El siguiente

 

Una práctica habitual cuando vamos a comer algo fuera, es la de coger turno en el restaurante al que vayamos. Al menos durante la semana las cosas están algo más tranquilas, aunque también depende de la zona en la que estemos. Desde luego Mongkok, no sería un claro ejemplo ya que la actividad es constante y hay sitios que las colas son a diario.

Durante el fin de semana ya se sabe lo que pasa: la gente sale más a disfrutar del tiempo de descanso y reunirse con los amigos o la familia. Como se pueden imaginar, las esperas son inevitables. Armarnos con un poco de paciencia hasta que nos toque nuestro numerito. En cambio, en España este método donde único lo he visto ha sido cuando estamos en el supermercado y hacemos cola para la charcutería, por ejemplo.

Esta foto es de la semana pasada, creo que fue el viernes, que decidimos ir a comer algo de sushi. Espera total: 40 minutos.
 

Bien con el método moderno: micrófono en mano y con un pequeño altavoz o sino de viva voz ir cantando los números. Eso sí, no nos confundamos de color porque suelen usar distintas series de colores en función del número de personas que hayamos pedido mesa. O esta otra, de este domingo cuando fuimos a comer algo de dim sum, aunque esta vez la cosa fue mucho más ágil y es también ayudaba que el sitio fuera algo más amplio. Un entrar y salir constante de gente.
 

Ya sé que las esperas no gustan a nadie y sobre todo si uno va con ganas de comer, por lo que depende del sitio hay veces que será mejor dar una llamadita para hacer una reserva y más si se juntan unas cuantas personas más que recomendable.

¿Suelen hacer cola cuando van a comer durante el fin de semana? ¿ Inconvenientes o ventajas?

Mientras tanto podemos hacer tiempo trasteando con nuestra red social favorita o echar alguna partidita. Feliz espera 🙂

Sensacional

 

A ver por dónde empiezo esta entrada del blog. Una de esas cenas que uno siempre recordará y cuando vienen los recuerdos de los platos, la boca se hace agua de nuevo.

Aprovechando la visita a Barcelona, y sabiendo la fama que tiene por restaurantes de calidad, quise elegir uno para tener una cena especial antes de que pusiéramos rumbo a Mallorca al siguiente día (sábado). El lugar elegido fue el: restaurante Cinc Sentits. La apariencia por fuera es bastante sobria, hasta digamos que parece algo escondido por los tonos oscuros de la pared y una leve iluminación.
 

Una vez dentro, el ambiente es simple pero acogedor y con no demasiadas mesas. Yo diría que un total de 12 mesas como mucho. Cuando llegamos ya había alguna gente, aunque posteriormente entraría otra pareja pero serían los últimos en entrar al local. Música de ambiente con el volumen adecuado y un servicio muy correcto en todo momento.
 

Una vez nos sentados nos dieron el menú, y mientras le echábamos un vistazo, disfrutamos de una copita de buen cava junto con un picoteo (almendritas, aceitunas y unos palitos de pan). La carta consistía en dos tipos de menú con productos de temporada, a elegir entre una u otra opción. Una con 6 platos y otra con 8, para poder degustar un poquito de cada cosa. Nosotros nos decidimos por el menú denominado: «Sensaciones» que es el que contaba con un total de ocho platos, la ocasión lo merecía.
 

Un poquito de pan no podía faltar y acompañado de dos tipos de aceite de oliva. Uno de color dorado clásico y ligero de textura, y el otro de tono verde algo más consistente (estaba de vicio). En varias ocasiones uno de los camareros me tuvo que poner otra rodajita de pan, y es que se me iba de las manos.
 

Empezamos con lo que todos estaban esperando, van llegando los platos. De primero, a modo de chupito una mezcla de sabor dulce y con un toque salado al final. El nombre concreto no sabría decir, fallo al no haberlo apuntado sobre la marcha, pero un buen comienzo para los platos que luego vendrían.
 

Una interpretación del conocido «Pa amb tomaquet». Muy minimalista como se puede ver, pero con la esencia del plato original muy lograda. Sorbete de tomate, con trocitos de tomate y pan. Muy refrescante la combinación.
 

Seguimos con una «Coca de foie gras». Un espectáculo de plato, con una finita capa de azúcar caramelizado. Cada bocado lo saboreamos como nunca, y eso que apenas habíamos empezado. Estábamos impacientes por ver qué más vendría..
 

«Vieira a la plancha»
Como se puede observar, la presentación de todos los platos era más que impecable. Platos de distintas formas y presentaciones muy originales.
 

 

Sabía que algo se me pasaba por alto: la bebida. Nos dejamos recomendar y optamos por un vino tinto Merlot de la zona de Cataluña, su sabor con ligero toque afrutado y no muy áspero al paladar, estaba combinando a la perfección con los platos. ¡Chin chin!
 

Vamos con más productos del mar, y aquí tenemos un pescadito. En concreto el nombre del plato: «Moll de Roca» con una salsa con toque de limón. Estaba en su punto.
 

