Cerrando una nueva semanita y con un destino viajero que tuvimos oportunidad de visita durante las pasadas Navidades. Si recuerdan, decidimos escaparnos hasta Europa para estar a caballo entre Italia y Suiza, junto con una rápida incursión a Tenerife entre medias. Fue un viaje bastante completo pero a la vez con algo de cansancio por los kilómetros en coche pero que nos dejó un buen sabor de boca. Y uno de esos recuerdo es haber estado en Florencia, una ciudad que es todo un referente por sus obras arquitectónicas.
Desde Milán nos desplazamos en un poco más de cuatro horitas. La casualidad hizo que desde donde habíamos dejado aparcado el coche y hacia el centro, nos topamos con el famoso «Puente Vecchio» que tiene muchas historias que contar y de un estilo muy peculiar. Sitio también donde encontrar pequeñas tienditas de joyería, al estilo de los antiguos gremios.
Hay muchos detalles que van desde soportales que te mantienen a salvo de la lluvia hasta esculturas en algunas de las plazas; todo ello evoca a los artistas italianos de aquel entonces y que marcaron una época con sus obras. Es cuando uno se detiene a mirar los alrededores cuando uno siente como se traslada en el tiempo y eso, es una sensación muy especial, sobre todo en una ciudad con tanta historia como esta.
Ante nuestros ojos los establecimientos como pastelerías, no pasan desapercibidas. En casi cada esquina se podía encontrar alguna y con escaparates que a uno le hacían la boca agua. El gelato también estaba muy presente, y se antojaba a pesar de estar en invierno. Y es que estando en Italia, es imposible que uno vaya a comer mal, ¿verdad? tentaciones por todos lados 🙂
La iglesia de San Lorenzo es el icono principal de la ciudad y con su conocida cúpula cuyo autor es Brunelleschi, recuerdos que le vienen a la mente de cuando lo estudiaba en el colegio en clases de historia. Es un monumento impresionante, y en el conjunto también está la basílica de la Santa Cruz. Tuvimos que conformarnos con verlo de tarde-noche, pero de día tiene que ser aún más bonito. El tiempo andaba algo lluvioso y fresco, pero se hacía agradable el pasear viendo el ambiente navideño en bares y restaurante, además de, en los pequeños comercios.
Una pena no habernos quedado más tiempo por la ciudad, fue lo que se llama un viaje de ida y vuelta. Sin duda para otra ocasión, con más calma si que miraríamos algunos hoteles en Florencia para alargar la estancia.
Bonito el poder recordar unas vacaciones navideñas con sabor italiano, recorriendo las calles de una ciudad como Florencia y degustando también sus delicias locales tanto saladas como dulces. Una buena excusa para volver con más tiempo. Feliz finde!