Últimos rayos

 

Una nueva semana comienza pero el fin del mes de mayo se aproxima en un par de días. Parece que fue ayer cuando estábamos con Pau y Vero celebrando la llegada del año 2011 y el verano está a la vuelta de la esquina.

Recordando con estas fotos uno de los atardeceres durante el viaje a Penang en el mes de febrero. Con calorcito, brisa agradable por la tarde-noche. Sin duda, era la temperatura perfecta.
 

 

Pasear por la playa mientras el sol dice adiós y la noche va cayendo. La gente que se da el último chapuzón del día o practica alguna actividad: moto de agua o en parapente con lancha motora. Nosotros en cambio, nos lo tomamos con calma. Pasear, comer algo, algunos jugos de frutas (super buenos y fresquitos) y la tranquilidad del hotel.
 

Apuramos estos días de mayo y en el ecuador damos la bienvenida a junio. Con la vista puesta en el buen tiempo, y esperemos que la temporada de tifones se porte para disfrutar del ocio de los findes en la ciudad. Aprovechar mientras el calor no apriete 🙂

 

Sitio local

 

Un lunes por la noche que a uno no le apetece cenar en casa, pero a veces los sitios habituales cansan y hay que cambiar un poco. Lo que es la oferta de restaurantes en Tung Chung no es demasiado extensa contando un food court dentro del centro comercial Citygate y luego sitios sueltos por los alrededores. Fue entonces cuando mi amigo Yuriy sugirió un sitio en el que había estado en un par de ocasiones, algo más local y auténtico.

El sitio en cuestión se encontraba a tan sólo 5 minutos en coche desde la estación de metro. ¿Cómo lo descubrió? creo que uno de sus vecino se lo comentó, ya que, si es un por uno mismo no sabríamos llegar al sitio en cuestión. Lo mejor de todo es que el restaurante tiene servicio de transporte, que consiste en un par de furgonetas que se estacionan cerca del metro y salen cuando juntan a un poco de gente. En esta ocasión, íbamos nosotros solos y es que siendo lunes la cosa pintaba bastante tranquila.

Aunque parezca mentira, cuando llegamos el restaurante estaba bastante animado pero cogimos la primera mesa nada más al entrar y cerca del sitio donde elegir el pescado y el marisco. Ahí al ladito, fresco y para que el cliente pueda decidir sobre la marcha.
 

La mesa al lado nuestro estaba afanada con la comida y entre bocado y bocado algún trago de cerveza, y bastante que bebieron a juzgar por la cantidad de botellas que acumularon al final de la noche. Sólo decir que nosotros terminamos de cenar y allí seguían tranquilamente charlando, y eso que nosotros nos lo tomamos con calma.
 

Respecto a los platos que pedimos: arroz frito, verduritas, pollo… aunque en esta foto aún no se muestra el plato de un pescadito al vapor que llegaría al poco. Luego tendríamos las manos ocupadas dando buena cuenta de la comida. Las raciones bastante abundantes, sobre todo la bandeja de arroz que para dos personas costó acabarla a pesar de que mi amigo y yo tenemos bastante saque. Y acompañado de cervecita Tsing Tao o un poco de té.
 

La verdad que todo estaba muy bueno. Y de precio tampoco estuvo mal, aunque siendo dos salió a unos 200 HKD (sobre 20 €), que si hubiéramos sido un par de personas más y con la misma cantidad de comida, saldría mejor a repartir, pero sí que nos gustó. Habrá que repetir el sitio, ya sabemos el lugar y cómo llegar, ahora sólo queda que cuadre un día para ir, el resto está hecho.

Para más indicaciones, aquí está cómo llegar. El nombre del sitio: Wah Tao seafood restaurant


Ver Tung chung en un mapa más grande

 

Un lugar tranquilo

 

Uno de los últimos sitios que visitamos en Bangkok, dista de ser un sitio a rebosar de gente y nos vendrá genial para desconectar del ajetreo habitual de la ciudad. A pesar de ser un lugar que viene en la mayoría de guías, creo que la gente lo pasa un poco por alto y en parte está bien porque así no está tan saturado. Se trata de la casa-museo de Jim Thompson.

