La casa roja

Justamente que en estos días en las noticias está en el punto de mira una casa que por su valor histórico debiera ser conservada. La casa roja en Tuen Mun es un antiguo tolau que parece ser tiene lazos con la historia de Sun Yat Sen. Ahora está de por medio una batalla entre el nuevo propietario de la parcela y los inquilinos que llevan bastante tiempo viviendo que se han encontrado con la desagradable noticia de tener que abandonar su hogar así de repente. La esperanza es que el departamento de patrimonio pueda darle el título de vivienda histórica y así pueda conservarse como es debido, evitando que el propietario se salga con la suya destruyendo la vivienda.

El lugar

El anterior párrafo a modo de introducción, y para recordar una visita que hicimos cuando estuvimos en Taipei. La casa roja de Ximen es un claro ejemplo de cómo conservar un edificio histórico que data del año 1908 y era usado como mercado. En la actualidad hace función de museo donde se puede conocer la historia del mismo y también poder tomar un té.

En el interior

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De noche, mejor

Creo que no será la primera ni última vez que me vean decir, en Asia las ciudades de noche tienen otra vida y hasta diría que más vida aún, porque cuando muchos duermen, son otros los que comienzan la actividad. Es cuestión de adaptación y también el estilo de vida de cada uno. Hay sitios que es mejor visitar cuando ha caido la noche y en especial los mercadillos, como este del Shilin.

Las luces de neón ya nos anuncian algunos de los negocios de la zona, tales como: restaurantes, salones de peluquería, accesorios… pero aún hay mucho más que ver y está más adelante. Y tampoco nos olvidemos de lo conocida que es la comida callejera, donde a base de poquitos podemos ir saciándonos probando de esto y lo otro.


 

Los puestos están puerta con puerta y con zonas de mesas para servir la comida. A veces no sabes cuál es cuál, pero todo está muy bien organizado y bastante limpio. Al menos dentro se está fresquito y algo más cómodo que estar de pie comiendo en la calle mientras uno pasea, que también tiene su puntillo.

Los cocineros no pierden ni un segundo atendiendo los distintos pedidos de las mesas. Ya ven que tenemos bastante cosas donde elegir aunque por lo que nos dimos cuenta casi todos los puestos ofrecen lo mismo pero con algunas variantes. Quizás algunos estén más especializados en temas de pescado o marisco, en cambio otros son más de fideos, tortillas o pinchitos varios.


 

 

Cuando nos dirigíamos a la salida, me llamó la atención este panel que indicaba el número total de personas que había en el recinto actualmente y así como el número máximo permitido. El marcador no hacía más que oscilar mientras lo observaba durante algunos segundos, no hay tiempo que perder.

Ya de vuelta a la calle, continuamos el recorrido por algunos puestos más. Ni hace falta decir que la afluencia de gente es constante y sobre todo en aquellos que tienen cierta fama. En concreto, la segunda foto en la que vemos a la gente haciendo cola: sitio de pollo frito. Doy fe que era una porción bastante sustanciosa.

Tampoco podían faltar los puestos de frutas que resultan los más coloridos.

El ambiente que se respira en el mercadillo es muy intenso en lo que respecta a los olores y con mucha mezcla de gente, locales junto con turistas bien sean chinos o japoneses, aunque lo que son occidentales eran se podían contar más fácilmente. Es un lugar de visita obligada para descubrir una de las zonas populares de la ciudad de Taipei. Comprar recuerdos, ropa o incluso algún gadget y también disfrutar de comida a buenos precios.

Tal y como lo recordaba de la vez anterior, aunque se nota que ha habido un cambio a mejor. Sobre todo por el centro de comida, más resguardado del calor y cómodo pero sin perder la esencia de los puestos más de la calle que hacen su día a día, más bien, noche a noche.

El puente romántico

Tamshui fue otro de los sitios que habíamos visitado la vez anterior y que recordamos especialmente por lo mucho que nos gustó, no sólo por el ambiente sino también por la comida. Vimos que en este tiempo había evolucionado bastante pero que los sitios aún se conservaban

Para allá nos fuimos cogiendo la línea roja de metro hasta su última parada. Alejándonos del centro y pasando por barrios que se iban dispersando y encontrarnos con el mar y naturaleza.

