Fresquito y rico

 

En un día de calor como el de hoy, se nos vienen a la cabeza el comer cosas fresquitas, bien sea como comida principal o quizás un pequeño bocado. De igual forma en el reciente viaje a Tailandia con Alberto mientras pasábamos nuestras últimas horas por Bangkok, pateando de un lado a otro hasta que decidimos meternoes en uno de los centros comerciales Siam Paragon si no recuerdo mal. El aire acondicionado no podía faltar, la gente refugiándose mientras da vueltas por las tiendas.

Subiendo de una planta a otra, curioseando en alguna que otra tienda hasta que nos llama la atención este cartel tan simpático, además de, su nombre «Buddhi Belly«. A modo de buda y con un turbante más que curioso. En efecto amigos, se trata de un sitio donde sirven yogur helado que venía perfecto para refrescarnos mientras disfrutábamos de un descansito.
 

 

Y aquí la copa en cuestión, acompañada con unos trocitos de kiwi. Creo recordar que fue un visto y no visto, eso da pistas, no? no me hubiera importado repetir con una segunda copita pero mejor quedarse con el buen sabor de boca.
 

Estos días después del almuerzo o la cena se me ha apetecido tomar una copita de froyo, y la verdad que por Hong Kong hay bastantes sitios, parece que el negocio prospera y hay variedad donde elegir. Que llegan los calores del verano y apetece, no?

¡Que levante la mano quien quiera uno! 😀

 

Hora de la siesta

 

Si después de haber pasado por el Palacio de Bangkok, podemos acercarnos hasta el templo de Wat Pho. A la hora que fuimos nosotros parecía no haber demasiada gente, nada de colas y pagar los 20 baht de la entrada. Caminar a nuestras anchas recorriendo los edificios del templo.
 

Reflejos brillantes del sol de la tarde, creo que las horas de luz empiezan a escasear.
 

¿Y quién dijo que los budas no podían descansar? ellos también tienen derecho. Un claro ejemplo es el enorme buda reclinado que nos encontramos en el interior de este este templo, sin duda, este buda es el atractivo principal del lugar. Con poco más de 200 años, este buda fue terminado antes de que la capital fuese trasladada a Bangkok. En este lugar fue también donde se originó el conocido masaje tailandés.

A nuestra entrada en el recinto donde se encuentra, nos recibe con cara sonriente, parece como si nos estuviera observando. Un color dorado intenso llena todo el interior de la sala, los turistas van recorriendo el lugar bordeando la estatua en círculo, apreciando los detalles.
 

 

Nada más y nada menos que 46 metros de largo y 15 metros de alto. Aquí se puede ver la estatua en toda su extensión, una obra impresionante que ilustra el paso de Buda al nirvana. Como detalle curioso, decir que los ojos y los pies están decorados con perlas.
 

 

No pueden faltar en los laterales, pequeños altares con ofrendas. Por si acaso nos advierten que no nos sentemos, nunca se sabe cuando llegará algún despistado.Siempre hay que estar atentos para no romper las tradiciones o hacer algo que pueda incomodar a los locales, a nosotros tampoco nos gustaría con lo nuestro.
 

Integrarnos en la cultura y tradiciones del país, aprovechar para echar moneditas en cada una de estas vasijas a medida que vamos recorriendo el buda por la parte posterior. Sonido constante. clin clin clin… una persona tras otra. Me pregunto cuáles serán sus deseos y si se llegarán a cumplir…
 

Por lo pronto creo que vamos a hacer una pausa, igual hasta nos reclinamos un rato, sino ver a buda y seguir su ejemplo que seguro alcanzamos el nirvana echando una cabezadita 🙂
 

Calmadito

 

Pasan unos minutos del mediodía, nuestra última mañana en Bangkok antes de partir rumbo a nuestro siguiente destino. El equipaje listo y hacer tiempo hasta por la tarde-noche que cogemos nuestro tren. Después de haber salido un poco la noche anterior y sin desayuno en el cuerpo, vamos en busca de nuestro almuerzo. Saliendo del hotel y recorriendo los alrededores, parece que todo está desierto y ni rastro de un sitio donde comer algo, hasta que de repente nos encontramos un cartel de un café-restaurante. Habrá que seguir la pista de las indicaciones y ver dónde nos llevan, al menos parece que tienen cerveza aunque de momento no apetece, demasiado temprano.
 

El exterior del sitio es más que tranquilo. Nos acercamos tímidamente hasta la puerta y parece que el lugar está abierto, al poco de abrir la puerta hay un chico que nos recibe y nos invita a entrar. Buscamos un rinconcito del restaurante. El silencio reina en el sitio, estamos solos pero para qué más.
 

