La granja Kadoorie

Mañanita de sábado que se presentaba con calor pero bien equipado con suficiente líquido, estrenando mochilita para la ocasión a ver qué tal se porta. No era la primera vez que afrontaba esta ruta pero esta vez si que se me hizo un poco cuesta arriba en algún tramo de los que estaban al descubierto, cobijarse un poco en la sombra e hidratarse. Un poquito más de 2 horas en terminar los 9 kilómetros de recorrido desde Fanling y terminando a la altura de la carretera Lam Kam, justo en frente de la Granja Kadoorie. Momento de descansito y aprovechar para rellenar el tanque.

Primera opción era quedarme descansando un rato y después coger la guagua de vuelta, y la otra era explorar un poco el territorio. Opté por lo segundo ya que disponía de algo de tiempo. Así que antes que nada, dar nuestros saludos a Horace Kadoorie en cuyo honor se fundaron estos jardines botánicos y granja.

El Sr. Kadoorie fue un colaborador bastante activo entre la comunidad rural de la ciudad en los años 60 consiguiendo que mucha gente pudiera llegar a ser granjeros independientes. Imaginen cómo sería la actividad rural por aquel entonces en la ciudad, aunque aún sigue habiendo en zonas como Ma Shi Po. Esta granja es una forma de preservar la flora y fauna de la ciudad haciendo que los demás aprendan un poquito sobre ellos.

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Lo mejor es ir subiendo poco a poco entre la vegetación, y con las indicaciones del camino podremos ir alternando la ruta para ir viendo distintas zonas de los jardines. El agua fluye de un torrente que viene de montaña arriba, en algunos tramos nos podemos encontrar con pequeñas cascaditas. Además esta agua surte a varios tanques con los que cuenta el recinto para abastecer sus necesidades, está muy bien aprovechado.

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Cuenta también con especies de aves como halcones, buhos o águilas. De lo más tranquilitos que estaban; yo creo que los pillaría en la hora de la siesta.

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Según vamos ascendiendo, nos encontramos también con zona de descanso. Es todo un remanso de paz, sólo escucharemos el sonido del agua correr o algunos pajaritos. Es un sitio perfecto para ir con niños y que disfruten de la naturaleza un poco más cerca, así es que cuando llegué vi algunos grupos de escolares pero que estaban terminando su visita. Para ellos la mejor opción es coger una pequeña guagua que va parando en distintos puntos del recorrido, para el resto que sean más de caminar lo mejor es ir subiendo a través del bosque en el que por momentos uno está totalmente solo.

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Con algunos elementos decorativos como esta especie de dragonboat subido a un pedestal.

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En uno de los desvíos me salgo del camino principal (Nature Walk) y voy en dirección hacia uno de los pabellones, éste en concreto es «Rainbow Pavillion» que queda justo al lado de una de las cascadas. Ya llevaba como algo más de media hora de recorrido y aún me quedaba un trecho.

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Aún no había llegado al punto más alto del recorrido pero de camino me encontré con este poste que me recordó a uno que hay también en Tenerife. Curioso la indicación que había en uno de los letreritos..

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El punto más alto de estos jardines se encuentra a unos 500 y pico metros de altura. Ahí abajo del todo entre la vegetación creo que asoma Tai Po, y como se puede apreciar en la foto ese día también estaba el ambiente algo cargado.

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Empezaba a andar escaso de agua y el calor que seguía apretando con poca zona para ir por la sombrita, creo que lo mejor era iniciar el camino de vuelta. Estaba por ver si tenía suerte y podía coger la guagua pero viendo que tenía pinta de demorar, lo mejor era ir echando unas buenas zancadas carretera abajo.

Aunque la carretera por donde sube la guagua es algo más en zig zag por lo menos me permitía ganar algo en velocidad y cuando me vine a dar cuenta estaba llegando a los paneles que indicaban la salida, no sin antes haber avistado un estanquito con flamencos. Qué bien se lo estaban pasando dándose un remojón, me vendría muy bien a mi pero eso ya en la duchita cuando llegase a casa.

