Detener el tiempo

 

Qué sensación tan extraña y especial a la vez cuando uno está viajando y tiene la ocasión de pasar por lugares en los que el paso del tiempo se nota de otra forma. Xingping es uno de esos lugares, un pequeño pueblecito al que llegábamos tras nuestra travesía por el río Li.

A unos pocos metros del río, ya había algunos hombres con motos ofreciendo sus servicios para llevarnos hasta el pueblo. Aunque nuestra idea inicial era la de ir a pie, pero luego vimos que hicimos bien el ir motorizados para ahorrarnos el pateillo. Total, de los 20 minutos que según nos dijo el buen hombrem que tardaríamos llegamos en apenas 5 al comienzo de una de las calles del pueblo.
 

Callecitas algo estrechas con puestos de souvenirs a los lados y construcciones hechas con piedra y madera, parecía como sacado de un libro de historia de cuando las antiguas dinastías. Me imagino como debe de ser el recorrer estas calles de noche, total tranquilidad.
 

 

Curiosos nosotros quisimos entrar en este templo, pero poco nos duró la ilusión cuando nos recibieron amablemente para decirnos que había que pagar entrada. Por lo menos si el dinero lo usan para conservarlo, estaría bien invertido 🙂
 

El ritmo de vida se nota pausado, o será que era la hora de la siesta? estamos hablando que era un sábado a eso de las 3 de la tarde. Seguro que mucha gente aprovechando en los salones de casa y con la puerta abierta a ver si entra algo de fresco mientras dejan secar algunas hierbas.
 

 

 

Anda que no va cómodo ni nada este niño en el carro y mientras los taburetes y la mesa que transporta su madre.
 

Me llamaron la atención estas vasijas de licor, el caracter chino () que se refiere a las bebidas con alcohol (vino, cerveza…), me dio por pensar en el cuento de Ali Babá y los cuarenta ladrones. La parte en la que se esconde en unas vasijas… que cosas las mías y recuerdo de la infancia.
 

 

Al cabo de recorrer un poco sus calles y tirar hacia la aventura, casi que se nos iba haciendo la hora de tener que decir adiós a Xingping. Puede que volvamos un día a recorrer sus calles, quien sabe. Mientras tanto la vida continúa, eso sí, a otro ritmo.
 

 

Hasta lo más alto

 

Si recuerdan el final de la entrada de ayer, quedaba abierto al qué pasaría después de nuestro paseo en barco. ¿Nos volveríamos de inmediato a Yangshuo a descansar? ¿paseando tranquilamente por las callecitas de Xing Ping?… lejos de todo eso y llevado por la curiosidad al ver el siguiente dibujo en una pared.
 

Parecía prometedor. Por delante 30 minutos de subida y un total de 1159 escalones, o al menos eso decía el dibujo. Todo ello nos haría elevarnos hasta 200 metros por encima del río y prometiendo unas bonitas vistas. Bueno, habrá que ponerse en marcha y es que estas escaleras están pidiendo que empecemos a subir por ellas, nos acompañan…
 

Al poco de empezar a subir, ya podíamos divisar esta bonita vista pero ayyy pobres de nosotros que no sabíamos a lo que nos teníamos que enfrentar. Ahora es cuando empezaba la verdadera aventura del ascenso a través de otra escalerita que estaba «medio oculta» entre la vegetación de la zona. Lo dicho, a ver hasta donde nos lleva.
 

Cuando les digo que nos costó sudores el llegar hasta la cima, hablo literalmente y encima yo que iba algo más cargadito con la bolsa de la reflex. Pero bueno, poquito a poco llegamos por tandas. Alberto el primero, seguido de Miguel y por últino yo. El resto de la expedición por poquito no coronó el ascenso y es que hay que pensárselo dos veces antes de ponerse a subir, y sobre todo ir provisto con líquido elemento.

Una vez en la cima un pequeño sitio para descansar y disfrutar de las vistas. El nombre Bird´s Eyes Pavillion es de lo más acertado para lo que se puede presenciar desde allí arriba. Pasen y vean…
 

 

 

Sólo queda sentarnos a contemplar y dejar la mirada perdida en el horizonte mientras el día va tocando a su fin.
 

Estas son algunas de las fotos que pude captar desde la cima. Quizás no hagan justicia a lo que uno puede presenciar en vivo pero espero disfruten con ellas como lo hice yo después del ascenso y habiendo recuperado un poco el aliento.
 

 

Y que chiquito luce Xing Ping desde doscientos metros de altura. Sentir la brisa en la cara y la sensación de sentirse pequeño rodeado de montañas, sobrecogedor sin duda.
 

 

Lamentablemente no pudimos quedarnos hasta que el sol empezara a ocultarse tras las montañas, ya que, había una guagua que nos llevaría de regreso a Yangshuo y no podíamos perder la última. Quizás en otra ocasión, la opción de hacer noche en el pueblo sería más que interesante para no perdernos tanto el amanecer o el atardecer desde las alturas.

Empezaba el descenso…
 

Con cuidado de no pisar mal en los escalones «tallados» en la roca. Paso a paso y de vez en cuando echando una mirada hacia atrás nos íbamos alejando y estábamos algo más cerca del pueblo.
 

