Al caer la noche

 

En el reciente viaje por Guilin y alrededores, muchas horas bajo la luz del día pero cuando llega la noche ¿qué pasa? La ciudad empieza a cobrar un color distinto y desde luego en esta ciudad, sí que hay «pasión» por las luces de neón. Nada nos hacía sospechar que cuando visitamos una cueva cercana veríamos tal variedad de colorido por los distintos rincones de la ciudad. Miento! cuando ibamos en el taxi de camino desde el aeropuerto hasta el hostal, vimos fugazmente algunos efectos luminosos que nos dejaron boquiabiertos, seguro que Alberto se acuerda bien 🙂

Para que la noche sea más animada: farolas y palmeras de neón, modernito, modernito.
 

Cuando estábamos de vuelta después de un día de excursión, llegábamos justo para los últimos rayos y poder presenciar como la noche iba cayendo tras el atardecer. No podía dejar pasar la ocasión y acercarme hasta el canal situado en la trasera del hostal e intentar captar algunos de esos colores, el día llegaba a su fin.
 

Las luces nos mostraban una cara nueva de la ciudad: reflejos en el agua, en las fachadas de las casas. Lo moderno y lo tradicional se entremezclan con los colores verde, rosado, azul, amarillo…
 

 

Mucha tranquilidad ante todo. El lugar perfecto para sentarse un rato y escuchar el sonido del agua, de vez en cuando algún barquito con turistas que los lleva de paseo por los canales, y de nuevo, calma sólo con el run run de los coches pasando por uno de los puentes cercanos.
 

Y como la noche siempre nos tiene sorpresas reservadas, incluso tenemos un puente de cristal, a camino entre lo psicodélico y lo horterilla, con luces que van cambiando de color a cada rato.
 

Sin olvidarnos de las pagodas del Sol y la Luna situadas en el lago Banyan. Si de día ya lucen imponentes, de noche es más que recomendable darnos un paseíto bordeando el lago para verlas algo más de cerca y así aprovechamos para estirar las piernas después de una cena en condiciones 😀
 

Poco a poco, las fuerzas van escaseando y el cuerpo dice que son horas de ir tirando para el hostal, recorriendo algunas calles de la ciudad no tan alumbradas pero tan sólo el resplandor de las neones de las tiendas basta. Nosotros nos vamos a dormir en un rato, pero otros «comienzan» su vida al ritmo de neón.
 

 

El día de las terrazas

 

Siguiendo el itinerario «pensado», aunque digamos que improvisado y cuadrando las cosas sobre la marcha, la noche anterior acordamos con el hostal que nos reservara plaza en la excursión a Longji. El objetivo: visitar las terrazas de arroz de Longsheng (龙胜梯田).

Todos en pie tempranito y desayunados que la guagua nos viene a recoger a eso de las 8 de la mañana, aunque luego tuviéramos un poco de retraso respecto al horario previsto. Es lo que implica tener que ir recogiendo a turistas repartidos por distintos hoteles de la ciudad, hasta que estamos todos juntitos y algo que nos repetía nuestro guía Nick: «Please follow me and don´t get lost. Please follow me». Mensaje captado, aunque seguro que algunos se despistan en el camino o en la hora que debemos encontrarnos para ir de vuelta a la guagua. Parece ser que esta vez, fuimos un buen grupo 🙂

En un trayecto de 2 horas recorriendo las carreteras hacias las afueras de Guilin, una de las paradas que hicimos antes de hacer el ascenso hacias las terrazas, fue en la aldea de Huangluo Yao. Un marco incomparable rodeado del verde de plantas y árboles, con el paso de un riachuelo y bonitas casas de madera.
 

Es en esta aldea donde viven las mujeres de la etnia Yao que tiene la peculiaridad de poseer un pelo larguísimo y que sólo se cortan una vez en la vida. ¿El secreto? parecer ser que se lo lavan varias veces al día con agua que usan para limpiar el arroz. Curioso, no?
 

Después del paso por la aldea, continuaríamos el camino hacia la aldea de Ping An que marcaría el inicio de nuestra subida para poder disfrutar de las terrazas desde más altura. Como curiosidad, antes de llegar a este punto, debido a la estrechez de la carretera tuvimos que cambiarnos a unas guaguas algo más chiquitas pero no veas como subía de lanzado el conductor, será cosa de la experiencia. Vamos a ello, por delante unos 20 minutos de subida hasta alcanzar el poblado.
 

Apenas habíamos dado unos pasos y las vistas ya prometían, ¿cómo sería desde más arriba? dentro de poco lo podríamos comprobar.
 

Caminos de piedra entre las casas, sin apenas rastro de gente. Habíamos tenido la suerte de coger un camino alternativo, estábamos nosotros solos y las terrazas, y el paisaje iba ganando en colorido: montañas de fondo, el verde de la hierba y salpicado con los tejados de algunas casas. Tranquilidad absoluta y el sonido del viento tras nuestros pasos, no tiene precio.
 

 

Qué ganas de poder perderse por los arrozales durante horas, no? Lástima que no disponíamos de más tiempo, con lo que había que aprovecharlo al máximo.
 

