Se trata de un pueblecito que hace muchos años su actividad principal se centraba en las minas de oro. Su esplendor durante el periodo de dominación Japonesa, pero una vez el oro agotado, su popularidad fue decayendo hasta que un tiempo más tarde fue de nuevo descubierto como lugar turístico. Bastante bien conservado y lo curioso de ver las casas encaramadas a los lados de la montaña.
A pesar de que el tiempo no estaba muy allá que digamos, se podían divisar unas buenas vistas de las montañas con el mar a lo lejos.
Nos encontramos con callecitas estrechas pero repletas tanto de tiendecitas como restaurantes o puestecitos donde ir probando comida de todo tipo. Al principio, nada de gente, aparentemente todo tranquilo…
Una de las cosas que probamos: pinchos de setas. Y un plato muy simple, poner las setas a la parrilla, mojarlas con una salsita (creo que de soja) y un toque picante al gusto, luego troceadas y a pinchar, el aperitivo está listo. ¿El precio? de risa y riquísimas. Tanto nos gustó que repetimos 🙂