El jardín escondido

Haberme quitado la espinita de ir a Wong Tai Sin hizo que la visita fuera muy pausada, disfrutando cada rincón del recinto. Nos esperaba alguna sorpresa agradable, y es que tras cruzar el arco de la última foto de esa entrada, es como si nos hubiésemos trasladado de lugar, aunque no podemos obviar la presencia de algunos sitios de los alrededores. Giramos a la izquierda, recto y subimos por este puentecito. Nos encontramos en medio de un estanque en el que se alternan los tramos de escaleras y con tramos de puente serpenteantes, muy del estilo tradicional en zig-zag.

La vista desde un poco más arriba nos da una idea mejor del paisaje. Estatuas de piedra en forma de dragones adornan el estanque y muchas plantitas dan su nota de color con distintas tonalidades de verde.

También llaman la atención algunos símbolos como son este del ying-yang y otro con las iniciales del templo: SSK – Sik Sik Yuen.


 

Muchos rinconcitos en los que uno se puede refugiar del sol mientras se rodea de plantitas muy diversas. Es justo allí donde tienen como un pequeño invernadero y las cuidan.

Mientras tanto la gente aprovecha los banquitos para descansar. Por suerte, creo que poca gente conoce la existencia de esta zona del templo y en parte se agradece el poder disfrutar de esa tranquilidad.

Pero no todo acaba aquí, sino que este jardín aún tiene más cosas que ofrecernos. Un pequeño riachuelo que conecta con el estanque. Sigamos escalones arriba para ver hasta donde nos llevan..

Y para nuestra sorpresa, descubrir que hay un nuevo estanque pero éste con cascada incluida. El lugar no tiene desperdicio desde luego.


 

Poco a poco el recorrido empieza a descender ligeramente, pasando a través de una formación rocosa que nos llevaría hasta el «Muro de los Nueve Dragones». Situado justo en la parte trasera de la zona principal del templo donde la gente hacía sus ofrendas. Habíamos dado la vuelta al templo y el olor a incienso se podía percibir ligeramente.


 

Antes de abandonar la paz del jardín y volver a fluir con el resto de turistas, una última parada. Otro sitio perfecto bajo la sombra, echar alguna monedita al agua y divertirse con algunas de las tortuguitas que habitan en el estanquito.

Algunos no dudaron en meter la mano ante la atenta mirada del resto 🙂

Tan sólo nos queda echar una monedita y pensar que nos traiga buena suerte para el futuro cercano. Sino, también podemos recurrir a algunos de los adivinos que hay en los alrededores; igual por una módica cantidad, pero mientras tanto lo dejamos en el aire.

Muy completita la visita y con un poco de todo, en armonía. Buen lugar Wong Tai Sin para perderse unas horitas.

Bienvenidos a Wong Tai Sin

 

Uno de esos sitios a los que llevaba tiempo queriendo ir pero por una circunstancia u otra, siempre se daba que lo iba posponiendo un fin de semana tras otro. Incluso, gente que venía de visita como Pau o Alberto tuvieron ocasión de ir antes que yo y consiguiendo una cosa: tener aún muchas más ganas de ir. El momento quería resistirse pero tarde o temprano llegaría.

Bien es cierto que uno lleve residiendo en una ciudad un tiempo, para que haya esos sitios que aunque son puntos turísticos importantes, sabiendo que lo tienes cerca uno se dice: «ya si eso un día…» pero hay que ponerse y buscar ese día propicio. Seguro que les habrá pasado a ustedes con algún rinconcito de lo más turístico que no conozcan todo lo bien que debieran, ¿a qué si? Y cuando uno se quita la espinita clavada, es toda una satisfacción. Además, conté con un compañero de excepción 🙂 Empezamos el recorrido…
 

Tras pasar el pórtico anterior empieza un pequeño tramo de escaleras que nos lleva a las dependencias principales del templo. Estamos en Wong Tai Sin, un sitio de obligada visita tanto para los locales como para los turistas. Hace un día perfecto de solecito y con bastante gente de un lado para otro. El lugar está lleno de muchos detalles y merece la pena pasar un buen rato recorriéndolo. Además que está en muy estado de conservación después de las últimas renovaciones llevadas a cabo.

Lo que les comentaba de la gente, turistas de China continental en este caso, que quieren posar al lado de la estatua que simboliza su signo del horóscopo chino. Eso me lleva a la clásica pregunta: «¿qué animal tienen el horóscopo chino?» En uno de los posts populares la gente se animó a compartirlo, pero siempre gusta saber la opinión de más lectores, anímense.
 

La gente que se movía en grupos y ellas sin dejar ni un segundo sus paraguas. Mientras tanto uno sudando la gota gorda para conseguir unas fotos medianamente decentes, entre que si pasaba gente y luego que no había para cobijarse a la sombrita, pero casi que lo prefiero antes que estuviese lloviendo, desde luego. De vez en cuando una paradita y echar un traguito de agua. No nos duraría mucho el agua y tendríamos que reponer más adelante, por suerte había una tienda 24horas no muy lejos del templo.
 