 

Tampoco la carne podía faltar. En este plato había opción a elegir entre «Cochinillo asado». Piel crujiente, carne jugosa y un ligero toque dulce. Según me comentaron, el proceso de cocción es de 12 horas. Ahí es nada, a fuego lento para conseguir un plato muy sabroso.
 

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o bien, la elección de mi novia: un «Solomillo acompañado con un taquito de papas al horno». Su carne medio hecha, se deshacía en la boca y el complemento de las papitas perfecto (que las terminé yo). Pequeñas porciones de cada cosa pero que iban asentándose bien en nuestros estómagos. Parece que uno come menos así, pero al final cuando uno se da cuenta, se queda con una agradable sensación.
 

Entre que venía uno y otro plato, pausas justas y disfrutando del vino y la conversación sobre nuestras impresiones de la ciudad esos primeros días, además de, planear un poco nuestros siguientes días de viaje en Mallorca. Los postres empiezan a llegar, marchando una «Tabla de quesos» y muy bien acompañados de tarta de almendra, mermelada de naranja amarga y una gelatina con toque de jengibre. En orden de izquierda a derecha, desde un queso más curado y terminando con uno más cremoso. La combinación estaba muy lograda, y todo servido en un plato de pizarra.
 

Y el siguiente plato… ahh! si esto no se come 😀 Simplemente era una servilleta compactada que cuando le echaron un chorrito de agua caliente encima, ésta se abrió como de una flor se tratase.
 

Para los siguientes dos postres, los dejo a su imaginación. Sólo decir algunos de los ingredientes como: crujiente de galleta, chocolate, fresas o nata. ¡Demasiado bueno todo!
 

 

Para terminar, nada mejor que una infusión y a ver qué elegimos, mmmm. Terminaría optando por una de toques florales y reposar después de tan buena cena. Y la teterita que nos trajeron, a pesar de lo chiquita que aparenta, no veas como pesaba, cerámica de la buena.
 

 

Para más señas, esta es la dirección del restaurante. O también pueden visitar su web: http://www.cincsentits.com/
 


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Conclusión: creo que los adjetivos se quedaron cortos después de la cena que tuvimos. Dos horas en las que disfrutamos como nunca, y creo que el recuerdo seguirá en nuestros paladares por bastante tiempo. ¿Sitios como este en Hong Kong? no me quiero imaginar lo que pueda costar aquí, sería todo un lujo y con la calidad de los ingredientes de los platos. Y sobre todo, gracias al personal del restaurante que estuvieron correctísmos, mimando cada detalle y contándonos sobre los platos a medida que iban llegando.

Nos dimos un gustazo en todos los sentidos.

 

Finalmente, Singapur

Parece que ha costado, pero el viaje llegaba a su fin. Una semana bastante intensa pasando el fin de semana anterior en Bangkok y luego la estancia en Koh Tao donde obtendríamos nuestro título de Padi Open Water. Pero aún quedaba lo mejor, un reencuentro con nuestro amigo y compañero de beca Miguel que sigue residiendo en Singapur.

En esta ciudad, sería donde mi viaje terminaría y pondría rumbo a Hong Kong. En cambio, Alberto podría seguir disfrutando de unos días más de relax en la ciudad y luego volver a Tailandia para seguir tostándose al sol, cosa que no tuvimos mucho tiempo durante el curso de buceo pero que mereció la pena.

Para ambos, Singapur era un lugar que para nada nos era extraño, al contrario, anteriormente ya habíamos estado en algunas ocasiones pero siempre es agradable volver y más si se visita a los amigos. Poder disfrutar de la rica comida local en uno de los muchos food court que existen..
 

O contemplar las bonitas vistas nocturnas desde la casa de Miguel
 

¿Qué nos quedaba por ver? Esta es la respuesta: el Marina Bay Sands. Pero no es tan sólo por el edificio en sí, sino lo que uno puede divisar desde lo alto. Recuerdo que en el anterior viaje aún estaba en construcción y cuando hemos ido esta última vez, hace poco que ya celebraban un año desde su apertura. El diseño es arriesgado y no deja a nadie indiferente.
 

Y una vez arriba, creo que las fotos hablan por sí solas 🙂
 

La ciudad en la oscuridad y solamente alumbrada por las luces de los rascacielos, la farolas de las calles y los coches que no dejan de pasar. Estamos a sábado y la gente aprovecha para salir a disfrutar de la tarde-noche, es lo suyo.
 

Haciendo un círculo vamos recorriendo la plataforma acristalada de un lado a otro, parando a cada rato (si es que hay hueco) para sacar fotos desde los distintos ángulos.
 

 

Una chica se ofreció amablemente a sacarnos una foto. Tan entusiasmados estábamos sacando fotos cada uno por su lado, pero una foto conjunta en un lugar como este no podía faltar. Nos merecíamos disfrutar de la noche singapuriense después de tanto ajetreo en días anteriores, y es que en parte, era un alivio estar en un entorno más moderno y sobre todo cómodo.
 

