En Verona

Habíamos recibido el año en Milán y al día siguiente habíamos planeado desplazarnos hasta Verona. El tiempo aunque inicialmente estaba algo gris, conforme nos fuimos alejando parece que el cielo se iba aclarando. También lo que era un paisaje un poco industrial iba cambiando a extensiones de cultivo y montañas nevadas a lo lejos. La conducción no se hizo para nada pesada, incluso hicimos un alto en el camino en una gasolinera para comprar algo de comer y así estirar un poco las piernas.

Un poco más de dos horas de carretera en total pero con mucha calma y llegamos a nuestro destino. Buscamos un aparcamiento cercano para evitarnos complicaciones, ubicar dónde estaba el centro y a a descubrir la ciudad. De entrada nos dio la impresión que era bastante acogedora y la verdad que fue todo un acierto el haber ido a visitarla. Lo bueno es que todo lo interesante está concentrado y se puede visitar de forma muy fácil. Empezando por la plaza central (Plaza de Bra) en la está el anfiteatro romano: El Arena, y donde se concentra bastante gente.


 

Podemos sentarnos en alguno de los restaurantes-cafetería para tomar algo tranquilamente mientras observamos el ambiente, muy animado siendo época navideña. El tiempo sonreía y había mucha gente paseando en ese momento.

Poco a poco nos vamos alejando hacia el interior y empezamos a callejear. Se aleja un poco la multitud y todo se vuelve más tranquilo. Callecitas estrechas con edificios de como mucho tres o cuatro plantas de altura, colores ocres y la sensación de trasladarnos en el tiempo, el tiempo parece pasar más despacio. Edificaciones muy bien conservadas, destacando los de toque religioso como la catedral o algunas basílicas.


 

Desenbocamos en la plaza de Erbe con la torre de reloj que nos vigila, muy animada con un mercadillo y donde no falta un gran árbol. La torre de Lamberti es el punto ideal para contemplar la ciudad desde las alturas despues de subir sus 263 escalones, aunque también cuenta con su ascensor.

Otro de los puntos de interés es el puente de piedra que nos lleva al otro lado del río. La corriente golpea con fuerza algunas rocas, se siente un poco de frío, me Imagino cómo estará la temperatura del agua brrr…


 

 

Muy buenas primeras impresiones de la ciudad, su parte histórica, el ambiente y como no, la comida. Lástima que apenas era un día de visita porque no nos hubiese importado hacer noche allí, así hubiera sido todo más pausado, pero más que contentos con la visita. Muy recomendable en este aperitivo a modo de post.

Parque Tamar

En frente del Lippo y otros edificios de Admiralty, tenemos un nuevo edificio que ocupa la primera línea en lo que a vistas se refiere. Han hecho un buen trabajo habilitando la zona, aunque eso haya hecho que el tránsito de pasajeros en la estación de metro cercana haya aumentado considerablemente pero ya están trabajando en una ampliación de la misma para dar cabida a un nuevo enlace de una futura línea.

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Al fondo de esta foto, se puede observar cerca del puente la zona de obras para ampliación de la estación de metro que comentaba antes.

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Pasando por el gran arco del edificio de oficinas del gobierno tenemos acceso a la extensión de terreno con vistas al mar. Una zona bien acondicionada donde no falta el verde del césped, plantas, algunas esculturas y también banquitos para sentarse a disfrutar cuando el tiempo lo permite.

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Aunque había una cierta niebla en el ambiente durante el almuerzo, la temperatura era cálida y se agradecía estar fuera un poquito lejos del frío del aire acondicionado. Luego poco a poco, parecía que el sol quería salir tímidamente con algunos rayos, pero ha permanecido nublado la mayor parte del tiempo.

Parece que aún le quedan algunos retoques, pero es lo que pasa en obras de estas características. Se termina primero lo grande y son las cositas pequeñas, los detallitos, lo que llevan más tiempo en hacer. Es bueno saber que los alrededores tienen otra zona verde más para disfrutar de un almuerzo al aire libre y dar luego un paseo.

Restos del pasado

Con la carrera ya finalizada pero echando la vista atrás en uno de los entrenamientos de unas semanas atrás y lo gratificante que es encontrar cosas nuevas mientras uno va haciendo deporte. Había salido de casa y empecé a correr por los alrededores de Tung Chung como de costumbre, primero en llano haciendo una primera vuelta al bloque de edificios cercanos y poco a poco me fui alejando hasta la parte alta de la zona. Fue en el descenso cuando decidí hacer una variante del recorrido y cruzar el puente que une el aeropuerto con la isla de Lantau.

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Al otro lado del estrecho quedaba la zona residencia y el centro comercial de Citygate y con el pequeño muelle que recibe algunos ferrys un par de veces al día. Como se puede observar, un día algo gris pero con una suave brisa muy agradable. La gente aprovechaba para pescar por los alrededores, uno de los pasatiempos preferidos de fin de semana.