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Al ser esto una visita improvisada y un tanto express pues hubo algunos rincones que me quedaron por ver, pero es un sitio para echarle al menos 2-3 horas con tranquilidad y sobre todo ir haciendo la subida entre los jardines, igual a la vuelta siempre podemos esperar la guagua en el punto más alto que nos devuelva al punto de comienzo. Seguro que en la próxima visita le dedico el tiempo que es debido 🙂

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Para llegar hasta el lugar, bien podemos coger el tren hasta la estación de Tai Wo y desde allí las guaguas 64K / 64P que van en dirección hasta Yuen Long. El precio de la entrada es de 30HK$ y para más información pueden visitar la web – Kadoorie Farm and Botanical Gardens

Comunidad rural

Una de las comunidades al este de los Nuevos Territorios, Ma Shi Po, está siendo objeto de noticia últimamente debido a terrenos que pertenecen al gobierno y su posible uso para construir nuevos bloques de vivienda pública y también privada. Esto no ha sentado nada bien y se quiere impedir el proceso puesto que muchas familias se verían desplazadas y también perdiendo las zonas de cultivo que la caracterizan.

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Su cercanía con Shenzhen es evidente cuando alzamos la vista y vemos al fondo los rascacielos emergiendo. Unos kilómetros más y llegamos a la frontera en Lo Wu.

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Casitas de poca altura y aspecto muy sencillo; las vamos encontrando salteadas entre la vegetación mientras vamos siguiendo los caminitos pavimentados. Justo por detrás fluye el río Ng Tung del cual les hablaba en el post anterior mientras exploraba alrededores.

Muchos años llevan asentados en la zona y aunque pueda haber otras zonas que se puedan usar para crear viviendas, muchos ojos se han fijado en el lugar. Ocasionando protestas frente al la sede del gobierno central, y casi juntándose con las otras protestas sobre el sufragio universal.

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Las huertas con productos orgánicos han ido prosperando con el paso de los años y son todo un ejemplo que en esta ciudad también pueden haber verduras de calidad y sanas. Buena muestra es la apuesta de restaurantes locales como IPC en el mismo Fanling y ahora con un nuevo establecimiento en el corazón del Soho, que colaboran con pequeños negocios familiares para sustentar la producción local.

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Justo a la entrada de uno de los accesos podemos encontrarnos esta maqueta que refleja la viva imagen del lugar. Esperemos que no quede todo tan sólo en un recuerdo tras todos estos años.

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Pasaba por allí

Poco a poco le voy cogiendo el pulso al nuevo vecindario, y ayer domingo después de almorzar decidí hacer un poco de rodea en la vuelta a casa. Un punto por el que había pasado anteriormente pero que me había intrigado el poder ir más allá. Siempre veía gente yendo y viniendo a cada poco, algo tendría que haber unos cientos de metros más adentro.

Como había anunciado antes en mi página de Facebook una carretera muy tranquila pero que a la vista prometía. El primero de los descubrimientos era un almacén de varas de bambú justo a mano derecha, se veía que era bambú con años a sus espaldas porque el color era algo más grisáceo y también por el efecto del sol. Suelen tener una vida útil bastante larga pero con el tiempo y por seguridad, es mejor retirarlos para paso a una nueva generación. Tal que así que justo al otro lado había un pequeño montoncito de varas que estaban semiocultas con la vegetación, su momento de jubilación y disfrutando del clima otoñal.

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A pocos metros había un camión aparcado en un hueco que daba acceso a un canal de agua. Un hilito de agua transcurría por el fondo, y guiado de más curiosidad me llevó a pasar por un lateral y ver hasta donde llegaría dicho canal, pero todo apuntaba que hacía círculo mientras giraba hacia la derecha.

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Habiéndome adentrado unos cuantos metros más al fondo y tan sólo con el sonido de mis pisadas sobre las ojas secas. De vez en cuando se esuchaba algún que otro coche pasar de una autovía cercana. Algo que me llamaría la atencion fue escuchar un zumbido algo peculiar, y justo al otro lado del canal que había un propiedad, y con un circuito de coches de radio control. Buena forma de pasar una tarde de domingo.

