pueden ver el tamaño de la ración, la ayudé un poquito al final. El pescado estaba francamente bueno, el punto de la sal y el caldito con cebollita y pimientitos.
 

Álvaro eligió unas chuletitas de cordero pero no tengo fotos para el testimonio, eso quiere decir que ya tenía con el señor chuletón que me plantaron en la mesa. Creo que describir el sabor, ufff, mejor es en vivo y en directo, pero no se me resistió desde luego.
 

A estas alturas se pensarán: «ni hueco para el postre». Pues sí que pedimos uno para compartir entre los tres, algo típico también una tarta de almendra. Y más que a gusto, una pedazo de cena y con muy buena compañía con nuestro anfitrión. Menos mal que cuadraron las cosas y pudimos reunirnos, que sino, a saber cuando. ¿Y la próxima? será en Asia, o bien por España?
 

Gracias Álvaro, disfrutamos muchísimo!

 

Calita

 

Una de las cosas que teníamos en mente cuando decidimos ir a Mallorca, es que teníamos ganas de dar con esas calitas tan especiales que en la isla se pueden encontrar. Un rinconcito de costa con agua cristalina y refrescante. Muchas de ellas algo recónditas y más o menos populares. Al día siguiente de haber llegado, con las pilas puestas después de desayunar algo en el hotel, salimos en dirección sureste. La carretera muy agradable de conducir y con un tiempo día claro, poco a poco el calorcito iría apretando.
 

Era muy agradable a la vista contemplar las extensiones de tierra que estaban salpicadas por olivos y algunas edificaciones de piedra, seguro que con bastantes años en pie pero con muy buena pinta. Muritos de piedra que delimitan las parcelas y también con algunos animales campando a sus anchas. La brisa que se colaba en el interior del coche mientras avanzábamos se agradecía, aunque más adelante usaríamos un fisquito el aire acondicionado, esos calores del verano en el mediterráneo se dejaban notar.
 

La zona de Santanyi fue la que elegimos para buscar alguna de estas calitas. Apunté también algunas recomendaciones de gente en twitter, pero al final, creo que el azar fue el factor que determinó qué calas visitaríamos. También ir de vacaciones, dejando que las cosas surjan de imprevisto, tiene su emoción ¿verdad?

Llegados a nuestro destino, más o menos y tras unas horitas de conducción, llegamos a la zona. Lo mejor, dejar el coche aparcadito a la sombra, si es posible, coger nuestros bártulos y tirar para la playita. Nos aventurams por un caminito y poco a poco se iba escuchando el sonido del mar y entre la vegetación asomaba el color azul, algunas personas en el agua. Tenía muy buena pinta.
 

Estaba situada en la trasera de un complejo hotelero, pero no estaba demasiado saturada. En su mayoría turistas alemanes e ingleses, creo que gente local más bien poca. Buscamos un sitito no muy alejados de la orilla y dispuestos a darnos un baño de sol antes de meternos en el agua. A medida que uno se adentraba el color iba cambiando hasta volverse de un azul muy profundo, estaba algo fresquita pero era lo que apetecía. ¡A nadar como un pececillo se ha dicho!
 

Estuvimos disfrutando del sol y el agua durante un buen rato, hasta que vimos que se iba haciendo la hora de comer. Luego más tarde aún podríamos aprovechar para visitar otra de las playitas cercanas. Una zona bastante turística pero rondando las 3 de la tarde, reinaba un silencio absoluto. O bien la gente estaba echando la siesta o almorzando. No se por qué me sonreí cuando vi venir al camarero con el mantelito de papel que traía dibujada la isla y donde se indicaban los principales puntos de interés, me recordó al mantelito habitual de la isla de Tenerife. Uno se entretiene mientras la comida llega y descubriendo cosas nuevas, hasta puede dar para improvisar un plan después de comer.
 

Una jarrita bien fresquita de sangría y algo de picoteo. Nos gustaron en especial los mejillones que venían con una salsita de estas para mojar pan y no parar, estaban tremendos.
 

 

El servicio muy atento y la relación calidad/precio muy buena. Comida internacional, con algunas tapas y platos combinados pero sin precios excesivos, y súper satisfechos. Mejor irnos a dar un paseíto y hacer algo de digestión. Un perfecto día de domingo con relax, buena comida y sobre todo: playita 🙂