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Y en la ruta que recorría tras haber cruzado el puente, hubo algo que me llamó la atención en estos cartelitos: «Ancient Kiln«. En el camino de ida me lo había pasado de largo pero a la vuelta hice una pequeña paradita y me di cuenta del jardín donde estaba esa misteriosa formación. Había que investigarlo..

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Leyendo un poco, nos cuentan que fue por los años 70 cuando se llevaron a cabo las excavaciones y dieron con estos hallazgos. Algunos utensilios y vasijas se encontraron también además de la construcción que veremos a continuación. Fue un grupo de arqueólogos y en nombre de la sociedad para la conservación del patrimonio los que llevaron a cabo todas las labores. Por aquel entonces, nada se sabía del futuro aeropuerto que ocuparía la ubicación actual en la isla de Chep Lap Kok.

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Aquí tenemos una réplica que nos da una idea de cómo era la estructura originalmente. Según contaban en las placas, databa del periodo Tang.

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Los alrededores están llenos de plantas y la vegetación ha crecido ocultando parte de un pequeño murito de pieda que muchos años antes sería parte de la excavación que allí tuvo lugar. Poco más queda a parte de la réplica que hemos visto antes y las placas explicativas con la historia del lugar.

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Un lugar muy poco transitado que seguro muchos desconocen. Un recuerdo de lo que allí hubo un tiempo atrás y conservar parte de la historia del lugar para las nuevas generaciones.

Primer vistazo

 

La primera etapa del viaje se había dado sin contratiempos y nos encontrábamos ya en Zurich. Hacernos un poco a la ubicación de las calles y dónde estaba nuestro hotel, y también con un poco de suerte, llegamos sin problema. El hotel situado no en el centro, centro sino un poco más en los laterales en una zona llamada Dolder y con unas vistas preciosas de la ciudad. Una panorámica llena de casitas bajas y con el lago un poco más al fondo.

Y justo al ladito teníamos un tranvía que ascendía cada poco a la zona más elevada. Muy buena conexión para ir hasta el centro sin la necesidad de coger el coche. Sin embargo, era más cómodo con coche ya que siendo los días de Navidad y estando todo más tranquilo de lo habitual, nos aseguraríamos la vuelta al hotel sin problemas de transporte.

Con el bonito de las montañas nevadas a lo lejos. Las vistas no podían ser mejores desde luego y sobre todo la tranquilidad del lugar. Bien es cierto que después de descansar un poco, ducharnos y prepararnos para salir, empezaba a anochecer y en esta ocasíón sólo llevé conmigo el móvil. Lo bueno vendría al día siguiente y poder disfrutar algo del centro.

El centro de Zurich es muy acogedor, con edificios de piedra, callecitas estrechas, líneas de tranvía y muchos detalles. Era una mañana un tanto gris, pero por suerte más tarde el día se iría despejando poco a poco 🙂

La altura de los edificios no solía pasar de cuatro plantas y con colores llamativos en sus fachadas y sin que faltase el toque de la decoración navideña.


 

Incluso con alguna sorpresa como este edificio con un sitio de nombre: «Bodega Española». Casa fundada en 1874 como pudimos leer en el letrero, ahí es nada.

Seguíamos nuestro recorrido por el lateral del canal y divisando algunos de los puentes que separand un lado de otro. Destacando algunas edificios religiosos y uno con torre de reloj. A veces daba la sensación de ir atrás en el tiempo a medida que caminábamos por las calles empedradas y rodeados de tantos edificios históricos y bien conservados.


 

Para entonces, y después de haber desayunado algo de camino, el cielo lucía más azul y los rayos de sol salían timidamenete entre las nubes. Subiendo hasta una zona un poco más elevada desde la cual disfrutar otra perspectiva de la ciudad, estábamos en Lindenhof. Gracias a que en aquella mañana una conocida de una amiga que nos acompañába, nos guió y sugirió algunos sitios para ver, siendo éste uno de ellos.

El resto a veces puede llegar a ser un poco laberíntico como tramos de escaleras empinados, callecitas que se estrechan al paso por boutiques o negocios tradicionales. Tiene mucho encanto esta parte de la ciudad.

Tampoco faltaría encontrar edificios con placas de instituciones bancarias conocidas. No obstante, la ciudad es un centro financiero destacado y sobre todo a nivel de banca privada e inversiones. Por momentos pasaban por mi cabeza escenas de la película de Jason Bourne cuando accedía al número de cuenta de aquella cápsulita que llevaba consigo (qué buena peli!)


 

No podíamos haber tenido mejor día y aunque hacía algo de frío, era más que soportable pero ni guantes ni bufanda eran necesarios. Y camino de la estación de trenes íbamos puesto que la amiga que nos acompañó la noche anterior y durante este paseito mañanero, debía regresarse.


 

Momentos más tarde aprovecharíamos para almorzar algo por los alrededores que el cuerpo ya iba pidiendo algo, pero mejor será que se los cuente en otro momento. Hoy para romper la tradición de los viernes, no toca post gastronómico. Buen finde a todos!