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Volviendo sobre mis pasos hasta el camino principal, descubrir que había algunas parcelas más con algún camión que tenía pinta de llevar aparcado bastante tiempo y junto con algo de material como vallas para obras. Y lo que parecía también un negocio, a lo mejor de compra/venta de metales, aunque le pregunté a mi novia por el signigicado de los caracteres pero no me supo decir exactamente.

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Llegado un punto en la carretera, los coches no podían continuar y tenían que dar la vuelta. En cambio, para los de a pie había un caminito que seguía a lo largo y con varias casitas a los lados. Muy simples, con techos de hojalata y paneles de metal algo herrumbrientos. Tenía pinta que llevasen muchos años en esta ubicación, además algunos de sus habitantes se lo tenían bastante bien montado con un pequeño huertito justo en frente de casa; más fresco imposible.


 
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Y como no, lo mejor siempre viene para el final. Ante mi sorpresa uno de los vecinos de la zona se ve que es un gran aficionado al cultivo de los bonsais y varios de ellos formaban parte del paseo a cada lado. Y de varios tamaños, desde uno bien grandote en esta esquina junto con otros de tamaño medianito en un banco habilitado para ello. Diría haber contado unos más de diez!

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Dejando atrás la «casa de los bonsais», ya tan sólo quedaban pocos metros del pasillo de casitas y de nuevo llegaba el asfalto. Una última casa que cerraba el conjunto y justo a su lado una típica construcción de nichos familiar donde rendir tributo a sus antepasados.

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Un paseo más que agradable y descubriendo una pequeña comunidad. A pocos pasos de otros edificios residenciales y de la estación de tren. Espero que no le de al gobierno un día por tener que desalojar estas familias y construir más bloques de viviendas, entonces el lugar ya no sería lo mismo. Mientras tanto, me dejaré caer de vez en cuando por allí y ver qué tal evolucionan los bonsais.

Local

 

No será la última ni la primera vez que hable de lo mucho que me gustan los sitios donde comprar productos frescos del día como frutas, verduras o también carne. Porque no sólo tenemos los supermercados, que aunque pueden cubrir nuestras necesidades diarias, a veces escasean de variedad y el precio suele ser ligeramente superior. Los mercados locales nos dan la oportunidad de examinar más de cerca los productos y son toda una explosión de colorido, y como no, olores también.

Suele haber un mercado principal en los núcleos de población grandes, aunque nos podemos encontrar con otros más chiquitos por la zona o bien algunos más callejeros, como son los «wet market«. Este que les muestro, se encuentra en Sheung Shui, en los Nuevo Territorios: el mercado de Shek Wu Hui.

Según entramos en la planta baja nos encontramos la carne y el pescado. Cada uno con su sección diferenciada. Vemos a la izquierda de la foto la fila de puestitos de los carniceros y con la separación de las escaleras que nos lleva al piso superior donde encontrar más productos.
 

 

Para guiarnos basta con seguir las indicaciones gráficas de estos cartelitos. Turno de las frutas y verduras.
 

Esta es sin duda una de las zonas que más me gustan. Frutas de todo tipo, tamaño y sobre todo, colores y olores. Cualquiera diría que no sean de verdad, formas perfectas y relucientes bajo la luz de las clásicas lamparitas rojas omnipresentes.
 

Lychees y Long an, ambos muy similares de sabor: dulcitos, aunque a simple vista diferentes. Serán primo-hermanos 🙂
 

Nos queda por último la figura de esos pequeños vendedores ambulantes que prueban suerte por los alrededores del mercado. Pequeña cosecha propia que ponen a la venta por módico precio, aunque por momentos se ven interrumpidos por algunos vigilantes del centro que les recuerdan su lugar. Sigilosos se alejan un poquito más afuera de la entrada pero al poco que no haya nadie al acecho, vuelven a acercarse a la puerta. La cuestión es irse a casa con todo o casi todo vendido; su día a día. Seguro que siempre hay buena gente que no dude en comprarles alguito, yo lo haría. Una ayudita nunca viene mal.