Recuerdo esta explanada que antes era poco más que tierra y ahora ha mejorado bastante con el acondicionamiento del paseo tanto para la gente a pie como aquellos en bicicleta, la zona es perfecta para dar un agradable paseo mientras se contempla el atardecer.


 

Cogeríamos un barco rápido que nos llevaría hasta la zona del paseo marítimo situada más al norte y que la vez anterior no vimos porque lo desconocíamos. Compramos el billete de ida y vuelta, y nos embarcamos en un trayecto de apenas diez minutos hasta el «Fishermans Wharf» y en la que nos encontraríamos el Lovers Bridge, el puente de los enamorados


 

 

A lo largo de la costa un bonito paseo para disfrutar de la brisa y las luces al otro lado. Al final del paseo llegabas a una esplanada que contaba en ese momento con una actuación de música y de fondo un bonito hotel junto con una torre mirador panorámico. Nada que ver con la otra zona donde se agrupan muchos puestos de comida y la presencia de gente es más concentrada.

Lo mejor de todo es la vista nocturna con el puente iluminado.

Tiempo de volver sobre nuestros pasos y tomar el barco de regreso con tiempo de sobra antes de la hora límite de las diez y media. Después del paseito va apeteciendo ir a picar algo y ya tenemos en mente algún que otro sitio.

Así que ya saben, no dejen de escaparse y relajarse con las vistas al mar de Tamshui, bien merece la pena el lugar y además con sitios románticos.

Yangmingshan

Haciendo memoria de lo que habíamos visitado la vez anterior en la ciudad, había que aprovechar para visitar algunos que nos habían quedado pendientes y la subida a Yangmingshan era uno de ellos. Es un conocido parque natural a las afueras de Taipei y se tarda menos de una hora en llegar desde el centro, aunque a veces también depende del tráfico que nos encontremos. Nosotros íbamos sin prisas, así que, con calma.

Salimos desde Ximending que era donde nos alojábamos y tras haber mirado la noche anterior las rutas y preguntando en el hotel, fuimos a una parada de guaguas cercana para emprender el trayecto. Una ruta que nos llevaría hasta XinBeitou y luego ahí un micro hasta la entrada al parque.

El clima era aceptable, al menos no llovía pero con algo de humedad. Momento de echarnos a caminar y explorar los alrededores, encontrándonos con señales simpáticas como esta.

La lluvia de la noche anterior resaltaba el verde de los árboles. Todo estaba muy bien cuidado y se respiraba un ambiente de paz absoluta. De vez en cuando algún grupito de gente se oía a lo lejos, pero todo muy tranquilo.


 

Seguíamos el camino de piedra que se adentraba entre los árboles, nos encontraríamos con una zona de descanso y aseos. Salpicado con un pequeño torrente donde el agua corría veloz.


 

 

La flora era otro punto de especial atención, bien no habían demasiadas abiertas pero si el colorido de algunas destacaban en contraste con el verde de las hojas.

Un reloj de flores situado en la zona principal de recepción de turistas y en el que la gente posaba. Me hizo recordar un poco al del parque García Sanabria en mi tierra, que no es por nada es mucho mejor 🙂

Un vistazo al mapa del parque con los principales puntos de atracción, y darnos cuenta que habíamos recorrido un buen trecho desde la parada de guaguas. Mi afán de explorar un poco más nos llevaría un poquito más lejos pero con una buena recompensa.

Mientras tanto siempre había un momento para el relax como este hombre que se tomaba un respirito al fresquito. Nosotros aprovechamos para dar cuenta de las botellas de agua; la humedad quieras que no se hacía notar.

Unos peldaños que nos guían hasta un estanque que contiene el agua de una preciosa cascada montaña arriba. Conforme nos acercamos más, podemos escuchar con más fuerza el impacto del agua al caer.

Un paraje que bien mereció esa caminata extra, aunque mi novia estaba deseando descansar un poquito y ya con vistas a la hora del almuerzo.

Un amiguito que se acercaba a saludarnos en nuestro camino de vuelta. Alegrándonos de la visita al parque y el soplo de aire fresco que había resultado.


 

Nos despedíamos del parque echando un vistazo a lo lejos, vegetación densa con cierta niebla que le daba un aire místico. Esta vez nada de guagua y es que tuvimos suerte cuando justo pasaba un taxi que nos llevó hasta nuestro punto de inicio en XinBeitou donde disfrutamos de una merienda muy especial.