Night life

 

Después de haber pasado tres noches en Guilin y alrededores, le tocaba el turno a Yangshuo donde pararíamos durante una noche y pondría punto y final a nuestro recorrido durante el viaje, ya que, al día siguiente nos separaríamos siguiendo caminos distintos.

El sábado por la mañana llegábamos a Yangshuo en un trayecto de apenas 2 horas en guagua desde Guilin. Mientras el calor apretaba nos disponíamos a ir en busca de nuestro hostal e instalarnos. Ese día fue bastante completito con la travesía por el Río Li disfrutando de un paisaje espectacular, que por cierto, dentro de poco les contaré aunque si quieren pueden recrearse con las fotos y el genial relato de Alberto buen amigo y compañero de viaje. Ni qué decir tiene que al final del día, el cansancio acumulado se notaba pero no nos podíamos dejar por el camino el salir a ver el ambiente que se respira por la noche en la ciudad, y no vean qué ambiente.
 

Aquí es donde está la acción, en Western street (Xi Jie). Cantidad de puestecitos a cada lado de la calle que de entrada me recordaron al mercado nocturno de Shilin cuando estuve por Taipei, qué cosas ricas por aquellos lares. Un poco más adelante: bares, restaurantes, tiendas… y es que también era sábado noche, como para quedarse en casa, no?
 

Todo ello adornado con el peculiar color de los neones colocados en las fachadas. Hasta las casita un poco más antiguas tenían su toque moderno con su correspondiente neón, hay que estar a la última 🙂
 

 

Y entre tanto cartel, alguno curioso que saltaba a la vista como este: una empresa que ofrece servicios de escalada. Me pregunto que opinará Peter Parker, desde luego que en él se puede confiar 😀
 

Me gustó especialmente este puestito que vendía camisetas con las caricaturas de algunos personajes famosos. Desde el mismísimo Bruce Lee, Obama y ¿Bin Laden?…
 

Lo mejor que hacíamos después de llevar un rato dando vueltas por las callecitas y curioseando, era entrar a cenar que el estómago empezaba a quejarse. A ver, a ver… este de aquí, el de más allá y nada a lo que sea. El lugar que entramos, de lo más curioso y ante todo tranquilo. Un vistazo al menú y se nos antojó comer dumplings, y mientras esperábamos a que llegase la comida: anda un Conecta 4!! y entre traguito y traguito de cerveza o agua, venga a meter fichas. Qué buenos recuerdos me trajo cuando apareció la camarera con el juego.
 

A la luz de los farolillos, buena compañía y conversación. Y la suerte que tuvimos, ya que, al poco de haber llegado al restaurante: brum pam pum pam brum… alguien estaba moviendo cosas por allá arriba entre las nubes y éstas empezaron a descargar unos buenos litros de agüita. Nosotros sanos y salvos disfrutando de la cena tranquilamente.
 

 

Para cuando habíamos terminado, ya sólo quedaban las calles mojadas y el ambiente se respiraba más fresco, que era de agradecer. Bueno chicos, lo de una copita lo dejaremos que mañana hay que madrugar un poquito para aprovechar la mañana que nos queda. Un paseíto de camino al hostal y a dormir del tirón, eso sí que es vida nocturna.
 

Al bambú

 

Si hay algo con lo que uno disfruta cuando viaja, a parte de conocer lugares, gentes o cultura, es la comida. No habrá viaje en el que no hayamos probado algo nuevo, y esta vez tampoco iba a ser menos. Hasta ahora, el único plato novedoso había sido el pescado a la cerveza que pudimos probar en nuestra primera cena en Guilin. Estaba muy bueno de sabor, pero el pescado en cuestión tenía bastante espinitas pero habiendo paciencia.

El día que aprovechamos para subir a Longsheng, mientras ibamos en la guagua nuestro guía fue haciendo una pequeña introducción de lo que nos encontraríamos en la zona y sin olvidarse del apartado gastronómico. El plato que tendríamos ocasión de probar y típico de la zona: arroz al bambú. El «misterio» se desvelaría un poco más tarde.

Luego, en lo que íbamos ascendiendo entre las casas de Ping An, empezamos a observar cómo cocinaban este plato tan particular. Al método tradicional con su fogoncito y estar atento para girar el bambú de vez en cuando y que no se nos pase el arroz 🙂 Si se fijan hay dos tamaños de bambú, y es que eso dependerá de si queremos una ración individual o una algo más grande para compartir.
 

Todo es cuestión de organizarse como esta señora: una cesta para los bambús que aún no han sido cocinados y su cubo con agua para enfriar los bambús después de que estén listos para poder comer.
 

Y aquí tenemos el resultado de nuestros bambús una vez abiertos y esperando los primeros bocados. Aprovechamos para pedir tanto de arroz como de pollo, y ciertamente el sabor que le da el bambú es interesante y una presentación del plato muy curiosa, desde luego. Además del plato estrella, tampoco faltaron unas verduritas salteadas o un poco de carnita con setas y más verduritas.
 

 

Todo tenía una pinta fantástica y sólo quedaba hincarle el diente a la comida, que se nos enfría. ¡¡Al ataque chicos!! palillos preparados y yaaa… pero déjenme algo mientras dejo la cámara aparcada por un rato 🙂
 

Desde luego que algo de cervecita no faltó pero que conste que éstas no son nuestras, que sino no sé cómo ibamos a subir hasta lo alto de los arrozales o volver a la guagua que nos llevaría de vuelta a la ciudad.
 