 

Desde el punto más alto que pudimos alcanzar, las terrazas en todo su esplendor. La lluvia caída la noche anterior había hecho un buen trabajo; verde, verde… una gozada para la vista.
 

 

 

El par de horas que tuvimos para movernos por la zona supieron a poco, pero yéndonos con un buen sabor de boca. Y si nos hubiéramos quedado hasta el atardecer… ¿quizás para otra ocasión? nunca se sabe, pero sin dudarlo, no me importaría repetir la experiencia y hacer noche en la aldea. Estas terrazas nunca se ven igual dependiendo de la estación en la que nos encontremos, eso sí, el espectáculo está asegurado.

 

Continuando la ruta

 

El día no había hecho más que empezar y tras nuestra visita a la cueva, nos poníamos de nuevo en marcha hasta el siguiente punto del recorrido que habíamos ideado para ese día. Al llegar al parking, nos esperaba nuestra simpática conductora que recién se despertaba de una siestecita, nada mejor que estar a la sombra de un árbol y con fresquito en el coche, no?

Lo bueno era que las distancias no eran demasiado largas porque sino los trayectos se hubieran hecho mucho más pesados, aunque alguna cabezadita caía de vez en cuando y es entraba una modorra con el calor que ni te cuento. Pasados unos minutos, el coche se detenía justo al lado de esta puerta:
 

Estábamos a punto de entrar en lo que antes había sido la residencia del rey de Jingjiang. El rey por aquel entonces era Zhu Shouqian, cuyo abuelo había sido el primer emperador de la dinastía Ming. Echando la vista atrás hasta el año 1392 que fue cuando este complejo fue terminado y que luego serviría para alojar a las siguientes generaciones de reyes. No obstante, durante el período de esta dinastía pasaron por estas instalaciones un total de 14 reyes a lo largo de más de 250 años.
 

Entrada a unos de los edifcios principales del complejo.
 

El complejo estaba repartido en 4 zonas, además de otras construcciones en los alrededores de los edificios principales, teniendo como entrada principal la puerta Chengyuan seguido del recibidor y con el jardín real al fondo. No fue hasta el año 1921 cuando Sun Yat-sen visitaría el lugar y ascendiera hasta lo alto del pico Duxiu situado en las inmediaciones de la residencia, siendo rebautizado unos años más tarde como parque Yat-sen.

Con esta maqueta que nos ilustra las distintas zonas y sus alrededores, nos podemos hacer una mejor idea de sus dimensiones. Bastante parecido con la Ciudad Prohibida de Pekín, aunque de un tamaño mucho menor desde luego.
 

Mucha tranquilidad en sus jardines. Un lugar perfecto para sentarse y descansar mientras nos refrescamos del intenso calor. Mientras algunos aprovechaban bajo el cobijo de los árboles para dar algunas pinceladas.
 

 

Y si Sun Yat-sen que estuvo por los alrededores unos cuantos años antes subió al pico Duxiu o también conocido como «pilar que sujeta el cielo del sur», nosotros tampoco ibamos a ser menos, así que allá vamos. Una subida nada complicada pero algún que otro tramos se empinaba más de lo debido o nos hacía ceder el paso debido a la estrechez en algunas curvas, buen ejercicio para la mañana, tanto para jóvenes como mayores.
 

 

 

Poco a poco los edificios iban quedando a nuestros pies, sobresaliendo los tejados entre los árboles y ver cómo se extiende la ciudad a lo lejos. Las vistas bien merecen el ascenso. No sería el último sitio al que subiríamos a lo largo del día y durante el resto del viaje.
 

 

Montaña Yao (Yao Shan)

Situada al este de Guilin y a pocos kilómetros del centro de la ciudad, la que es la montaña más grande y alta, se eleva por encima de 900 metros. Desde lo alto se puede divisar la gran cantidad de montañas que rodean a la ciudad, perdidas en la bruma parecen no tener fin y de sombras misteriosas. Para llegar hasta la cima, esta vez no íbamos a subir a pie, mucho mejor es coger el teleférico en un agradable trayecto de casi media hora.


 

Yo aquí algo regañado… si que me tenía que haber puesto las gafas de sol 😀
 

Como no, no podían faltar algunos puestecitos con souvenirs, que nos encontraríamos más veces a lo largo de nuestro viaje. No podían faltar pinturas, figuritas, libros, abanicos o hasta dvd´s. Alberto aprovechó para llevarse algo a casa con el consiguiente regateo, creo que valió la pena.
 

 

Lo mejor estaba en el camino de vuelta hasta los pies de la montaña, ¿adivinan cómo bajamos? en las fotos está la solución. Una forma rápida y ante todo, divertida.
 

 

¿Pero aún quedan más cosas? llegados a este punto las ganas de comer estaban más que presentes y tocaba repostar para continuar la tarde con ganas. Paradita técnica en un restaurante del centro, buenos alimentos y líquido elemento, y recuperando energías para lo que restaba del día. Nos esperaba el parque de las siete estrellas (Seven Star Park).

