Shenzhen

Tan cercana y lejos a la vez, la ciudad de Shenzhen que limita al norte de los Nuevos Territorios es la primera gran ciudad de China continental. Hace 30 años que empezó como experimento del gobierno con una zona de libre comercio, y lo que era un pueblecito de pescadores (casi como Hong Kong) se ha convertido en una mole de ciudad en todos los aspectos.

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Desayuno con el mar

Como no todo iba a ser desayunar en el hotel, nada mejor que salir fuera en busca de sitios nuevos y probar algo más auténtico. Mi novia había estado indagando a través de Instagram algunos sitios hasta que dio con «Single Fin». Un garito situado al sur de Kuta a bordes de un acantilado y con unas vistas excelentes hacia el mar. Abajo del todo la playa de Blue Point, y con bastante actividad de surferos. La verdad que se veían buenas olas.

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En este sitio, la especialidad para el desayuno son los Nalu Bowls, una forma excelente de empezar el día con un bol de frutas con muesli y smoothie de fruta de dragon. Si no recuerdo mal tenían lo menos unas ocho combinaciones pero esta se ve que era una de las «best sellers».

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Para ello nos cogimos un taxi desde el hotel y aprovechamos para tenerlo alquilado por unas horas para luego recorrer un par de sitios más por la zona.

Primera parada después del desayuno: el templo de Uluwatu. Una visita más que obligada estando por esta zona de la isla, y sin duda por la mañana gana mucho más en tranquilidad porque de la vez anterior que estuvimos pero por la tarde, a parte de haber más gente también habían más monos (hay que andar con ojo)

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El mar rompe con fuerza contra las paredes de roca. Justamente el templo está situado a una altura de 70 metros sobre el nivel del agua, aunque da la impresión de que fuesen más metros. Simplemente mirar hacia el horizonte y escuchar el sonido de las olas.

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Hay algunas zonas del templo a las que no se puede acceder porque son los lugares de oración para los monjes.

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Los detalles del tallado de las rocas en las columnas merece ser observado de cerca.

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Una vez llegado al punto más alto del complejo, escaleras abajo para volver en círculo hasta el punto de partida y en dirección al parking. Ahh! una cosa que se me olvidadba, a la entrada se fijarán que hay que alquilar como unas faldas largas antes de entrar. Sobre todo si eres chico y vas en pantalón corto, es como cuando uno va a Tailandia y entra en el Palacio Real o en otros templos.

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¡Hasta otra visita Uluwatu! seguro que nos volveremos a ver, puede que quizás para compartir un rato durante el atardecer.

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Sol y playa

Si muchos se habían preguntado por dónde he estado estos días y la ausencia de posts en el blog. Seguro para los que me sigan por la página de Facebook habrán visto que he estado de escapadita viajera aprovechando días de sol y playa; siendo el lunes 25 festivo por la celebración del cumpleaños de Buda y también porque una amiga de mi novia celebraba su boda en Bali. Hace ya meses atrás que vimos la opción de ver si podríamos venir y así escaparnos casi una semanita para descansar, además de revisitar algunas rincones de la isla y conocer más cositas.

¿Cuál era el plan para los días que teníamos por delante? pues ante todo relax, coger sol, bañitos en la playa o en su defecto en la piscina. El resto iría llegando solo, sin prisas.

La playa de Kubu, situada al sur de la isla en la zona de Jimbarán y perteneciente al resort Ayana es sin duda uno de esos sitios que merece la pena visitar. Unos tramos de escalera un tanto empinados, sobre todo en el camino de vuelta. Casi 200 escalones que nos separan desde el borde del acantilado hasta la orilla del mar, pero pueden juzar por si mismos con las fotos.

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En dos ocasiones estuvimos esta vez, y en la segunda de ellas me quedé adormilado por un rato en lo que me pegaba el sol, al rato saliendo a remojarme porque no veas cómo estaban dando los rayos. Ese momento de relax en el que desconectas de todo y de todos 🙂

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Este post a modo de aperitivo para luego desgranar algunas cositas más, que incluso creo me quedaron pendientes de cuando hicimos nuestra primera visita allá por el año 2009, se dice pronto! Espero que me acompañen en los siguientes posts, les espero!

Colina dorada

Comenzamos una nueva semana y siguiendo un poco al hilo del últimos post, con inspiración tailandesa desde Chiang Mai. De nuestra escapadita a finales de noviembre y que dio para mucho. Disfrutamos de buena comida y conociendo los alrededores de la zona, entre ellos el lugar del que les hablaré a continuación.

El templo de Wat Phrathat Doi Suthep se encuentra situado en lo alto de una colina a unos 15 kilómetros a las afueras de Chiang Mai. Aunque no es mucha distancia, según nos vayamos acercando hacia la carretera de acceso nos daremos cuenta que el tráfico se puede volver un poco denso y al ser este el único punto de acceso para los vehículos. Por tanto, es recomendable ir algo más temprano para poder contemplar el atardecer desde lo alto y luego más tarde con calma empezar el camino de regreso cuando la noche empieza a caer o igual adelantarse un poquito.

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Según cuenta la historia, fue en el año 1383 cuando se ponían las primeras piedras de este templo y con la construcción del primer chedi, esa especia de campana picuda, pero a lo largo del tiempo ha ido sufriendo transformaciones y ampliándose. No sería hasta el año 1935 que hubo carretera para facilitar un poco el acceso y hasta nuestros días que el flujo de gente es considerable por la afluencia no sólo de los locales sino de los turistas.

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Momento de oración tras haber pasado por los puestitos que venden incienso estratégicamente colocados en las cercanías del templo.

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¿Será esta la chedi sobre la que se erigieron los primeros cimientos del templo? la estructura en general es la clásica de los templos tailandeses, con una zona central donde se suele guardar un buda y en el perímetro una galerías con un montón de estatuas de budas e inscripciones. Si nos fijamos, veremos que hay algunas placas de gente que ha realizado donaciones a lo largo de los años para asegurarse tener su nombre en las paredes y con cuya contribución ayudan a las labores de mantenimiento del mismo.

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Después de haber estado un rato recorriendo los rinconcitos del templo, parece que el cielo decide que es hora de dar el día por terminado y el sol empieza a esconderse a lo lejos. Son muchos los que desde el mirado contemplan los últimos rayos mientras que otros se dirigen a la salida a coger su transporte para evitar las colas habituales. Una buena forma de terminar nuestro día y cogiendo rumbo al hotel para descansar y luego prepararnos para la cena.

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