Después de disfrutar tan suculenta comida y a un precio realmente bueno, no había muchas ganas de ponerse a patear pero cuanto antes mejor que sino nos entra la modorrita y se desperdicia el tiempo que tenemos para visitar las terrazas de arroz ¿Quién se anima a limpiar bambús? Me pregunto que harán luego con ellos, porque según nos contaron, sólo se usan una vez para cocinar y luego… Seguro que le sacan buen provecho y algo útil se saca de ellos, así que despacito y buena letra y a darle al bambú.
 

 

Al caer la noche

 

En el reciente viaje por Guilin y alrededores, muchas horas bajo la luz del día pero cuando llega la noche ¿qué pasa? La ciudad empieza a cobrar un color distinto y desde luego en esta ciudad, sí que hay «pasión» por las luces de neón. Nada nos hacía sospechar que cuando visitamos una cueva cercana veríamos tal variedad de colorido por los distintos rincones de la ciudad. Miento! cuando ibamos en el taxi de camino desde el aeropuerto hasta el hostal, vimos fugazmente algunos efectos luminosos que nos dejaron boquiabiertos, seguro que Alberto se acuerda bien 🙂

Para que la noche sea más animada: farolas y palmeras de neón, modernito, modernito.
 

Cuando estábamos de vuelta después de un día de excursión, llegábamos justo para los últimos rayos y poder presenciar como la noche iba cayendo tras el atardecer. No podía dejar pasar la ocasión y acercarme hasta el canal situado en la trasera del hostal e intentar captar algunos de esos colores, el día llegaba a su fin.
 

Las luces nos mostraban una cara nueva de la ciudad: reflejos en el agua, en las fachadas de las casas. Lo moderno y lo tradicional se entremezclan con los colores verde, rosado, azul, amarillo…
 

 

Mucha tranquilidad ante todo. El lugar perfecto para sentarse un rato y escuchar el sonido del agua, de vez en cuando algún barquito con turistas que los lleva de paseo por los canales, y de nuevo, calma sólo con el run run de los coches pasando por uno de los puentes cercanos.
 

Y como la noche siempre nos tiene sorpresas reservadas, incluso tenemos un puente de cristal, a camino entre lo psicodélico y lo horterilla, con luces que van cambiando de color a cada rato.
 

Sin olvidarnos de las pagodas del Sol y la Luna situadas en el lago Banyan. Si de día ya lucen imponentes, de noche es más que recomendable darnos un paseíto bordeando el lago para verlas algo más de cerca y así aprovechamos para estirar las piernas después de una cena en condiciones 😀
 

Poco a poco, las fuerzas van escaseando y el cuerpo dice que son horas de ir tirando para el hostal, recorriendo algunas calles de la ciudad no tan alumbradas pero tan sólo el resplandor de las neones de las tiendas basta. Nosotros nos vamos a dormir en un rato, pero otros «comienzan» su vida al ritmo de neón.
 

 

Repostando

 

Con el día intenso que estabamos teniendo yendo de un sitio y a otros, la paradita para el almuerzo era más que obligada. Casualmente vinimos a dar a la calle por la cual la noche anterior habíamos estado paseando y que habíamos cenado. Bastantes restaurantes uno tras otro, camareras carta en mano ofreciéndonos entrar hasta que uno se decide por uno, sin presiones, cuestión de probar sitios y/o cosas nuevas.

El sitio elegido fue el restaurante Yiyuan. De ambiente tranquilo, además de una decoración e iluminación cuidada. Al entrar nos encontramos con que había un grupo de extranjeros comiendo, buena señal además que en las ventanas mencionaban algo de la Lonely Planet aunque por más que miramos, el sitio en cuestión no se mencionaba. Serán técnicas para atraer más a los clientes 🙂
 

 

El tiempo «iba en contra», las ganas de comer podían más y era preciso decidirnos lo antes posible. Página para aquí, para allá… bueno venga, aquí vamos:

– Arroz frito con verduras y carne.
– Cerdo con salsa agridulce.
– Carne salteada con apio y salsita.
– Pollo con anacardos y verduritas.

Platos dispuestos y un servidor que se pone manos a la obra con la comida, a dar buena cuenta de ella 🙂
 

Todo estaba muy bueno la verdad, a destacar en especial la carne con apio y salsita. En esta ocasión no pedimos nada que no fuera poco convencional y fuimos de cabeza a algunos platos ya conocidos, como los que uno puede encontrar en un restaurante chino en España, pero con mejor sabor aún si cabe.

Y con tanta comida de por medio, lo suyo es ir refrescando la garganta, o bien con té o sino otra opción mejor: cervecita. Prácticamente durante todo el viaje en los sitios que paramos para almorzar y cenar, un par de botellitas caían, y es que con lo ligerita que era, bajaba que da gusto.

El nombre de la cerveza en cuestión: Li Quan, rubita y ligera, y cuanto más fresca mejor. Seguro que a nuestro amigo Pau no le hubiera importado echarle un trago e incluirla en su lista de cervezas del mundo. No me cabe la menor duda que por las tierras de Islandia donde se encuentran ahora, se vendrá con nuevas referencias.
 

Un nuevo fin de semana llama a la puerta. Parece mentira que ya haya pasado la semana tan rápida, y eso que al principio costó arrancar. Mañana sábado Alberto estará de vuelta por Hong Kong como paso previo antes de volver a Japón y seguro que tiene muchas cosas que contarse de esta semanita.

A disfrutar y al fresquito, mejor que mejor.