Gusto italiano

Cambiando un poco de aires, dejando a un lado la comida asiática nos pasamos a la europea y más en concreto, a la italiana. Y no es porque no haya restaurantes italianos en Hong Kong, pero donde mejor se come es en el país de origen, eso desde luego. Habíamos estado visitando Verona y tuvimos la ocasión de poder disfrutar de una buena cena en un restaurante de la zona.

Después de haber estado callejeando conociendo el centro y sus alrededores, volvíamos casi al punto de inicio: la plaza Bra, cerca del anfiteatro. Las luces de navidad adornaban el exterior de los restaurantes y también el menú a la puerta para llamar la atención de los paseantes. Éste sitio de la foto en cuestión lo habíamos visto al pasar pero nos había parecido un poco subido de precio, y como aún era temprano, pues decidimos mirar otras alternativas.

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Subimos a la planta alta del restaurante y el camarero nos indicó la mesa donde sentarnos. Había bastante sitio libre a esa hora, muy tranquilo y cálido el ambiente del lugar. Tan sólo había otra mesa al lado de la sala y posteriormente llegaría una familia con niños. En la fuera hacía fresquito pero en el interior se estaba la mar de cómodo.

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Unos paninis para ir haciendo boca en lo que la comida iba llegando y Coca-cola para refrescar. Esta vez no pedimos nada de vino o cerveza, luego teníamos que ir de vuelta hasta Milán y no convenía tomar alcohol para estar centrados en la carretera.

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Empezamos con un carpaccio di manzo, que es básicamente trozos de carne muy finamente cortados y que se acompaña con láminas de champiñones, queso parmesano y rúcola. Se le añade un toque de pimienta negra junto con aceite de oliva o vinagre balsámico, y listo para comer.

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Para el plato principali novia eligió unos calamares a la parrilla acompañados de ensalada y papitas fritas. Yo estaba indeciso entre pasta y pizza, finalmente me decanté por una pizza funghi. Y no nos equivocamos con la elección, no sólo tenia una pinta estupenda sino que de sabor estaba mejor aún.

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Nada mejor para finalizar la cena con una clásica combinación: tiramisú y capuccino. La guinda del pastel después de tan buena comida y con un trato excelente.

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Como recuerdo nos llevamos este sobrecito de azúcar con el nombre del restaurante «La costa in Bra». Así si algún día tenemos que dar alguna referencia de restaurantes, al menos sabemos de uno que nos agradó mucho.

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Desearles buen finde como siempre y buen provecho. ¿Apetece un italiano verdad? 🙂

En Verona

Habíamos recibido el año en Milán y al día siguiente habíamos planeado desplazarnos hasta Verona. El tiempo aunque inicialmente estaba algo gris, conforme nos fuimos alejando parece que el cielo se iba aclarando. También lo que era un paisaje un poco industrial iba cambiando a extensiones de cultivo y montañas nevadas a lo lejos. La conducción no se hizo para nada pesada, incluso hicimos un alto en el camino en una gasolinera para comprar algo de comer y así estirar un poco las piernas.

Un poco más de dos horas de carretera en total pero con mucha calma y llegamos a nuestro destino. Buscamos un aparcamiento cercano para evitarnos complicaciones, ubicar dónde estaba el centro y a a descubrir la ciudad. De entrada nos dio la impresión que era bastante acogedora y la verdad que fue todo un acierto el haber ido a visitarla. Lo bueno es que todo lo interesante está concentrado y se puede visitar de forma muy fácil. Empezando por la plaza central (Plaza de Bra) en la está el anfiteatro romano: El Arena, y donde se concentra bastante gente.


 

Podemos sentarnos en alguno de los restaurantes-cafetería para tomar algo tranquilamente mientras observamos el ambiente, muy animado siendo época navideña. El tiempo sonreía y había mucha gente paseando en ese momento.

Poco a poco nos vamos alejando hacia el interior y empezamos a callejear. Se aleja un poco la multitud y todo se vuelve más tranquilo. Callecitas estrechas con edificios de como mucho tres o cuatro plantas de altura, colores ocres y la sensación de trasladarnos en el tiempo, el tiempo parece pasar más despacio. Edificaciones muy bien conservadas, destacando los de toque religioso como la catedral o algunas basílicas.


 

Desenbocamos en la plaza de Erbe con la torre de reloj que nos vigila, muy animada con un mercadillo y donde no falta un gran árbol. La torre de Lamberti es el punto ideal para contemplar la ciudad desde las alturas despues de subir sus 263 escalones, aunque también cuenta con su ascensor.

Otro de los puntos de interés es el puente de piedra que nos lleva al otro lado del río. La corriente golpea con fuerza algunas rocas, se siente un poco de frío, me Imagino cómo estará la temperatura del agua brrr…


 

 

Muy buenas primeras impresiones de la ciudad, su parte histórica, el ambiente y como no, la comida. Lástima que apenas era un día de visita porque no nos hubiese importado hacer noche allí, así hubiera sido todo más pausado, pero más que contentos con la visita. Muy recomendable en este aperitivo a modo de post.