Poco a poco nos íbamos adentrando en la zona más interesante del templo, tan sólo subir unos escaloncitos más. Muy bonita puerta de entrada, decorada con dragoncitos en la parte superior y llena de inscripciones en caracteres. Colores predominantes: rojo, azul, verde y partes de dorado. El templo lucía con mucho esplendor bajo los rayos intensos del sol, pero a veces protegido por la sombra alargada de los edificios cercanos que nos recordaban su presencia.
 

Y es en este patio donde se desarrolla la mayor parte de la actividad del templo. La gente en el interior coge un banquito y se pone de rodillas de cara al templo y a la vez que agitan un cacharrito que está lleno de palitos, de modo que tan sólo un palito puede caer al suelo. A continuación, el vidente que les acompaña se encargará de interpretar las inscripciones y contarles sobre su porvenir.
 

Aquí lo puede ver un poquito más de cerca. La gente concentrada en sus cubiletes. ¿Qué les deparará el futuro?
 

¡Anda, mira a quien tenemos por aquí! lo reconocen verdad? sí, es el mismísimo Flapy, el compañero de andanzas de ese día y con el que disfruté muchísimo de la visita. Una forma insuperable después de la cenita que habíamos tenido el día anterior por su cumple y en compañía también de Guille y Nerea, lo pasamos de fábula!
 

Un ambiente cargado, y nunca mejor dicho, no sólo de tradición, rituales o símnolos sino también del humo que desprenden las cientos de varillas de incienso que porta la gente a la hora de hacer sus rezos.
 

Pero el templo está muy bien organizado y tienen personas que se encargan de controlar la quema del incienso y que el lugar indicado para colocarlas no se sature con demasiadas. Ahí es cuando entra nuestro señor de polo naranja en acción. En una esquinita, él espera paciente a que los fieles hagan sus oraciones mientras que agitan el incienso y luego lo clavan en unas terrinas mientras se van consumiendo durante un rato. Mientras tanto puede resguardarse y tomarse un descansito.
 

Hasta que llega el momento de ponerse en acción para limpiar un poco las terrinas. Bien ataviado con un par de guantes va recolectando un buen puñado de ellas y se encarga de dejar espacio para que más gente pueda colocar sus varillas más fácilmente. Creo que es la primera vez que veo tanta eficiencia en un sitio de oración, que me parece muy correcto y así no desbordarse en la quema de incienso ocupando espacio en exceso, además de, intentar generar no tanto humo y de forma más controlada.
 

Pero el templo aún no acaba aquí, nos esconde muchas más sorpresas. Sólo hay que tener paciencia e ir contemplando cada esquinita, los detalles nos sorprenden por momentos. Podemos comprobar cómo la tecnología no está reñida con las estructuras clásicas y se integran de forma más o menos discreta con el resto de elementos del templo. Hasta uno diría que la cámara de seguridad tiene un parecido similar al farolito de su derecha, camuflaje que lo llaman algunos 🙂
 

Pequeños pabellones ocultos y ambiente silencioso. La vida en el templo transcurre día a día ante la visita de la gente mientras que los sacerdotes rinden su tributo diario, reverencia que dura unos instantes y vuelta a la actividad. Yendo de un lado a otro, apenas uno nota su presencia, son sigilosos. Por lo que pude observar, los hay que están vestidos de blanco y otros con ropajes algo más oscuros; los encargados de velar el templo.
 

 

Pequeños dragones que adornan los pasamanos; son un símbolo muy recurrente y presente en la cultura china. De muchos tamaños y materiales, en este caso de piedra, aunque tampoco los podemos encontrar esculpidos en madera y pintados con llamativos colores. Nunca pasan desapercibidos, es un signo con fuerza y en concreto este año 2012, es Año del Dragón
 

Un nuevo recoveco del templo, ¿a dónde nos llevará esta puerta? creo que promete, pero vamos a esperar a Flapy.
 

No dejen de pasarse para continuar con el resto de la visita, aún quedan más sorpresas. Y es que en Hong Kong nunca se sabe.

 

Retorno Asakusa

 

Cuando pensamos en Tokio, ¿qué nos viene a la cabeza? su comida, el transporte, su gente…una ciudad donde se mezcla modernindad pero en armonía con tradiciones que tienen cientos de años. ¿Y qué es Japón sin visitar sus templos? es algo que no debemos perdernos, sin duda. Asakusa es uno de esos sitios con encanto especial, a pesar de lo turístico que pueda ser, en esta mi segunda visita me ha vuelto a encantar como si fuese totalmente nuevo para mi. Cierto que durante la primera vez las condiciones metereológicas no eran todo lo bueno que quisiera, llovía y si no recuerdo mal no pude hacer buen uso de la cámara réflex como me hubiera gustado, así que, la mayoría de las fotos fueron a golpe de compacta.