Ya casi habíamos dado la vuelta completa. Si se fijan con algo de detalle, al fondo de esta foto se pueden apreciar las luces de las grúas del puerto de la ciudad. Pero aún no daríamos la visita por concluída…
 

En lo alto también podemos encontrar el restaurante Ku De Ta donde se pueden degustar platos de cocina asiática moderna (japonesa, china, tailandesa o indonesia). Ya que estábamos allí y sería la última noche antes de terminar el viaje, dijos por qué no intentarlo y parece que la suerte estuvo de nuestro lado. Sin reserva previa y en menos de 20 segundos, una mesa para dos salió de la nada, y nosotros tan contentos.

Sashimi de salmón, filete de atún a la plancha, pinchitos de carne y unos chopitos fritos fueron nuestras elecciones. Estaba todo exquisito y las raciones bastante bien servidas. He de decir que me las imaginaba de entrada mucho más minimalistas, pero con los platos que pedimos nos quedamos más que satisfechos.
 

Y de postre: mousse de maracuyá con unas galletitas y un toque de mango (si no recuerdo mal).
 

Muy contentos que quedamos y decir, que el precio no tan caro como uno se pueda esperar, además, era una ocasión especial y lo merecía. Antes de bajar decidimos dar un paseo por la zona del hotel que cuenta con una zona ajardinada y que da acceso a la piscina, y ya se lo imaginarán…
 

Bañarse en ella es todo un espectáculo, aunque nos conformamos con verlo de lejos. Igual si en un próximo viaje a la ciudad y tengo la suerte de alojarme en el hotel, podría contar la experiencia desde otro punto de vista.
 

Ya cenados y dispuesto a salir, la noche no había hecho más que empezar. Nos íbamos alejando despacio del edificio, luce impresionante de noche y con el reflejo en el agua aún más.
 

No era un adiós, sino un hasta pronto. Singapur siempre estará dispuesta a recibirnos con los brazos abiertos y poder descubrir más cosas en cada visita, sino, aquí hay una prueba. Creo que ya sé por donde perderme para la próxima.
 

Comida con caracter

 

El viernes pasado nos juntamos un grupo de amigos que hacía tiempo que no nos reuníamos. Uno de ellos hacía poco que estaba recién de vuelta en la ciudad y era una buena ocasión para salir a cenar algo. Unos días antes estuvimos pensando el lugar, hasta que decidimos ir a un restaurante de cocina de Sichuan, región de China que es muy conocida por el toque especiado de sus platos.

Por lo visto el menú lo cambian de vez en cuando, con lo que tendremos ocasión de probar platos nuevos según en qué momento vayamos. Casualidades, un grupo de conocidos twiteros había estado cenando allí la noche antes y así pude intercambiar algunas opiniones más adelante. Un vistazo al menú antes de empezar, bien repartido entre los entrantes, los primeros platos y un pequeño postre para el final.
 

Mientras esperábamos a que llegase la comida, el té y la cerveza amenizaba las conversaciones que parecían estar divididas. Chicas por un lado, chicos por el otro y de vez en cuando palabras que cruzaban de un lado a otro de la mesa. Picoteando algunos frutos secos, había ganas de comer. Finalmente los entrantes:

– Espárragos con salsa de soja.
– Gambitas fritas.
– Tofu.
– Millo… entre otros

He de decir que no toda la comida que traerían era tan picante como uno se pueda pensar, pero más adelante algún plato si que me haría sudar un poco más de la cuenta 🙂 Aunque ahora que me fijo en el menú algo más de cerca, las palabras «chili» y «spicy» se repetían unas cuantas veces.
 

El primer plato que vendría tras los entremeses fue este: pollo al chili con pepitas de sésamo y una base de tiritas de jengibre, diría yo. Un buen comienzo
 

Costilla de cerdo ahumada con miel y hojas de té.
 

Bacalao con salsa agridulce Sichuan (con diferencia fue el que más me picó, pero estaba delicioso)
 

Y cerrando unos noodles «Dan Dan». Añadir que entre el pescado y este plato, nos sirvieron pato, pero en lo que me vine a dar cuenta el plato había volado sin tiempo para foto. La carne tiernita y un ligero toque dulce, estaba increíble.
 

Cerraba el menú una sopa dulce con bolita de arroz glutinoso. Puede que parezca algo raro este plato, pero entra bastante bien y sobre todo para suavizar los calores de los platos anteriores.
 

Como habrán visto, las raciones no eran excesivamente pequeñas ni demasiado grandes, tenían el tamaño justo. Nos quedamos todos bastante satisfechos. Respecto al precio por persona: unos 30 € + un extra por el té/cerveza, que no lo veo nada mal para toda la variedad de platos que probamos, un poquito de todo. Una cena diferente para romper la rutina y continuar la noche con las pilas cargadas.

Para los que se pregunte por su ubicación, a continuación adjunto el mapa. Puede que parezca estar algo escondido pero podremos ver el cartel que anuncia su nombre «Yellow Door»
 


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Otro sitio que no me importaría repetir, además, creo que sería buen lugar para llevar a alguna visita. Son de esos sitios poco habituales y una vez los descubres, hay que apuntárselos.