Con las piernas notando el cansancio, pisábamos tierra firme nuevamente y nos dirigíamos pueblo a través en busca de la parada de guagua. Qué ganas de sentarnos por un rato y echar una cabezadita con el vaivén de la guagua, y lo a gusto que se queda uno tras un día como este. No tiene precio 🙂
 

Bajando el Li

 

Uno de los principales atractivos de la zona de Guilin-Yangshuo es poder navegar por las aguas del río Li mientras se disfruta del paisaje en una tranquila travesía. Sí o sí nos teníamos que desplazar hasta Yangshuo para continuar con el plan de viaje. Había dos opciones:

– Ir directamente en en barco en un trayecto de unas 4 horas desde Guilin.
– O bien desplazarnos hasta Yangshuo en guagua (1 hora y poco) y luego hacer un trozo del recorrido por el río.

Inicialmente la primera opción era la elegida, hasta que tuvimos la suerte de encontrarnos en el hostal de Guilin con un amable matrimonio español que nos sugirió una ruta alternativa (opción 2) y no vean lo bien que hicimos siguiendo su consejo. Nos evitamos la paliza de las 4 horas en barco que por lo visto se hacían bastante pesadas y no era precisamente barato el billete, unos 390 yuanes si no recuerdo mal (barco+guía+almuerzo). Mucho mejor fue coger la guagua tan tranquilamente, llegar a Yangshuo e ir hacia el hostal para luego comenzar la excursión de la travesía por el río.

La gente del hostal nos gestionó los billetes y nos indicó qué guagua debíamos coger para llegar hasta Yangdi, que sería donde nos embarcaríamos para disfrutar de 2 horas de recorrido por el río Li. Y allí llegamos al cabo de un rato donde nos esperaba una señora para mostrarnos nuestra barquita.
 

La barquita vendría a ser como la que maneja este buen hombre. Techadita para protegerse del sol picón e impulsada con un pequeño motorcito. Allá vamos…
 

Ante nosotros un impresionante paisaje de montañas de diversas alturas y formas que se pierden en el horizonte. La mayoría de ellas cubiertas de un manto de color verde intenso, se notaba que las lluvias habían hecho un buen trabajo en noches anteriores descargando buena agüita.
 

Mientras tanto la lanchita avanzaba de forma suave por el río, aunque de vez en cuando había algunas zonas con agua más brava que nos salpicaba pero que era bien recibido para refrescarse del intenso calor. A lo largo del río nos íbamos encontrando con más barcas a los lados o algunas que venían de regreso, sin llegar a ser un tráfico intenso.
 

Mi cabeza no paraba un segundo quieta para no perderme detalle alguno de los alrededores. Cámara en mano y clic clic clic. A la izquierda con tonos ligeramente amarillos y una gran pared vertical…
 

a la derecha… No había montaña que fuera igual pero cada una de ellas con su encanto especial y el contraste de color entre los tonos grises y ocres de la roca junto con la vegetación que las rodeaba y el azul del cielo.
 

 

Pero bueno, si yo sé no digo nada con lo de poco tráfico. De repente, una «avalancha» de barquitas en sentido opuesto. Creo que por aquel entonces serían cerca de las 3 de la tarde, igual muchos de ellos ya habían hecho el recorrido de rigor y se preparaban para volver de regreso.
 

Y algunos si que «aprovechaban» bien el paseo echándose una siestita ¡Hombre, que no te vas a enterar del paisaje! 🙂
 

Y no todo iba a ser barquita sin parar, si es que en China lo tienen todo ya estudiado de cara al turista, no? tocaba una paradita técnica durante el recorrido. Parece que este es un lugar de encuentro habitual para el resto de barquitas y la gente aprovecha para darse un chapuzón cerca de la orilla. Lástima que ese día no ibamos preparados para la ocasión. Eso sí, aprovechamos para estirar un poco las piernas y de paso estas señoras tan amables nos ofrecían: cerveza, refrescos o incluso esos artilugios alargados que son a modo de pistola de agua; no pierden la ocasión de hacer negocio.
 

 

Las vistas sin duda merecían la pena esta escala en la travesía. Nos daban una perspectiva más cercana de las montañas a los lados del curso del río, además de, ofrecernos una estampa tan bonita como la de una balsa de bambú y de fondo el marco incomparable de las montañas.
 

 

Después de habernos refrescado a base de cervecita, tocaba reanudar la marcha para llegar hasta el punto final del recorrido: Xing Ping. Las montañas parecían agrandarse a la sombra de los rayos del sol y el calor parecía que ya no apretaba tanto.
 

La llegada al embarcadero parecía marcar el final del día en este agradable paseo en barquita. ¿Sería un adiós o quizás un hasta luego? a este pedacito del mundo que merece ser visitado, de belleza similar a la bahía de Halong (Vietnam), que por cierto tengo pendiente de visitar y tendré que comprobarlo con mis propios ojos.

 

Con la sensación de sentirse satisfecho con la excursión pero siempre con el gusanillo de poder visitar más lugares, conocer gentes… algo le faltaba al día para que fuera del todo perfecto. Quizás esta montaña nos pueda dar pistas…