Esta vez el tiempo era inmejorable, con un cielo azul y calorcito de verano, un gustico 🙂 y la gente que no falta por la callecita que tras pasar una de las puertas principales, nos conduce al templo y su pagoda.
 

 

Los paraguas no podían faltar para protegerse del sol, ya se sabe de la costumbre asiática con el tema del color de la piel. Resulta práctico pero a la vez me sigue pareciendo extraño, pero el sol intenso lo justificaba. Yo si hubiera tenido una gorrita, pero bueno, a caminar por la sombrita en medida de lo posible.
 

¡Anda! este si que va diferente al resto y con el bolsito de la novia que al poco aparecería..
 

Y ya que vamos a visitar el templo en cuestión, tampoco es mala ocasión para echar un vistazo a los souvenirs que podemos comprar en todos los puestecitos que hay en la zona. Desde una simples cholas o hasta unas simpáticas caretas de algunos personajes animados. Seguro que El Capitán reconoce una de ellas 😀
 

 

Prosigamos nuestro camino a ritmo de farolillos. Qué bonitos, verdad? imagínenselos de noche y con el color rojito encendido. Es también un elemento decorativo muy interesante.
 

Vaya, hasta tenemos a gente haciéndose una fotito de grupo, y es que el sitio lo merece. Puede que pareciese que estaba muy aglomerado, pero la gente se repartía muy bien por las distintas dependencias del templo. Mientras unos sacaban fotos, otros haciendo ofrendas con incienso en el interior o bien sentados en un banquito a la sombra de los árboles.
 

 

Esta parte no recuerdo haberla visto la vez anterior. Era como una zona anexa con un pequeña casetita donde la gente también iba a ofrecer sus respetos y dejar algunas tablitas con inscripciones.
 

 

Y esto es todo amigos, al menos para la entrada de hoy. Nos despedimos con una vista desde la parte alta del templo en Asakusa. Que tengan buen finde, que ya estamos en diciembre y las temperaturas más fresquitas se apoderan de Hong Kong, aunque no nos podemos quejar.
 

 

Panorámica

 

Para cerrar nuestro día de visitas, aún nos quedaba un último lugar por visitar. Si recuerdan, habíamos estado visitando el buda reclinado para luego dirigirnos hasta Wat Arun (วัดอรุณ) o también conocido como el Templo del Atardecer.

Para ello, antes debíamos montarnos en un bote que nos llevaría hasta el otro lado del río donde el templo nos aguardaba. A lo lejos luce majestuoso pero lo es más cuando uno lo tiene justo encima. El complejo está formado por un total de 5 torres, una central y otras cuatro en cada extremo. Estas torres tan particulares son denominadas «prangs» (torres de estilo Khmer), donde el punto más elevado llega hasta los 104 metros de altura, cualquiera lo diría.
 

 

Lo mejor de este templo, es poder contemplar las cosas desde otro punto de vista y subir hasta lo alto de la torre central. Bien agarrados a la barandilla comenzamos el ascenso. La verdad que el ascenso recuerda un poco a los templos de Camboya, aunque en este uno se siente algo más seguro pero despacito por si acaso.
 

Una vez arriba, sólo nos queda contemplar la ciudad en toda su extensión. El calor a esas horas ya no es tan intenso, se siente algo de brisita a esas alturas.
 

El río Chao Phraya con su actividad constante de barcos tanto de pasajeros como de mercancías.
 

 

Foto aquí, foto allá. O también si lo preferimos podemos dejar nuestra firma en la tela amarilla que se observa a la derecha donde hay mensajes en diversidad de idiomas.
 

Yo por mi parte creo que ya es hora de que comencemos el descenso, digamos que un poco más complejo respecto a lo que se refiere a la subida. Darnos la vuelta y bajar de espaldas es la mejor opción, aunque eso ya depende de cada cual. Lo importante que lleguemos abajo sin tropiezos.
 

Con tiempo suficiente para volver a cruzar el río y volver hasta el punto donde nos debe recoger el bote que nos lleve río abajo, aguardamos a que el sol decida ocultarse. Parece que lo va haciendo tímidamente, momento en el que debemos coger nuestro bote para disfrutar de este templo en todo su esplendor mientras nos alejamos río abajo. ¿Me acompañan? allá vamos…
 

 

A lo lejos sólo se distingue una de las torres ya en la sombra, pronto pasará a ser un punto en el paisaje. Los colores rojizos y anaranjados invaden el cielo, los reflejos del agua; todo un espectáculo para nuestros ojos y que marca nuestro día de visitas. ¡Hasta la próxima!