Para llegar hasta el lugar, cogimos el BTS y nos bajamos en la parada del Estadio Nacional que queda prácticamente al lado (parte inferior del mapa). Después de apenas unos 5-10 minutos caminando llegamos a la casa, no tiene pérdida.
 


Ver mapa más grande

 

¿Y quién es el personaje en cuestión? Jim Thompson fue un americano enamorado de Tailandia, aunque previamente había estudiado arquitectura, se unió al Ejército además de dar servicio a la CIA lo que le permitió ver bastante mundo. Fue Tailandia uno de sus destinos el cual le haría pensar en establecerse de forma definitiva. Impulsor del negocio de la seda tailandesa, a la cual le daría fama mundial. En total estaría 22 años en el país, hasta que en el año 1967 mientras estaba en las islas Cameron Highlands (Malasia) desapareciera misteriosamente, quedando la incógnita de su desaparición. No obstante, su legado continúa en forma de museo, fundación y el negocio de las sedas que ayudó a impulsar.

La que en su día fue su residencia, hoy convertida en museo para el disfrute de los turistas. Lo bueno es que lo tienen organizado en grupos y hay un guía que va explicando un poco de la vida del señor Thompson y algunas anécdotas, así como, detalles de la casa y sus distintos elementos decorativos. Rodeada de abundante vegetación, apenas se escucha nada por los alrededores, casi como si uno estuviera en medio de la selva.
 

 

 

Decidió mezclar el estilo de construcción tailandés junto con el gusto occidental y donde se esconden detalles curiosos como algunos marcos de ventana tallados. La madera es el material predominante, con su sonido particular cuando uno va caminando (descalzos, ya que, es la costumbre), mientras vamos recorriendo el interior de las habitaciones. Lástima que no pudiéramos sacar fotos del interior, así que, les dejo la intriga o que puedan ir a verlo con sus propios ojos 🙂
 

 

Antes de entrar en la casa, se hace un recorrido por el jardín mientras se bordea y se entra por la parte trasera. El ambiente es muy fresco al estar rodeada de tantos árboles, apenas se notaba el sol, tan sólo algunos rayos que se colaban entre las ramas.
 

 

Algunos de los elementos decorativos de la planta baja como: elefantes o vasijas de cerámica, algunos con unos cuantos siglos de antigüedad. El buen gusto y los materiales nobles no faltan, el señor Thompson sí que sabía rodearse bien.
 

Después de haber terminado la visita y curiosear un poco en la tieda de seda, si lo deseamos, hacer una paradita para tomar un té, café o jugo de frutas. Sentados a la sombrita mientras escuchamos el sonido del agua y el chapoteo de los peces en un pequeño estanque cercano; muy relajante. Suerte que llegamos antes de que cerraran el café.
 

 

Para nuestra sorpresa, había un grupo de gente en pleno proceso de preparación para la celebración de una boda esa misma tarde. Desde luego que el sitio es acogedor y perfecto para reunir a los familiares y amigos.
 

Un rincón de la ciudad que merece ser visitado y tan sólo nos llevará apenas un par de horas visitar. Sólo por romper con la rutina y disfrutar de un lugar tranquilo.

 

Algo rápido

 

La cultura de la comida en Hong Kong es algo presente en casi cualquier esquina. No faltan restaurantes de todo tipo, desde comida local hasta cocina internacional. El caso que nos ocupa hoy, se trata de comida para llevar, coger y salir con la misma. Tan sólo basta con observar durante unos minutos la actividad constante en cualquier puesto de la calle como este. La gente esperando su turno para elegir su aperitivo preferido.
 

¿Y qué podemos elegir? pinchitos de carne, bolas de pescado con curry, salchichas… hay cantidad de ellos. Bien para comer solos o acompañados, seguro que hay algo que nos llama la atención y estamos deseando probar.
 

Tanto por la isla de Hong Kong, en Kowloon o los Nuevos Territorios nos encontramos puestos de comida como estos en los cuales la actividad se incrementa cuando cae la noche. Ya se pueden imaginar en zonas como Mongkok que los horarios se alargan durante el fin de semana, la gente aprovecha para salir a pasear, de compras.. y de paso picar algo mientras va por la calle. No hace falta sentarse a una mesa para echarse algo de comer. Rápido pero efectivo, y desde luego que delicioso. ¡Hay que probarlo!