El nombre lo recibe del cuento en el que los siete picos de la Montaña Qixing, simbolizaban siete estrellas caídas del cielo. En este parque nos podemos encontrar lugares como: «Seven-star Peak, Longyin Cave, Crescent Stone, Zenggong Stone, Camel Hill, Longyin Stone, Flower Bridge» … por nombrar algunos. Siendo este el parque con más historia y el más visitado de la ciudad.

Su interior se puede recorrer en cuestión de 1 hora según nos indicaban pero a uno le gusta tomarse las cosas con calma y poder caminarlo sin prisas. Al final el tiempo vuela y nos pasamos casi un par de horas entre sus jardines, visitando el templo, subiendo para divisar las vistas y en busca la Colina del Camello 🙂


 

 

El «Flower Bridge» construído durante la dinastía Song (960-1279), siendo el puente más antiguo de la ciudad y conservando su esplendor a pesar de los años y más en la primavera cuando se vea rodeado por cientos de flores.
 

 

Con una extensión de más de 100 hectáreas, da para perderse un buen rato. Fijaros que lejos queda al fondo la ciudad, ante nuestros ojos sólo el verde de los árboles y una montaña, que por cierto ¿cuál será? mmmm… Habrá que acercarse un poco más para comprobarlo.
 

Anda, la famosa «Colina del Camello». Hay que lo caprichosa que puede llegar a ser la naturaleza para algunas rocas formen figuras tan curiosas como estas.
 

Nuestro recorrido se acercaba casi a su punto final, mientras atrás dejábamos un día bastante movidito pero muy bien aprovechado, eso desde luego. ¿Las impresiones? estaba disfrutando bastante con el paisaje y los alrededores de la ciudad, su gente y el ambiente. El viaje continúa, ¿me acompañan?…

 

Dentro de la cueva

 

Después de haber llegado la noche anterior a Guilin, teníamos un nuevo día por delante con la mente puesta en empezar a recorrer los principales punto de interés de la ciudad y sus alrededores. Ibamos tan contentos esperando nuestro desayuno de tostadas, huevo y bacon pero hubo un cambio de planes y el sustituto fueron: noodles de arroz, que además son una de las especialidades de la ciudad y he de decir que estaban muy buenos, acompañados de caldito con unas verduritas y algo de manises escachados. El precio: 3 RMB por ración (40 céntimos de €), y lo a gusto que nos quedamos. Pilas cargadas y a ponernos en marcha.

Para desplazarnos, optamos por alquilar un coche para todo el día que nos salía muy bien de precio a repartir entre los cinco. Ahora quedaba definir la ruta a seguir para que la gente del hostal pudiera transmitir las pertinentes instrucciones a la conductora, y así fue. Emprendimos la marcha y como primera parada nos dirigíamos a la Reed Flute Cave, que viene a ser la cueva de flauta travesera. Su historia data del año 1940 que es cuando fue descubierta, aunque su edad data de hace ya unos 180 millones de años y con una longitud total de 240 metros. Bueno, a que estamos esperando que no entramos.

A lo largo de su recorrido, se van pasando por distintas secciones que están iluminadas en distintos colores para resaltar las formas y detalles de las rocas. Colores de tonos fríos como verdes claritos o azulitos, o bien, tonos algo más vivos con rojizos o anaranjados, un colorido que se hace agradable a los ojos y crea una atmósfera como de película de ciencia-ficción, pasen y vean…
 

 

 

Y ante nosotros, turistas y más turistas atentos a las explicaciones de su guía. No obstante, en cada rinconcito de esta cueva, según costumbre china se le da nombre a las formaciones de roca, tales como: Palacio de Cristal, Pagoda del Dragón, Bosque Virgen, Montaña de la Frutas y las Flores… por poner algunos ejemplos. Claro está, hay que echarle bastante imaginación para «visionar» lo que nos sugiere el nombre de las distintas formaciones presentes en la cueva.
 

Siguiendo la senda de luces del camino que nos guía por el interior de la cueva y a cada paso que damos, notamos como las luces se van apagando y quedando todo en el más profundo de los negros. ¿Será por temas de ahorro de energía? nos preguntábamos, más vale ir pegaditos al resto de turistas que sino, nos pillaba el toro.
 

Muy bonitos los reflejos creados por la iluminación sobre un «pequeño lago».
 

A medida que nos vamos alejando del punto anterior, uno se puede dar cuenta del tamaño de la bóveda y apreciar mejor las distintas zonas iluminadas. Poquita gente queda ya al fondo, como se descuiden me los veo a oscuras 🙂
 

¿Alguien dijo fantasmas? desde luego que sería muy válido como escenario para la casa del miedo, colgar algunos esqueletos o telas de araña, una ambientación perfecta.
 

No sabría calcular cuanto tiempo pasamos en el interior de la cueva, pero según nos habían comentado alrededor de unos 40 minutos – 1 hora. Era tiempo de ver nuevamente la luz del día, disfrutar del paisaje de los alrededores y explorar un poco. El día estaba espléndido, a pesar de tener una ligera cortinilla como de bruma pero que creaba un efecto interesante con las montañas a lo lejos.
 

 

Apenas el día había comenzado y quedaban muchas cosas por ver, ¿siguiente punto de la ruta? Pronto lo sabremos.