Andábamos paseando cerca de Shibuya después de haber cenado, era un domingo sobre las nueve y pico de la noche, en la calle actividad como si tal cosa y nada indicaba que el fin de semana se acercase. Mientras estirábamos las piernas, callejeando de un lado para otro, nos topamos con el siguiente lugar. Cierto que nos apetecía echarnos algún coctél pero ibamos sin rumbo fijo hasta que nos decidimos a entrar en el local.
Tan sólo el exterior ya hace presagiar que se trata de un sitio diferente al resto, aunque no habíamos visto muchos bares por la zona, apuesto que habría más en lo alto de edificios al estilo de Hong Kong pero lo ignorábamos por completo. Nos quedamos un rato por fuera dando un vistazo al menú y algunas fotos que tenían.
Mi novia y yo nos miramos las caras preguntándonos: «¿pa´dentro si o no?», pues allá vamos. Si se fijan la entrada es por la parte de la derecha en dirección como a un sótano. La parte escaleras arriba puede que perteneciera a otro bar o igual era el mismo con distintos niveles. Bajando por las escaleras, decorado con botellas vacías de bebidas varias y con tablas de madera de un aspecto un tanto polvoriento que le da un toque más especial aún. Me estaba dando incluso la sensación como cuando uno se mete en una mina, aunque ésta un tanto más iluminada. Sigamos la escalera…
Una vez abajo, si pensamos que el bar tendría pocas botellas, atentos porque, todas las paredes estaban llenas de ellas. Marcas de whisky que no había visto en la vida, una variedad inmensa. Con una luz poco intensa que reflejaba en la madera, dándole un toque cálido al lugar. Fuimos recibidos por uno de los camareros que estaba muy bien uniformado, chalequito, pantalón de vestir; un auténtico barman de película. Nos indica que la entrada es de 500 yenes pero sin derecho a consumisión, eso sería a parte. Ya que estábamos allí, un día es un día ¿no?
A la hora de pedir el menú no ayudó mucho (no había versión en inglés) pero al menos con las siglas de las bebidas, tales como: (G) Ginebra; (W) Whisky; (V) Vodka, de esa forma nos podríamos apañar para saber lo que contenía cada coctél y luego si se trataba de una copa de tamaño Medio (M) o Largo (L). En nuestra primera elección optamos por un clásico mojito y un Kill Bill (venía a ser como un vodka con soda y un toque de limón, creo yo) y acompañado de un platito de frutos secos. Con música muy suave sonando de fondo no se podía estar mejor, y el resto de ocupantes de bar charlaban pero sin que casi uno se diese cuenta de que estaban allí, todo muy relajante. De vez en cuando el sonido de los hielos, el chas chas chas de la coctelera… muy auténtico como decía.
Ojo a algunos de los detalles decorativos que tenía el bar 🙂
Después de una primera ronda, quisimos pedirnos una segunda y definitiva. Ciertamente no me acuerdo que pedí, pero ahora que veo la foto tiene un aire similar al primero, jeje.
En cambio mi novia optó por curiosear qué habían pedido en la mesa más cercana a nosotros, que parecían unos entendidos pidieno cóctel tras otro y le gustó uno que estaba decorado de la forma que ven.
Disfrutamos de un rato agradable y un par de cócteles a precios más que razonables dada la ubicación del sitio. Fue el toque perfecto para cerrar el domingo antes de retirarnos rumbo al hotel para descansar y recuperar las fuerzas. Un nuevo día nos esperaba.