El menú listo para ser hojeado y decidir cuanto antes, y es que las ganitas de comer están apretando. ¿Cuál será la elección de esta vez? bien sea un arrocito o unos noodles salteados, pollo o unas verduritas… todo es bienvenido. Las fotos indican que los platos tienen bastante buena pinta, son tentadoras.
 

Nada mejor que un poco de agua fresquita para saciar la sed y mientras esperamos a que la comida llegue. El día amaneció más caluroso y el líquido elemento es algo imprescindible mientras uno recorre las calles de la ciudad, e intentar buscar la sombrita si es que nos hemos olvidado de llevar una gorra. En el café estamos a salvo del sol y bien fresquitos, pero sin excesos de aire acondicionado.
 

La presentación del plato: impecable. Un arrocito salteado y envelto en una finita tortilla, hasta pena da tener que romperlo, ¿no les parece? Muy currado, y de sabor mejor aún. Recomendación personal, darle un ligero toque con el zumo de la lima 🙂 La elección de Alberto fue un pollo ligeramente frito y acompañado de arroz blanco, que tenía muy buena pinta y a juzgar por lo que dejó, estaba muy bueno también.
 

Y no podíamos pasar nuestro almuerzo sin unas verduritas salteadas, los típicos morning glory que siempre triunfan, con ligero toque picantito pero agradable.
 

Un trato amable, comida buena y genial de precio; no se puede pedir más. Con las pilas cargadas después de nuestro almuerzo, decidimos que es la hora de continuar la marcha y buscar la siguiente parada del día, aún quedaban horas por delante, pero con calmita, disfrutando del paseo con el estómago lleno.

 

Pateando

 

Una de las visitas imprescindibles en Bangkok es la del complejo del Gran Palacio donde se encuentra el templo de Wat Phra Kaew (templo del Buda de Esmeralda). Los edificios reconocibles fácilmente en la distancia, su estructura peculiar puntiaguda y los bordes de los tejados, particular del estilo tailandés en los templos.

La construcción de este templo se iniciaría en el año 1785 durante el reinado de Rama I, el cual decidió trasladar la capital desde Thonburi hasta Bangkok. Uno de los pasillos nos lleva hasta uno de los laterales del complejo, eso sí, antes de entrar debemos asegurarnos de haber adquirido nuestros pantalones largos ya que es una costumbre de respeto al entrar en las instalaciones. Basta con pagar un depósito de 200 bahts que nos será devuelto a la salida.
 

El paso de los turistas de un lado a otro mientras los locales hacen sus ofrendas. El silencio es una constante, a veces sólo interrumpido por el sonido de algunos rezos de los monjes. El calor aprieta y a veces es necesario buscar la sombrita que ofrecen los rinconcitos de los edificios, tomar un poco de agua y seguir recorriendo el complejo.
 

 

 

Nos encontramos con una réplica del templo de Angkor Wat de Camboya, ya que, la cultura tailandesa y la camboyana comparten orígenes.
 

 

El lugar está repleto de detalles que vale la pena observar. Trabajo minucioso, pieza a pieza y todas en armonía. Los colores verde, rojo o azul y sin dejarnos el dorado; se reflejan con los rayos del sol, figuras resplandecientes día tras día. Es todo un trabajo de filigrana.
 

 

En su edificio principal se encuentra el pequeño buda de esmeralda que originalmente fue creado en la India, pasando por Laos y acabando finalmente en la capital tailandesa. Es todo un símbolo para el pueblo. Ahí lo podemos ver al fondo sobre su trono y con uno de los mantos que acostumbra a llevar. La foto no es todo lo buena que me gustaría, y es que en el interior no está permitido sacar fotos y uno debe aprovechar antes de entrar al interior del recinto. Ahh! y otro dato, cuando nos sentemos, nuestros pies no pueden apuntar hacia el buda, tienen que estar recogidos hacia un lado o mirando hacia atrás en señal de respeto.
 

No pueden faltar los grabados en las paredes de los pasillos interiores, de gran riqueza. Se pueden ver representadas escenas de batallas en medio del campo, de fondo templos junto con montañas y árboles. A veces parece como si quisieran salirse de la pared..
 

Lugar fresquito para sentarse y descansar, que hace falta ya que aún quedan más cosas por ver. El templo con el buda era sólo una parte, pero ya va quedando menos.
 

La otra joya que nos quedaba por visitar es el Chakri Mahaprasad Hall, edificio de estilo renacentista italiano. Una mezcla entre lo local y lo europeo, edificio que sigue siendo usado activamente para oficiar algunas ceremonias y es custodiado en su exterior por unos guardas de aspecto impecable.
 

 

Y esto sólo era el comienzo de nuestro día de pateo. Aún quedaba cosas por ver, sigan atentos.