No será la primera vez que hemos estado pasando por delante de algún sitio y pasa bastante tiempo hasta que decidimos probarlo. Es el caso del restaurante del que voy a hablar a continuación. Su ubicación: en el corazón del distrito de Central y en una calle bastante transitada, con lo que es normal siempre ver bastante gente entrando y saliendo, además de, movimiento de coches en la puerta. No obstante, a la salida del mismo, la puerta se encontraba bastante tranquila, tuve suerte sacando la foto 🙂
Algo que nos llama bastante la atención y que viene ser habitual en los restaurantes de cocina cantonesa, es esta especie de escaparate donde podemos ver a los cocineros trabajando sin parar mientras disponen de algunos de los ingredientes para los platos que allí se preparan. Luego revelaré el plato estrella del sitio en cuestión, aunque igual con la foto pueden ir adivinando..
Por lo general, es mejor haber hecho una reserva pero eso no quita para que nos presentemos de imprevisto en el local y probar suerte. Igual nos toca esperar un poco, pero merece la pena. Nosotros habíamos reservado para 3 personas a eso de las 7 de la tarde, buena hora para los estándares de la ciudad. Se podrán imagina la cantidad de gente, pero nos acomodaron bien en una esquinita de la segunda planta del restaurante. Menú en mano, platos y a ver qué elegimos para comer.
Una vez elegidos los platos, la comida no tarda en aparecer. Me dejó asombrado la rapidez del servicio y muy correctos en todo momento. No tendrán problemas con el inglés aunque si va alguien que hable cantonés, seguro lo agradecen.
Primer plato de la noche: oca asada acompañada de una salsita de ciruela (al fondo de la foto). Mojar el pedacito de carne en la salsa y pa´dentro… sin palabras.
Un plato de tofu acompañado con trocitos de zanahoria y champiñones.
Un señor arroz frito con buenas gambitas y demás sustancias.
Y como cuarto plato: ternera salteada con verduritas y toque de jenjibre
¿Qué les parece el menú de la noche? Bastante completito y equilibrado con carnita, verduras y que no falte un poquito de arroz que siempre conjunta bien. La mesa estaba completa, apenas hueco para meter algún plato más. Tampoco puede faltar un poco de té oolong para suavizar entre bocado y bocado.
Con estos cuatro platitos íbamos más que servidos para nosotros tres. Las raciones en perfecta medida, pero ojo, que nos lo terminamos todito como debe ser. Sin embargo, casi cuando terminabamos hubo algo que me llamó poderosamente la atención en la mesa de al lado… ¿adivinan el qué? y es que es otros de los platos estrella del restaurante: huevo de 100 años. ¿Quién se anima? y advierto, no se dejen llevar por el nombre o por la apariencia, fiarse de un servidor.
Un poquito más de cerca donde se aprecia la textura de la yema. Sabor consistente e interesante a la vez.
Seguro ya lo habían adivinado… la estrella de la noche ha sido la señora oca, la cual es el reclamo principal de este sitio, además del plato anterior que acabo de comentar. La foto habla por si sola y una vez degustemos la carne, entenderán el por qué de su fama. Ya se me está haciendo la boca agua nuevamente…
Nuestras tazas de té ya vacías, la comida en nuestro estómagos. Ha sido una cena como Dios manda. Menos mal que aún es tempranito y podemos estirar las piernas de camino a casa. Así da gusto.
Y a todas estas, ni siquiera había mencionado el nombre del restaurante: Yung Kee. Si quieren conocer un poco más sobre la historia del mismo, no dejen de visitar su web.
Para más señas nuestro amigo Google Maps nos hará más fácil llegar hasta él. Espero que se animen a visitarlo si tienen ocasión, no se arrepentirán.