Para dejarles que piensen un poco más la entrada de ayer, nada mejor que llevar nuestra mente y nuestro cuerpo a un sitio que invita al relax, playita y bajar el ritmo. Mi novia me sugirió que hiciéramos una escapadita de fin de semana a un sitio no muy alejado que le apetecía solecito. Empezamos a mirar las posibilidades y entre ellas países como Filipinas, Tailandia o Malasia. Cuando mencionó el nombre de Kota Kinabalu me vinieron buenos recuerdos de la primera vez que estuve por allí y en buena compañía de Juan. Después de barajar otros destinos y ver los horarios/precios de los vuelos, nos decantamos por la isla de Borneo que es donde se encuentra esta ciudad.
Parece mentira que hayan pasado casi 4 años desde que pise el lugar y las cosas siguen tal cual las recuerdo, y las fotos que saqué en aquel entonces. No obstante, se distinguen algunas construcciones nuevas como hoteles o un nuevo centro comercial. Las callecitas estrechas y los bloques de edificios bajos que se alternan con algunos hoteles desde donde contemplar unas buenas vistas de la línea de costa.
Nosotros elejimos el hotel Horizon con una buena relación calidad/precio y a pocos pasos del mercado local o del waterfront. Y desde la habitación teníamos una buena panorámica de la ciudad con una de las islas cercanas de fondo, en este caso la isla de Gaia. Muy curioso como el paso del tiempo ha hecho adquirir las chapas de metal de los tejados distintas tonalidades del óxido. En los bloques de edificios se alternan negocios locales, con viviendas o restaurantes en los bajos.
Una vez en la calle y en dirección al mar, recorremos el paseo marítimo fijándonos en los diversos barquitos que esperan en la costa para poder transportar a pasajeros o salir a la mar para hacer la captura del día. Si queremos pasar un día entretenido, no hay nada mejor que subirnos en una de las lanchas y negociar un precio para que nos puedan llevar por las distintas islas, y disfrutar de las playas de arena blanca con aguas claritas, claritas.
Después de pasear de aquí para allá, visitando el mercado local de frutas y artesanía, decidimos volver de regreso al punto inicial y buscar al buen hombre que nos había ofrecido los servicios de su lanchita. Ya sólo nos queda esperar en el muelle a que nos vengan a recoger y empezar el recorrido. ¿Me acompañan?
La lanchita nos irá llevando por las siguientes islas y la idea es pasar un rato en ellas mientras disfrutamos de la arena y hacer un poco de snorkel.
– Manukan.
– Mamutik.
– Sapi.
A la llegada al muelle, seguimos la pasarela y en la casetita del fondo deberemos pagar 10 MYR por persona (ringits de Malasia) a modo de tasa medioambiental, es un poco tipo Boracay. Pero tranquilos que cuando vayamos al resto de islas, no deberemos pagar cada vez, siempre es bueno saberlo y se fian de nuestra buena palabra. Todo hay que decirlo, la gente local es un muy amable y a pesar de ser un sitio turístico los vendedores locales saben comportarse si les haces un gesto en plan ‘no, gracias’ y siempre sonrientes.
Y esto era lo que estábamos buscando precisamente. Un tiempo de cielo azul despejado y listos para darnos unos bañitos. Durante los casi tres días que estuvimos allí, el tiempo fue muy bueno con nosotros y a pesar de que cuando miré la previsión decía de alguna tormenta (me temía lo peor) el sol era radiante y tanto que en las primeras horas cuando tan sólo caminábamos, nos confiamos y terminamos algo colorados. Después ya aprendimos y no nos olvidamos de darnos cremita. Ya se sabe lo traicionero que puede ser el sol por el sudeste asiático.
Lo dicho, ya estamos tardando en irnos al agua. Gafas y tubo, a ver si vemos algunos pececitos 🙂 o sino en la orillita para recoger algunas conchitas en el ir y venir de la marea. Bastante animada que estaba la playa pero sin agobios, muchos turistas japoneses y chinos, además de europeos, todo muy diverso.
El primer día fue bastante intenso con la visita a las islas y las sesiones de playita. Pero aún no había terminado el día, quedaba una de las cosas que mejor recuerdo de la primera visita: el atardecer. Un espectáculo para la vista, y como muestra algunas fotos. Las palabras sobran…
No está nada mal tener un reencuentro así. Creo que habíamos tomado una buena decisión viniendo aquí y aún nos quedaban dos días más por delante para descansar, que era lo fundamental.